A dos años del terremoto de 2010, las defensas costeras construidas antes del tsunami y las que se levantaron después, podrían no ser eficientes en su propósito de paliar los efectos de un nuevo maremoto.
Estas defensas, que incluyen murallas de concreto o revestimientos rocosos, como las que se ubican en las playas arenosas de la Región del Maule y Biobío, no serían, según un estudio del ecólogo marino de la Universidad Austral, Eduardo Jaramillo, eficaces ante futuros desastres, además de generar un daño ecológico.
Jaramillo y su equipo recorrió durante el verano de 2010 (antes del terremoto) los distintos tipos de playas de la zona, para evaluar el efecto de las defensas costeras sobre la fauna y encontró que las murallas ubicadas cerca del límite de marea alta disminuyen el ancho de la zona intermareal. Esto impide la atenuación de la energía del mar, ya que las olas en su avance por la playa van disminuyendo su energía porque el agua se va filtrando en la arena.
Una de las zonas más estudiadas fue Llico, cuyas murallas se resquebrajaron después del maremoto, además de Dichato, cuyas defensas podrían ser sobrepasadas nuevamente por el mar, a pesar del levantamiento continental de aproximadamente entre 200 y 60 centímetros que afectó a ambas localidades, respectivamente.
Esto porque, según explica, a pesar que la placa continental se elevó y el nivel del mar se mantuvo, el levantamiento sería improductivo ante un nuevo tsunami de 15 metros de altura, que sobrepasaría sin problemas las actuales murallas, que en muchos casos no sobrepasan los dos metros.
La mejor defensa
Tras el terremoto, según Jaramillo, se generó un levantamiento de cerca de dos metros en la península de Arauco, produciendo que muchas playas de arena se ensancharan.
Según el experto, este aumento de espacio permitiría una mayor disipación de energía de las olas al momento de un nuevo tsunami, por lo que lo más probable es que playas ensanchadas como Lebu, Punta Lavapie, Llico e isla Santa María, sean menos afectadas que aquellas cuyos anchos no variaron.
Ocurrió en Lebu en 2010, donde el levantamiento de la placa continental y una muralla alejada de la playa permitió que el tsunami no afectara tan drásticamente la zona urbana.
Por lo anterior, el investigador asegura que las playas son el mejor filtro contra el nivel del mar y no así las murallas, que no permiten diluir la energía de las olas.
"A medida que la ola sube por la playa, el agua se va metiendo por los espacios que hay entre los granos de arena y la energía se va disipando. En la muralla no, pues el agua choca bruscamente con el cemento".
Además, Jaramillo agrega que el roce de las defensas costeras con la marea alta erosiona el sedimento y, por lo tanto, debilita la base de las murallas, las que eventualmente se podrían caer o romper.
Para el ecólogo marino, la mejor solución frente a una posible nueva catástrofe es preservar la mayor cantidad de playas de forma natural o establecer murallas verdes, con bosques costeros como modo de defensa que permiten una mayor filtración del agua.
En el caso de instalar muros o revestimiento rocoso, sostiene que estos deben ser establecidas lo más lejano del nivel de marea alta y desarrollar mapas y modelos preventivos de inundación para las localidades costeras.