Cuerpos fantasmales deambulan en paisajes oscuros, permanecen quietos observando la aparición del sol o están dentro de cajas que parecen ataúdes. Solitarios, sin rostro y melancólicos: así son los personajes que el artista Rodolfo Opazo (75) ha pintando durante más de 50 años y que le han dado un sello único a su obra. Ganador del Premio Nacional de Arte en 2001, el pintor inaugura hoy, a las 19.30 horas en Galería Animal, la muestra El abismo de la melancolía, que recoge una docena de óleos, muchos de ellos nunca antes vistos, de la década del 60 al 90 y a través de los cuales se puede recorrer las distintas técnicas y temáticas que han marcado su trayectoria.
"Siempre he trabajado la figura humana", cuenta. "En un principio pensaba que el arte era una manera de encontrar lo absoluto. En los 70 tuve una decepción amorosa en Buenos Aires y comencé a pintar los altares para desprenderme de la melancolía. Fue ahí que mi pintura se volcó a lo gestual y a reflexionar sobre el destino del ser humano, me aboqué a temas como la soledad, el dolor y la muerte. Para mí la melancolía es el gran motor de la humanidad", dice.
Luego de pasar brevemente por Agronomía, en 1953 Opazo entró a la Escuela de Bellas Artes, donde aprendió grabado con Nemesio Antúnez en el mítico Taller 99. Sólo duró un año. Aburrido, partió a Italia a recorrer museos para sumergirse en el lenguaje abstracto, siendo influido hasta hoy por la obra de Modigliani y de sus compatriotas Roberto Matta y Enrique Zañartu.
La literatura ha sido otra fuente inagotable de inspiración. Comenzó con el creacionismo de Vicente Huidobro en los 60, para luego volcarse a los clásicos como Shakespeare, Thoman Mann, Proust y Borges. En los 80 su obra recogió temáticas más coloridas, cercanas al deporte y luego a figuras humanas maltratadas, con un fuerte contenido crítico. Fue el caso de la serie de 1986 inspirada en la obra Vigilar y castigar de Foucault sobre el origen de la prisión. En esa misma época se desempeño como profesor de la Universidad de Chile, influyendo a artistas de la generación del 80, como Samy Benmayor, Jorge Tacla y Omar Gatica, entre otros.
Tartamudo e introvertido, Opazo es un asumido solitario. Hace unos años dejó el caos de Santiago para vivir en Lampa, hasta que hace unos meses la misma soledad lo devolvió a la capital. "Vivo solo pero cercano a mis cuatro hijos. Me reconozco antisocial y no me gusta ir a exposiciones, pero hoy voy a ir a la mía y estaré muy simpático", bromea el artista, que en diciembre expondrá obras nuevas en Aldo Castillo Gallery de Chicago.