El tango es tango. La frase la repite varias veces Charly Pacini, al teléfono desde Buenos Aires, violista y uno de los 15 integrantes de la Orquesta Típica Fernández Fierro, una agrupación cuya música empuja a hablar sobre los límites del género, el presente versus el pasado y una serie de tópicos estimulantes para cualquier melómano. El tango es tango, dice Pacini, cuando se acuerda de la moda de agregarle música electrónica ("eso es electrónica con tango, no tango electrónico"). El tango es tango, dice, también, a la hora de definirlo, como consciente que es de esas palabras que se explican a sí mismas, que cargan consigo todo el peso de su carácter.

No es que Pacini ni la banda que representa sean puristas. En realidad, en Argentina se les conoce por ser todo lo contrario. Por ser responsables de haberle dado nuevos bríos al género. Por haberlo, de un cierto modo, espabilado, demostrando que era posible huir de los lugares comunes y seguir llamándose tango. Lugares comunes que, hasta la aparición de la Fernández Fierro, parecían tenerlo sumido en un letargo. Lugares comunes tales como la música al servicio del baile o, mucho más grave, del turismo rioplatense. Once años de carrera, cuatro discos de estudios, la inauguración de un club propio, giras por Europa y Latinoamérica han tenido que pasar para que los fanáticos más tradicionalistas -tan apasionados como sospechosos de lo nuevo- comiencen a respetarlos.

"No sé si hay una aceptación, pero sí un lugarcito que nos dejan. Fueron viendo que teníamos una manera personal de ver el tango. Aceptaron que tenemos una voz y que esa voz es respetuosa del género, que mantiene su estructura. Esto se dio también por el acercamiento de público nuevo que hemos provocado, de gente que se entusiasmó con el tango. Hacemos siempre las cosas con nuestra visión, apostamos a seguir con la historia del tango, a continuarla. Todo eso se valora. No nos pueden decir otra cosa, no nos pueden negar en este momento", explica el músico desde Buenos Aires.

El cortejo ha sido trabajoso y difícil con el público más conservador, que en el tango es cosa seria. Con el resto, ha habido un romance sin contratiempos, siempre de menos a más. Desde que partieron tocando en la calle misma, en la feria de los domingos en San Telmo, hasta ahora, que tienen su propio teatro y son embajadores del tango que se hace en la actualidad.

Estar a la vanguardia para la Fernández Fierro no es agregarle instrumentos de rock ni beats electrónicos (su instrumentación es la misma de las orquestas de los años 40), sino que pasa por una cuestión de actitud. Hay furia y nervio en su música; insolencia y desparpajo; los violines suenan atípicos y los bandoneones -acusan sus gritos- nunca estuvieron más en aprietos. La lírica es igual de importante. Hacen canciones nuevas o cambian las letras de clásicos. Un gesto que, para Pacini, no es rebeldía sin causa, sino adatapción a los tiempos. "En la época de oro se vivió algo con su propia poesía, ahora vivimos otro momento, que nosotros tenemos que reflejar", apunta.

En Santiago tocan el próximo 12 de mayo, nuevamente en el Teatro Nescafé de las Artes, donde el año pasado celebraron 10 años de carrera. Un día antes lo harán por primera vez en Temuco. El pretexto de ambos shows será celebrar la edición en vinilo de su ábum del 2009 (Fernández Fierro) y adelantar parte de una producción venidera. Aunque para presentarse nunca han precisado de excusas. Lo dice Pacini: "Tocar en vivo es lo primordial. Nuestra propuesta incluye al público. Está vivo y la orquesta también".