Señor director:
En la serie sobre Pablo Escobar que exhibe la televisión chilena, y que ha tenido tanto éxito en el resto de América también, podemos apreciar cómo un país fue casi sometido por las fuerzas del narcotráfico, hasta el punto de esbozar la candidatura de Alberto Santofimio, un hombre de la lista de Pablo Escobar, a la Presidencia de la República.
Para quienes ven la serie o han leído algún libro como el que escribió Jhon Jairo Velásquez Vásquez, alias Popeye (Marino, en la serie), lugarteniente hasta el final de Pablo Escobar, resulta increíble que el narcotráfico fuera capaz de permear y corromper el sistema político, incluido senadores y diputados en Colombia.
Hoy, después de 24 años, es más llamativo ver el estudio Barómetro de las Américas, presentado el mes pasado por la Universidad de los Andes de Bogotá, con el apoyo del periódico El Tiempo, donde se presenta la credibilidad de la población en sus partidos políticos, entre otras cosas, en Latinoamérica.
Colombia, después de todo lo que significó el período del narcotráfico y a pesar de las secuelas que dejó, está ubicado en el lugar 21 de la lista de 26 países latinoamericanos estudiados, con un 25.5% de lo que llaman “simpatía por los partidos políticos”.
Lo increíble del estudio es que Chile ocupa el lugar 25 de la lista, con un 14,1% en la credibilidad hacia los partidos, siendo superado sólo por Guatemala con un 12,9%.
¿Cómo pueden los políticos chilenos estar haciéndolo tan mal, para que desde la vuelta a la democracia -fecha paralela a la muerte de Pablo Escobar en Colombia- la población confíe tan poco en los políticos, sin haber pasado siquiera por el flagelo del narcotráfico como en Colombia?
Germán A. Polanco Iturriaga