Entre las muchas anécdotas del mundo de la música clásica durante la Guerra Fría, las de los disidentes siempre llevaron la delantera. En el año 1979, por ejemplo, Herbert von Karajan le propuso al prodigio del piano ruso Andrei Gavrilov grabar los cuatro conciertos para piano de Rachmaninov. Cuando todo estaba listo y ensayado para la primera sesión con la Filarmónica de Berlín, Gavrilov no apareció en el estudio.
Se expandió la sospecha de que el músico podía estar enfermo o, peor, de que quizás las autoridades soviéticas lo habían hecho desaparecer por su oposición al régimen. Pasó, al final, algo a mitad de camino: Gavrilov, de 24 años, no pudo salir del país por expresa orden del jefe de la KGB. Nunca hubo grabaciones con Karajan, aunque en el año 1985 Gavrilov sí pudo salir de la URSS y transformarse en ciudadano de Occidente. A 31 años de tales hechos, el gran pianista estará en Chile el próximo martes 19 para tocar precisamente a Rachmaninov, su caballo de batalla.
El músico es parte de una extensa comitiva rusa que además incluye a la Orquesta del Estado de Siberia y al director Vladimir Lande, quienes a las 20 horas se presentan en el Teatro del Centro de las Artes CA 660. Tocarán un programa enteramente ruso, compuesto por la Rapsodia sobre temas folclóricos moldavos Opus 47 N° 1 de Mieczyslaw Weinberg, el Concierto para piano N° 2 en Do menor Opus 18 de Sergei Rachmaninov y la Sinfonía N°5 en Mi menor Opus 64 de Piotr Ilich Tchaikovsky.
Estrenado en noviembre de 1901 con el propio Sergei Rachmaninov al piano, el Segundo concierto tiene un romántico segundo movimiento, utilizado en el cine repetidas veces, desde La comezón del séptimo año (1955) con Marilyn Monroe hasta Más allá de la vida (2010) de Clint Eastwood. Una de sus inclusiones más célebres fue en la cinta Rapsodia (1954), romance con Elizabeth Taylor y Vittorio Gassman, donde la parte del piano fue tocada por Claudio Arrau.
Creado tras un período de depresión y bloqueo creativo, el concierto fue dedicado por Rachmaninov a su psiquiatra Nikolai Dahl.
También compuesta en una etapa borrascosa de su vida, la Quinta sinfonía de Tchaikovsky es una obra del pleno romanticismo y vio la luz en 1888, prefigurando el clima lúgubre de su posterior Sexta sinfonía, llamada Patética.
Las credenciales de Gavrilov (que ganó el prestigioso Concurso de Piano Tchaikovsky en 1974) vienen secundadas por las de la agrupación siberiana, fundada en 1977 y que se ha transformado en una de las orquestas más dinámicas de Rusia, con grabaciones para sellos independientes como Naxos, Delos y Parma Records. Con sede en la ciudad de Krasnoyarsk, la orquesta que dirige el maestro Vladimir Lande ha hecho del repertorio ruso el corazón de su propuesta, abordando tanto a los clásicos como a los más modernos.
Esta presentación, con entradas desde $ 13.000 a $ 25.000, abre la temporada clásica del CA 660, que este año traerá a agrupaciones como la Filarmónica de Israel o la Orquesta Barroca de Venecia.