La fama de Noruega, de ser un apacible y tranquilo país del norte de Europa, saltó por los aires ayer cuando, a las 15.26 horas, una bomba estalló en el centro de Oslo, dejando siete muertos, 15 heridos (10 de gravedad) y enormes daños en una serie de edificios, entre los que se cuentan las oficinas del primer ministro del país. Sin embargo, lo peor aún estaba por venir. Dos horas más tarde, un segundo atentado golpeó como nunca a una nación no acostumbrada a este tipo de hechos desde la II Guerra Mundial. Durante la realización de un campamento juvenil del gobernante Partido Laborista, se produjo un tiroteo que dejó, al menos, 80 muertos. "Lo que sabemos ahora es que hay al menos 80 (fallecidos)", dijo horas más tarde el jefe de policía Oystein Maeland. "No podemos asegurar que (la cifra) no va a aumentar", agregó, ya que hay varios heridos de gravedad.
Tras los atentados, todas las sospechas iniciales sobre los autores apuntaron a alguna organización islamista, como Al Qaeda, considerando que Noruega forma parte de la OTAN y que tiene un contingente en Afganistán. Incluso, el grupo Ansar al Yihad al Alami se atribuyó los ataques, pero poco después se retractó. Así, anoche, la policía noruega consideró que los dos ataques no se podían atribuir al terrorismo internacional, sino que estarían relacionados con "movimientos locales antisistema". Incluso, el ministro de Justicia, Knut Storberget, en una conferencia ofrecida junto al primer ministro, Jens Stoltenberg, informó la detención de un noruego que habría participado en el ataque al campamento, que se realizaba en la isla de Utoya (al noroeste de Oslo). El hombre iba vestido con un overol azul y sobre esa vestimenta había puesto el escudo de la policía local. Las autoridades consideraban la posibilidad de que el sospechoso participó en ambos hechos. Según la cadena TV2, se trataría de Anders Behring Breivik, un hombre de extrema derecha, de 32 años y 1,90 metro. Este se autodefine como nacionalista en varios foros de internet. Además, el diario noruego VG reveló que es autor de comentarios en un sitio web conocido por sus posturas críticas con el Islam. Asimismo, se declara admirador del teniente Max Manus, miembro de la resistencia noruega a la ocupación nazi.
El bombazo en Oslo es el mayor ataque de este estilo en Europa desde los atentados contra el sistema de transporte de Londres, en 2005. La explosión de ayer destrozó la fachada del edificio de 17 pisos del gobierno central, destruyendo la mayoría de las ventanas y lanzando restos de metal y escombros a cientos de metros. Hasta anoche, no estaba claro si se había tratado de un autobomba u otro tipo de artefacto explosivo. El estallido sacudió a toda la ciudad. El distrito afectado es el corazón del poder en Noruega. Ministerios cercanos también fueron afectados por la explosión, entre ellos, el de Petróleo, que sufrió un incendio. Además, resultó muy dañada la sede del periódico VG. "Estalló. La gente corría presa del pánico. Conté al menos 10 heridos", dijo a la agencia Reuters el transeúnte Kjersti Vedun, quien intentaba abandonar la zona de la explosión en Oslo. Mientras la policía le advirtió a la gente que evacuara el centro de Oslo, aparentemente, por temor a nuevos ataques, el premier Jens Stoltenberg, quien no se hallaba en su oficina al momento del atentado, declaró que la situación es "muy grave". El líder noruego permaneció oculto durante algunas horas, a sugerencia de la policía, como medida de seguridad.
El hombre detenido en Utoya habría sacado ventaja de la confusión causada por la explosión para atacar en el campamento de verano del Partido Laborista, hasta donde hoy tenía previsto llegar el primer ministro. "Se oyeron muchos disparos. Nos escondimos debajo de una cama. Fue muy aterrador", dijo a la cadena británica Sky una joven que estaba en el lugar.