Evolución pura. En diciembre de 2004, cuando debutó en Chile con un correcto show en el Parque Bicentenario de Vitacura, la radiografía artística de Norah Jones (33) era simple: una figura multiventas que se había ganado ocho premios Grammy con su primer gran lanzamiento -Come away with me (2002)- y que escalaba como estrella pop en el siempre comedido rubro del jazz. Ocho años después, la carta de presentación es otra: la de una artista que ya acumula una discografía de dispar resonancia y un puñado de disímiles proyectos y colaboraciones, carácter inquieto encarnado en Little broken hearts (2012), su última producción y apuntada por la prensa como la más brillante de su trayectoria.

Bajo esa saga, la hija de Ravi Shankar -el músico indio que maravilló al rock inglés en los 60- ya pactó una nueva visita para diciembre próximo en el Movistar Arena, como parte de un tour regional y con coordenadas que la productora DG Medios oficializará en los próximos días. Además, la visita es parte de su actual tour planetario, el que tiene fechas hasta el próximo 14 de noviembre en Norteamérica, Europa y Asia. En términos más estrictos, se trata de su tercera vez en la capital: aparte de su debut de 2004 -donde juntó a seis mil personas-, la estadounidense volvió seis años después en un recital privado que dio en Espacio Riesco para una empresa de telefonía.

En las primeras paradas de su actual periplo, Jones ha materializado su perfil de figura de olfato versátil con un espectáculo que promedia las 20 canciones y donde mezcla desde las versiones que la empujaron al estrellato (como Cold cold heart, de Hank Williams) hasta las piezas de su última entrega, como She's 22, Miriam y 4 broken hearts, donde sigue regalando su timbre cándido y coqueto, pero bajo texturas más espectrales, como si un airecillo siniestro sobrevolara su actitud de mujer apacible.

El gran responsable de encaminarla hacia esa nueva ruta fue Danger Mouse, cerebro de Gnars Barkley y uno de los productores más influyentes en el pop de la última década, capaz precisamente de impregnar sus grabaciones con decorados fantasmagóricos y de carácter vintage. "Participé en su álbum Rome (2011) y me encantó su trabajo. Sabía que él tenía todo un arsenal de sonidos diferentes a los que estoy acostumbrada. Aceptó de inmediato, pero me dijo que quería ser partícipe desde el principio, del momento en que yo también escribo las letras", detalló la intérprete en una entrevista de esta semana con CNN. Más allá de sus inquietudes puntuales, Jones siempre ha mostrado su inclinación hacia otros sonidos en las distintas alianzas creativas que ha levantado en los últimos años, como sus colaboraciones con Mike Patton, Outkast o Foo Fighters.

Pero Little broken... también guarda otro giro más personal. Gran parte de sus 12 composiciones son el relato de su más reciente quiebre amoroso, por lo que están concebidas desde el desamor y el adiós. Pese a los cambios en su apuesta musical, la artista no olvida su vida paralela en el cine. Aunque su trabajo como actriz ha sido esporádico -tiene como hito su protagónico en My blueberry nights (2007) de Wong Kar-Wai-, se decidió a aportar un tema para Ted, el último gran éxito de la taquilla norteamericana. Otra huella de una figura inquieta y en reinvención constante.