EN ENTREVISTA con este medio, la Presidenta de la República reiteró que el proceso para dictar una nueva Constitución sigue adelante; sin embargo,  tendrá un comienzo curioso, pues se iniciará con clases de educación cívica. “Mucha gente no conoce qué es una Constitución (…) Lo que se ha visto es que muchos no le otorgan ninguna importancia”. Por ello esta primera etapa será de “de pedagogía, de educar y motivar a participar”, señaló la Mandataria.

Esta falta de conocimiento sobre cuestiones constitucionales parece ser un evidente reflejo de que la reforma constitucional no está entre las prioridades de la ciudadanía, y no se ve por qué esta suerte de “pedagogía” podría cambiar las cosas. Ello sólo podría suceder en la medida que la población sea “convencida” de que hay que cambiar la Constitución, lo que entonces siembra dudas sobre el verdadero alcance de esta iniciativa, que podría ir más allá de una cuestión meramente pedagógica. De insistir en este camino, se plantearían además dudas no menores, como qué entidad tendría a su cargo estas “clases”, cuál sería su costo fiscal y si es posible asegurar la imparcialidad respecto del criterio que ha expresado el gobierno.

No parece razonable que frente a una materia de alta sensibilidad como la Constitución se insista en seguir improvisando y no se zanjen aspectos cruciales, como cuál será el mecanismo por medio del cual se pretende llevar a cabo la reforma -inexplicablemente sigue en la indefinición, y ahora serán los partidos los que deberán definirlo para una “segunda etapa”-y cuáles serán los contenidos sobre los que deberá deliberar la ciudadanía. Ello también exige consistecia con un aspecto central, respecto de la verdadera necesidad de dictar un nuevo texto constitucional. El propio ministro del Interior, partidario de la idea, reconoce sin embargo que la actual carta ha sido “eficaz”.

A la espera de definiciones más de fondo en materia constitucional por parte del gobierno, sería un paso muy inconveniente que se intenten aprovechar instancias de “diálogos ciudadanos”, “cabildos” o posibles “clases” para sesgar a la opinión pública en favor de una determinada alternativa.