"¡Ay, cómo me gustaría una Iglesia pobre y para los pobres!", exclamó ayer el Papa Francisco, en una audiencia ante miles de periodistas de todo del mundo en el Vaticano. Enseguida, levantó la mirada del papel donde leía su discurso y explicó cómo eligió el nombre con el que ejercerá su pontificado, el nombre de Francisco de Asís, que era "el hombre de la pobreza, el hombre de la paz".

Pocos minutos antes, el Pontífice argentino entró a la Sala Nervi, con zanjadas decididas, levantó la mano con un gesto que parecía a la vez una bendición y un saludo fraternal, se sentó en el escaño que le esperaba en el centro del escenario. No dejó de sonreír. Y arrancó: "Queridos amigos, estoy feliz de encontrar a ustedes que trabajaron aquí en Roma en este período tan intenso, empezando por el sorprendente anuncio de mi venerado predecesor". Media hora más tarde, se despidió: "Los quiero mucho", dijo en italiano, escogiendo las palabras que usaría un niño hacia sus padres, vi voglio tanto bene. En el medio, pronunció un discurso que confirma la revolución de este Pontífice que hace bromas, cuenta anécdotas y habla de pobres y de Cristo con palabras sencillas. Sin duda, dio ulterior muestra de que sabe cómo cautivar a su audiencia, incluso a una poco propensa a la conmoción: en la sala donde los pontífices suelen encontrar a los peregrinos una vez por semana, se sentaron reporteros, fotógrafos y cámaras de todo el mundo. El nuevo Papa quiso agradecerles su esfuerzo a los cerca de seis mil periodistas que cubrieron el cónclave. Muchos acudieron al encuentro con mujer o marido e hijos.

"Los eventos eclesiales -evaluó comentando el trabajo periodístico- no son más complicados que los políticos o económicos. Sin embargo, tienen una característica de fondo muy peculiar: responden a una lógica que no es la de las categorías mundanas. Por esto, no es fácil interpretarlos y explicarlos a un público vasto y variado. La Iglesia, aun siendo una institución humana, histórica, no tiene una naturaleza política, sino esencialmente espiritual. Es el pueblo de Dios, que camina hacia Jesús. Entre ellos, uno es elegido para servir como su vicario, pero el centro sigue siendo Cristo, no el sucesor de Pedro. Cristo es la referencia fundamental, el corazón de la Iglesia. Sin él, ni Pedro ni la Iglesia existirían". Pero según Francisco, hay algo que los dos mundos, el de los medios y el del clero, comparten: "En su trabajo sirven estudio y experiencia -comentó Bergoglio-, es necesaria gran atención a la verdad, a la bondad y a la belleza. En esto estamos cerca, porque la Iglesia también tiene la misma tarea. Todos nosotros no estamos llamados a comunicar nosotros mismos, sino a comunicar la verdad, la bondad y la belleza".

Luego levantó los ojos y con una actitud divertida, confidencial, espetó: "Ahora les voy a contar una historia". Y se puso a dar detalles de lo que pasó el miércoles por la tarde, bajo la bóveda de la Capilla Sixtina, durante el cónclave que le definió jefe del Catolicismo. Durante el voto, el entonces cardenal Bergoglio estaba sentado al lado del arzobispo emérito de Sao Paulo, Claudio Hummes, "un grande amigo". "Cuando la cosa se estaba poniendo un poco peligrosa -contó Francisco- él me reconfortaba, y cuando los votos alcanzaron los dos tercios y llegó el aplauso porque había sido elegido el Papa, él me abrazó, me besó y me dijo: 'No te olvides de los pobres'".

Aquella palabra, aquel concepto le llamó a la mente al Santo de Asís, "el hombre de la pobreza, el hombre de la paz, el hombre que ama y custodia la Creación". Y enseguida, alternando la emoción a la ironía, añadió: "En este momento tenemos una relación no muy buena con la Creación". Mientras seguía el escrutinio, él se decantó por el nombre de Francisco. Sin embargo, contó que algunos cardenales le presentaron su sugerencia: "Puedes llamarte Adriano VI, que fue un reformador y hoy precisamos reformar", y otro: "Tu nombre debería ser Clemente XV, así te vindicas de Clemente XIV que suprimió la Compañía del Jesús". Francisco rió a su broma y los periodistas con él.

La bendición final fue otro momento emotivo, en el cual el nuevo Pontífice dio gala de sensibilidad y ternura: Francisco no hizo la señal de la cruz, porque -di-jo en español- "sé que algunos de ustedes no pertenecen a la Iglesia Católica, otros no son creyentes. Entonces de corazón doy esta bendición a cada uno de ustedes, respetando la conciencia de cada uno, pero sabiendo que cada uno de ustedes es hijo de Dios".