Durante años fue una industria paralela. Una plataforma que dejaba escaso margen al riesgo y mucho espacio al triunfo: las bandas sonoras de las teleseries chilenas, y en particular sus canciones centrales, conformaban la genética de cada historia y lograban una vida propia que catapultaba carreras anónimas y que convertía temas desechables en hits. Eso, hasta los primeros años del nuevo siglo. Salvo excepciones, las telenovelas se alejaron de las composiciones originales e incluso fenómenos de audiencia, como Alguien te mira o ¿Dónde está Elisa?, nunca tuvieron una canción propia que musicalizara su suceso.
Pero el área dramática de Chilevisión, que empezó en 2007, ha intentado reflotar la vieja costumbre. Con Mala conducta (2008) se anotaron el éxito Incomprendido, del grupo Croni-K , mientras que Mujeres de lujo (2010) tuvo su victoria musical con Tabú, de Mamma Soul, y Rescátame, de Myriam Hernández, logrando que su soundtrack alcanzara disco de oro (5 mil copias). Ahora, la señal tiene el caso más reciente en Infiltradas, producción nocturna estrenada este lunes. Su canción principal, Por el amor de un hombre, fue escrita por el compositor Juan Andrés Ossandón y es interpretada por Yuri, cuya participación en la telenovela servirá para potenciar su paso por Chilevisión (animará el espacio vespertino de Viña 2011 y cantará en el festival). O sea, ya hay un saludo a los viejos tiempos: una estrella musical ocupa la vitrina televisiva de una teleserie para fortalecer su actualidad.
Pero en Infiltradas, el canal también desempolva otro formato casi extinto en el rubro local: la música incidental inédita, facturada en Chile e ideada solo para escenas específicas. En los 80, el ejercicio fue habitual en La Madrastra (1981) o La Represa (1984) y hasta levantó la carrera de músicos especializados en la disciplina, como Miranda & Tobar. Con los años, el tema perdió terreno y solo aisladas creaciones incidentales se asomaron en hitos como El señor de la querencia (2008).
A cambio, Infiltradas tiene hoy un estimado de 80 piezas instrumentales destinadas a sus historias y compuestas durante siete meses por un grupo de cuatro músicos -liderados por Ossandón- en diferentes estudios capitalinos. "Hay una diferencia entre crear música incidental de verdad y poner ruido", es el dogma de Ossandón. Luego, profundiza: "Nos demoramos cinco teleseries en elaborar un soundtrack incidental. Y es difícil porque, a diferencia del cine, donde creas música para dos horas, aquí compones para una teleserie de 100 capítulos de 50 minutos. El primer trabajo se hace con el guión crudo. Luego la segunda parte se hace con imágenes ya grabadas".
La labor del staff musical del área dramática de CHV sepulta la maniobra más explotada por los canales: comprar los temas a través de librerías musicales, grandes bancos donde autores de todo el mundo registran sus composiciones y los agrupan bajo rótulos como "suspenso" o "comedia". Una señal paga entre US$ 25 mil a US$ 40 mil para usar durante todo un año ese registro, lo que corresponde a un porcentaje marginal dentro de la inversión total de una teleserie (que va de U$ 4 millones a US$ 6 millones). En cambio, el trabajo con un equipo destinado al tema -y con bandas contactadas para canciones inéditas- está cifrado entre un 2% a 10% del gasto total.
Ahí está el motivo que alejó a las áreas dramáticas de la música inédita: sus altos costos. "Es muy caro y muy engorroso, porque hay que tener a un equipo trabajando en el sonido incidental y también buscando un hit ", detalla Vicente Sabatini, ex director de teleseries en TVN -donde las canciones de Rompecorazón, Romané o Los Pincheira tuvieron éxito propio- y hoy con el mismo puesto en CHV. Eso sí, a la hora de internacionalizar producciones nacionales, hay un matiz: la música original favorece la venta al extranjero, ya que se comercializa como un producto total y los canales no deben renegociar derechos de temas ajenos con los sellos.
Por otro lado, el cantante más asociado al éxito de una telenovela es Eduardo Valenzuela, la voz tras Y qué se yo que sé, de Bellas y audaces (1988). El hit vendió 180 mil casetes y lo llevó a Viña - donde una enfermedad abortó su show-, para luego desaparecer del circuito en los 90. "La puerta de entrada a la TV fue por ese tema. Pero los derechos de autor son pocos, no es una fortuna", dice.