Fueron días agitados. Entrevistas, presentaciones de libros, conversaciones con editoriales, reuniones con agentes, carcajadas, discusiones, comidas y paseos por Barcelona. Cuatro escritores argentinos apenas pasados los 30 años de gira por España en febrero pasado. Maximiliano Tomas era el anfitrión, en su calidad de editor de la antología La joven guardia, y el grupo estaba formado por Samanta Schweblin, Juan Terranova, Diego Grillo Trubba y Patricio Pron. Este último, un par de meses después, oficiaría de infidente: relataría la trastienda de la gira y, demoledor, desecharía cualquier estética para ligar a su generación: "Nos unía la obstinación y desesperación por el reconocimiento europeo".

Puro exitismo, acusaba Pron. Pese a que el autor de El comienzo de la primavera lleva nueve años viviendo en Europa, se dejaba llevar por el ADN del escritor argentino y polemizaba con sus pares. Una tradición: en los últimos 30 años, César Aira y Rodolfo Fogwill chocaron con Juan José Sáer y Ricardo Piglia; Alan Pauls y Sergio Bizzio discutieron con Rodrigo Fresán y Juan Forn, y, hace poco, Damián Tabarovsky y Guillermo Martínez se enfrentaron por el "deber ser" de la literatura. La narrativa transandina es una bolsa de gatos, plagada de bandos y pandillas dispuestas a ejercitar la tan saludable querella literaria. Es la expresión de una constante: la argentina es una de las más vivas del continente.

Por eso, la 29ª Feria Internacional del Libro de Santiago abre con una buena noticia: Argentina es el país invitado. Por la Estación Mapocho pasarán dos gigantes del peso de Aira y Fogwill; el virulento narrador y crítico Tabarovsky; un poeta y cuentista pop del barrio Boedo como Fabián Casas; un narrador social como Federico Jeanmarie y una best seller imparable: Claudia Piñeiro. Es un mapa incompleto, pero sirve para mirar al otro lado de Los Andes.

¿Aira o Piglia?

Hace poco le pidieron a Tomas (34), director del suplemento cultural de Perfil, que dijera cuál era el novelista más importante de la literatura argentina actual. "¿César Aira? ¿Ricardo Piglia? Para mí, ese nombre tiene sólo un apellido: Fogwill". Salvaje y político, Fogwill (68) entró en la escena con el electrizante relato Muchacha punk (1979) y se sumó al bando de Aira (69). Junto a Héctor Libertella, echaron a andar una corriente de ruptura que quebraba con Julio Cortázar y Sábato. Venían de Manuel Puig, acaso el que encontró una salida en la cultura popular al formalismo genial de Jorge Luis Borges.

"Manuel Puig, Alejandra Pizarnik y Osvaldo Lamborghini", dijo Aira en los 90, nombrando a sus maestros. Albacea del tercero (la última leyenda de las letras transandinas), Aira cultiva lo descabellado, narrando historias transparentes y surrealistas. Con más de 60 libros, a nivel internacional es considerado el más destacado autor argentino. Sólo Piglia (68) le pelea el puesto. Una disputa vieja: en 1981, Aira atacó la ya mítica novela Respiración artificial, de Piglia. Luego se lanzó contra Juan José Sáer (1937-2005). Piglia respondió: "Aira es el seudónimo que usan los escritores argentinos cuando no se animan a firmar sus novelas". Aún no se pueden ver.

Considerado el mejor heredero de Borges, Piglia también hace eco de otro peso pesado, Roberto Artl. Emilio Renzi, su alter ego, insiste en aparecer en sus libros: un terreno donde se entrecruzan ficción y ensayo al calor del policial. Sáer, su amigo, un raro en las postrimerías del siglo XX, vivió más de tres décadas en Francia, ocupándose de repensar el realismo rioplatense. Ninguno, hasta ahora, tendría sucesores tan contundentes como los que en los 80 produjeron Aira, Libertella y Fogwill: Sergio Bizzio (53), Sergio Chejfec (53), Alan Pauls (50) y Daniel Guebels (53).

Jóvenes, serios, pop

"Nos decían 'dandies de izquierda'", recordaría Pauls. Llamados grupo Shanghai, se jugaban por una literatura a contracorriente de, entre otros, Osvaldo Soriano. En esa época, de Bizzio, es una lectura contemporánea de la idea de civilización y barbarie de Sarmiento. Guebels narró la afixiante historia de un verdulero que se convierte en terrorista en El terrorista. Empezaban los 90 y tenían un enemigo claro: "jóvenes mediáticos" en palabras de Tabarovsky, sociólogo y escritor. Fresán (46) y Forn (50), con influencias pop y ecos del realismo sucio americano, firmaron títulos como Historia argentina, el primero, y Nadar de noche, el segundo.

A cargo de la colección Biblioteca del Sur de Planeta, Forn disparó toda una escena que llegó, incluso, a Chile: Mala onda, de Alberto Fuguet, venía con ese sello. Tabarovsky (43) no les cree nada: "Estaba claro que no alcanzaba con Bret Easton Ellis contra Lamborghini, con Stephen King contra Puig", escribió. El, que narra el pequeño infierno en la salud de un publicista en Autobiografía médica, también despreciaría a los "Jóvenes serios": Guillermo Martínez y Pablo de Santis, entre otros.

Demasiado tradicionales y comerciales para Tabarovsky, les fue bien: De Santis ganó el premio Planeta Casa de América (El enigma de París) y a Martínez, el director Alex de la Iglesia le adaptó su novela Crímenes imperceptibles. Este último le respondió a Tabarovsky: en su novela La muerte lenta de Luciana B el protagonista es un escritor genial que encarna los "clichés" del escritor vanguardista. Termina mal.

Cerca de los serios, Claudia Piñeiro (59) es una cotizada best seller: en Las viudas de los jueves (2005) se adentra en la aburrida vida de las esposas de millonarios. La novela le dio el premio Clarín, el mismo que acaba de ganar Federico Jeanmarie (52) por Más, una novela sobre la violencia contemporánea. Jeanmarie está cercano a las aspiraciones socio políticas de Martin Kohan (42, premio Anagrama 2007 por Ciencias morales) y, desde ahí, si se fuerza, se puede tender un puente a Fabián Casas (44).

Narrador, poeta y ensayista con ecos de Fogwill y ya menos convencido de Aira, es autor del libro de cuento Los Lemmings y del filoso Ensayos bonsái. "El concepto de 'literatura argentina', por ejemplo, me parece una garcha (porquería): impide pensar", dijo no hace mucho. Por eso su cercanía a Washington Cucurto (36), un iconoclasta que, por ejemplo, narra en la novela 1810 la independencia de Argentina protagonizada por negros. Cucurto también es parte de la llamada Nueva Narrativa Argentina, sello que ostentan los antologados en La joven guardia: Pron (34), Juan Terranova (34), Andrés Neuman (32) y, la última sorpresa, Samanta Schweblin (30). Amantes de los blog, ya decididamente fuera de la sombra de Borges, liberados por Aira y pop a lo Fresán, el estilo de la nueva camada se dispara en múltiples direcciones. Seguramente, siguen en la "obsesión argentina", definida así por el crítico y escritor Elvio Gandolfo: "Hacer algo que sea a la vez Tradición y algo Nuevo, groncho y académico, inocente y muy canchero, libre y dandy".