Señor director:
Tuve la fortuna de ser alumno de Orlando Alvarez Hernández, quien por dos años y medio me enseñó derecho procesal en la Pontificia Universidad Católica de Chile.
Orlando fue uno de los más alegres y entusiastas profesores que tuve en la Escuela de Derecho. En sus clases pasábamos con completa naturalidad del análisis riguroso de la contienda de la competencia a la interpretación gozosa de la agónica y desgarradora romanza “E lucevan le stelle” de la ópera Tosca, compuesta por Giacomo Puccini. Siempre llegaba a clases lleno de energía y vitalidad para compartir con nosotros no sólo su conocimiento jurídico, sino también sus diversas pasiones y experiencias de vida. Todo lo hacía con gran cariño, sobriedad y dedicación. Siempre estuvo dispuesto a escuchar a sus alumnos y darles recomendaciones, a pesar de ser un hombre muy ocupado por los altos cargos que desempeñó en la judicatura.
Escasean en la actualidad hombres como él. Su elegante gentileza y gran generosidad serán siempre añoradas por mi persona y los que tuvimos la gran suerte de no sólo ser sus alumnos, sino que además de conocerlo personalmente. Descanse en paz, profesor.
Rafael Pastor