De apellido Mistral

Lo mejor es entrar por la puerta principal de la Alameda en la Biblioteca Nacional. Es bueno el contraste a las 11 am. Subir al segundo piso y hurgar en un computador la ubicación de la edición que siempre quiso hojear. Llenar la ficha de búsqueda y luego pasar al gran salón, que preside, justo antes del ingreso, el busto de nuestra mismísima Premio Nobel Gabriela Mistral. Después de empujar esas puertas de vaivén con cristales tallados con las iniciales "BN", llegar a uno de los salones de lectura que lleva el nombre de la poetisa tiene un efecto calmante. Los mejores elementos son las sillas giratorias de madera. El suelo blanco y negro -no tan bello como el original que sobrevive en la cafetería de abajo- puede pasar inadvertido si se concentra en las lámparas de escritorio que alumbran grandes mesones cubiertos de tapiz verde, bajo un vidrio sobre el que escribo y me siento a escuchar lo que dice el silencio.

Dirección: Av. Libertador Bernardo O'Higgins 651. Tel.: 3605287.

3605287.

En la cima del cerro

El Monasterio de los Benedictinos, en lo alto de San Carlos de Apoquindo, tiene un letrero sencillo pero poderoso que ordena sepulcral "Silencio". Eso es después de continuar un camino de tierra iniciático que guía desde el mundanal ruido de Av. Otoñal hacia este monumento nacional, de sobrecogedora arquitectura. En la reja de entrada hay otra gran advertencia: "Este es un lugar sagrado", acompañada de dibujos que sugieren no traer ni escotes ni pantalones cortos ni celulares. La orquesta sinfónica está a cargo sólo de piares, todo frente a la postal de la cordillera y el dominio sobre Santiago oriente.

La iglesia está normalmente abierta y si no, puede ir a pedir que se la abran. Así lo promete el hermano Bernardo, que viste como lo hacen los monjes de los cuentos, los de historias medievales. En la capilla reina luz y pureza. Y profundo silencio. Cualquier ciudadano es bienvenido a este mundo paralelo, para compartir las misas y los oficios diarios del claustro: el primero, a las 6.15 am, los laudes o alabanzas. También recomiendan venir a las 6 pm, a las vísperas, una acción de gracias por este inolvidable día. A las 20.00 comienzan las completas, introducción al silencio nocturno.

Puede hacer un retiro por varios días viviendo en la Hospedería (hay de hombres y mujeres). No se imagine cultivando el huerto con los monjes, porque el contacto no sobrepasa misas, oficios y comidas. "Más que nada, los invitamos a compartir el silencio con nosotros", cuenta el hermano Bernardo.

Dirección: Montecasino 960.

En el jardín

Un paseíto con un corto ascenso al Cerro San Cristóbal desde el acceso de Pedro de Valdivia después de almuerzo, es recomendable para despertar el cuerpo. Pronto, la aparición del Jardín Japonés y el detallado mapa de los tesoros que cobija puede despertar altas expectativas que, seguramente, no serán satisfechas. Calma, la visita de todas maneras valdrá la pena. El espacio, auspiciado por la Cámara Chileno-Japonesa, tiene una lagunita y enormes lámparas de piedra niponas originales. Por aquí gira una rueda y el agua corre tocando acordes para acompañar el silencio. Agregaría más musguitos, para cubrir un poco de tierra.

Siga subiendo el cerro. En esta época hay un lugar que se vuelve apacible también: la piscina Antilén, mejor en días de semana, porque no hay nada de ruido y queda sólo la gran vista. Busque paz en plazas, jardines y parques de Santiago. A escala mayor, el Santuario de la Naturaleza, Yerba Loca, el Sendero de Chile… www.parquemet.cl.

Dirección: Pedro de Valdivia Norte s/n.

Pegado a la Alameda

Cualquier día de la semana, al mediodía, puede cruzar las gruesas puertas de la iglesia San Francisco, que tiene entrada por plena Alameda, y se va a encontrar con este oasis de calma. Probablemente su visita coincida con la de un grupo de escolares, casualidad que mermará irremediablemente las posibilidades de encontrar aquí el silencio. Aún así, podrá gozar, Dios mediante, del rayo de sol que esquiva pitosporos, limones y camelias para llegar al banquito en medio del jardín, donde hay una pileta y un gato que huele a los peces.

Los estímulos visuales y olfativos de la Alameda acá no llegan. Conviene quedarse en el banquito: desde ahí se ven gallinas que buscan lombrices cerca de una araucaria.

Alternativa cercana: Museo La Merced. Convento más chiquitito, más ordenado que el de San Francisco. Por ahora no tiene el café que antes ganaba el mejor lugar entre sus pares del centro, pero con la primavera puede volver al jardincito.

Dirección: Av. Libertador Bernardo O`Higgins 840.