Entrevistó al escritor americano Richard Ford, al italiano Claudio Magris, al ex vocalista de Los Prisioneros, Jorge González, y afirmó que la apuesta literaria del español Enrique Vila-Matas es "mezclar la realidad con la ficción y que el embrollo sea tal que nadie se dé cuenta". Eso hizo Gonzalo Maier cuando trabajó por años en la prensa escrita. Luego, se retiró. Es más: se fue del país. Hoy tiene 30 años, vive en Bélgica, cursa un doctorado de literatura en Holanda y lanza su segunda novela.
Maier pensó una década cómo volver a escribir un libro luego de El destello, que publicó a los 18 años. Lo que apuntó algún día sobre el narrador español le sirvió como premisa para su segunda obra. Leyendo a Vila-Matas es el viaje en tren de Maier, el narrador, desde París a Barcelona, donde se dirige a entrevistar al autor de Bartleby y compañía.
"El mejor funeral que le podía dar a mi carrera de novelista era escribir sobre Vila-Matas, el rey de los antiescritores, de los renunciados y de los desertores que, en lugar de cumplir su misión, desaparecen como Houdini", se lee en el libro.
Al teléfono desde Bélgica, el escritor recuerda su labor de periodista cultural. "Es raro el periodismo. Sirve para todo, y eso que nunca he sido un periodista muy en serio. Trabajar de periodista es como aprender Tai Chi, sirve para la vida".
Leyendo a Vila-Matas se inicia así: "Voy rápido. Insoportablemente rápido. De hecho, escribo estas líneas en un tren que avanza a 287 kilómetros por hora rumbo a Barcelona". En el trayecto, Maier conocerá a una joven alemana. Va sentada a su lado. Le contará su historia y ella la de su vida. Maier, el narrador-protagonista, vive en la ciudad belga de Amberes, junto a Paz, su pareja, y su hijo.
¿Cómo surgió Leyendo a Vila-Matas? "Quería intentar una autoficción: el texto egocéntrico de un lector de Vila-Matas. Quería creer que desde los libros de Vila-Matas podía contar una historia que no tuviera nada que ver con Vila-Matas", cuenta.
La novela sólo tiene 89 páginas, pero son muchas las historias que transcurren en el trayecto. Una noche se queda sin llaves el vecino de su casa en Amberes. Paz lo recibirá. Maier se pasa películas, cree que practicarán todas las posiciones del kamasutra en su ausencia. La relación de Maier con Van Rooy, su siquiatra, es otra historia paralela. Todo, mientras el tren avanza rápido.