Hace 807 años un hombre de vida nómada unificó varios clanes en la estepa de Mongolia y fue nombrado "Amo del Universo" (o Gengis Khan en lengua mongola). Acto seguido, conquistó casi el "mundo entero" de la época. Prácticamente se lo "deglutió" de un bocado, a lomo de caballo con arco, flecha y espada. Y, en pocos años, creó un imperio que iba desde las costas chinas hasta orillas del Danubio.
Gengis Khan murió en 1227 y sus hijos lo sucedieron al frente del ejército que creó el concepto de "guerra relámpago", que exterminó al 30 % de los habitantes de su imperio. La Europa cristiana estaba a punto de ser pasada a cuchillo, pero de manera repentina los mongoles levantaron campamento, dieron la media vuelta con sus caballos y desaparecieron tras una nube de polvo hacia Mongolia. Los dos hijos de Gengis Khan habían muerto y según la costumbre los ejércitos se replegaron hacia una gran asamblea imperial donde elegirían al nuevo líder. Europa se salvó de milagro.
Del gran imperio mongol casi no quedaron rastros, ni siquiera en Mongolia. Sus jefes -nómadas "por naturaleza"- nunca echaron raíces ni construyeron carreteras, acueductos, grandes palacios o templos. Luego de cada victoria se lanzaban al galope hacia una nueva aventura, por puro gusto. Pero no se podía gobernar un reino a caballo y solían estar como "de paso" en sus conquistas. Una sola cosa legaron a la posteridad: la costumbre de los juegos deportivos de la Fiesta del Naadam, el gran evento anual de los nómadas que era la base del entrenamiento y la formación militar de la maquinaria de guerra más efectiva de la historia de la humanidad.
Desfile imperial
Llegamos a la capital, Ulán Bator, un 11 de julio, justo para asistir a la inauguración de la Fiesta del Naadam, el gran evento cultural y patriótico de la Mongolia actual. Desde hace ocho siglos el Naadam detiene al país por tres días.
El Naadam comienza a las nueve de la mañana en la plaza Sukhbataar, frente al Palacio de Gobierno, con un desfile militar a pie y a caballo que avanza con los soldados vistiendo la indumentaria de guerra del legendario ejército mongol.
La mitad de los mongoles lleva una vida asombrosamente parecida a la de sus antepasados, un pueblo móvil en perpetuo desplazamiento y en busca de pasturas para sus rebaños (el suelo no permite la agricultura).
El desfile cruza la ciudad al ritmo de una solemne marcha militar, con centenares de soldados a la usanza medieval -escudos, armaduras, arcos y flechas- que ingresan al estadio nacional. Miles de personas en la tribuna visten sus tradicionales deels de seda y millones miran todo por TV.
A empujones y zancadillas
Después de la ceremonia, en la "arena" del estadio -que tiene algo de Coliseo romano- se desarrolla la competencia de lucha tradicional llamada bökh, que es el deporte nacional.
Al comenzar la primera ronda salen al pasto 512 luchadores simulando con los brazos el aleteo de un halcón. La única regla en esta lucha es que el primero que toque el suelo con cualquier parte del cuerpo -salvo las manos y los pies- pierde. Así que los púgiles se zancadillean y enroscan en abrazos de oso mientras el estadio ruge. Hay una única categoría, así que por lo general ganan los más grandotes. Algunos son temibles mastodontes de 160 kilos con el cuello grueso como un tronco de árbol.
Con arco y flecha
La competencia de arquería se divide por género, con las mujeres disparando desde 60 metros y los hombres a 75 metros del blanco. Se compite en 10 rondas de cuatro tiros y el blanco es una pared de cuatro metros de ancho por 24 centímetros de alto, construida con cilindros de cuero de ocho centímetros. En el centro de ese blanco hay un cilindro rojo. Asombrosamente, muchos ponen la flecha exactamente allí.
En la tercera jornada del Naadam se desarrollan las carreras. El evento es a campo abierto a una hora de la ciudad, en plena estepa, donde se instala un gran campamento nómada con decenas de tiendas blancas ofreciendo comidas. A las 8 de la mañana se anuncia la largada y centenares de caballos preclasificados arrancan al grito de "¡ghingooo!".
Hoy el recorrido máximo es de 30 kilómetros, la distancia que, según Gengis Khan, podía hacer un caballo sin parar. Los jinetes son niños y niñas de siete a 12 años seleccionados por su bajo peso. Lo más singular de estas carreras es que la gloria no es para el jinete y ni siquiera para el caballo, sino para el entrenador.
Hay seis categorías en la carrera definidas solamente por la edad del caballo. Los equinos de cinco años corren 30 kilómetros y los de dos años, 15 kilómetros (las edades intermedias hacen trayectos proporcionales).
Por siempre nómadas
Al observar el Naadam se ve cómo la fiesta tiene un valor que excede lo deportivo. Es un espectáculo de masas donde los mongoles muestran la forma en que les gustaría ser vistos.
Asediados en el siglo XX por Rusia y China, los mongoles necesitan sentirse fuertes y recurren a su pasado glorioso. A simple vista uno podría pensar que se esfuerzan por mostrarse rudos, valientes, veloces y con aguda puntería, listos para reconquistar su imperio dorado. Claro que, si fuese tan así, no necesitarían subrayarlo. Y por supuesto hay algo que han perdido y modos de vida que van cambiando. La fiesta tiene, por lo tanto, su cuota de nostalgia histórica y también reciente, porque muchos participantes son seminómadas o dejaron ya de serlo hace poco (recuerdan sus días de libertad infinita). En cambio, aquellos que sí son nómadas -viviendo en una gran dispersión social, en pequeños grupos familiares- encuentran en los Naadam que se desarrollan por centenares en todo el país la oportunidad del goce de sumergirse en la muchedumbre y socializar.