"Intentó contemplar el mundo con los ojos de su abuelo, sin preocuparse de cómo el mundo lo veía a él. Le echaré de menos", dijo ayer el destacado pianista argentino-israelí Daniel Barenboim, luego de enterarse de la muerte de Wolfgang Wagner, el domingo, a los 90 años de edad.
Por medio siglo, Wolfgang fue el director del Festival de Bayreuth, encuentro que creó en 1870 su abuelo, el compositor Richard Wagner, para difundir su propia obra. En 1951 tomó el mando del festival junto a su hermano Wieland, quien moriría 15 años después. En adelante, Wolfgang asumió la misión de borrar la conexión que su familia tuvo con la Alemania nazi y que por años ensombreció al festival, hoy considerado uno de los más prestigiosos de Europa.
En la II Guerra Mundial, la obra de Wagner era escuchada por obligación en los campos de concentración judíos y Hitler sostuvo una estrecha amistad con Sigfrid y Winifred Wagner, hijo y nuera del compositor alemán. Así, a los cuatro años, el nieto Wolfgang Wagner recibía en su casa al Führer, a quien llamaba "tío lobo".
Luego de la caída del Tercer Reich, el festival sobrellevó su mala fama nazi con nuevas lecturas de Wagner: versiones minimalistas y controvertidas de obras como El anillo de los Nibelungos y Parsifal, tocadas por estrellas de la música, como Patrice Chereau, Pierre Boulez y Barenboim. En 1994, Wolfgang encargó a Werner Herzog un documental sobre el festival y en 2001 la obra de Wagner dejó de estar prohibida en Israel.
Así, Wolfgang Wagner es recordado hoy por revitalizar la obra de su abuelo y alejarla de los prejuicios políticos. En 2008, sus hijas, Eva y Katharina, tomaron el mando del festival que se realiza cada verano con entradas que se agotan con ocho meses de antelación.