Señor director:
Daniel Zamudio no fue víctima de la homofobia: fue víctima de la intolerancia. Una intolerancia general que hemos venido abrigando como país hacia la diferencia, hacia lo extranjero, lo extraño o lo desconocido. Ocurre cada vez más a menudo; en vez de enfrentar nuestras diferencias con palabras e ideas, lo hacemos reprimiendo, golpeando.
Cuando uno se pregunta cuál es la raíz de esta intolerancia, lo más lógico es remitirse a la falta de empatía, a la incapacidad de ponerse en los pies ajenos, de pararse a pensar por qué el otro hace lo que hace, y cómo se va a sentir si le causo daño sólo porque no estoy de acuerdo con su forma de pensar o de vivir.
Debemos preguntarnos cuál es la base de nuestra incapacidad para generar empatía. Hay numerosos estudios sociológicos y antropológicos que hablan de una sociedad cada vez más individualista, centrada en un ser egoísta, cuyos parámetros morales y de comportamiento ya no derivan de la empatía o de sentirse parte de un grupo, sino que derivan de dogmas cerrados e ideologías políticas y religiosas.
Son estos fundamentalismos los que nos llevan a agredir a otros sólo por el hecho de no estar de acuerdo con ellos, acarreando consecuencias tan dolorosas como la muerte de Zamudio.
Pablo Sáez