Usted pudo entrevistar a Arquímedes Puccio ¿Cómo podría definirlo?

Lo entrevisté en julio de 2011, dos años antes de su muerte. Era un psicópata de manual. El tenía 81 años pero hablaba como si tuviese la mitad de la edad. Decía que iba a vivir 120 años. Tenía esa cuestión mesiánica de creerse siempre superior que el resto. Pronunciaba grande monólogos, no se arrepentía nada de los que había hecho. Solamente asumía con culpa que había cometido el último secuestro, el de Nélida Bollini de Prado, que lo había cometido por razones políticas no como un acto criminal, porque él decía que Bollini de Prado había enterrado desaparecidos durante la dictadura como NN, cosa que nunca fue probada. Puccio decía que él no había secuestrado a los empresarios, sino que todo era un complot político-policial.

¿Este caso y los secuestros fueron frutos de un momento convulso de la historia política de Argentina?

Totalmente. Arquímides Puccio estuvo vinculado a la Triple A, una organización armada que terminó siendo funcional a la dictadura, y en esa época militó en una organización de extrema derecha peronista. Puccio sabía cómo secuestrar, cómo desaparecer personas. El primero de los secuestros lo comete el año de la guerra de las Malvinas y el último en 1985, ya en época de la democracia. A su vez, Puccio fue producto de la dictadura y, a su vez, fue pionero en la industria del secuestro en la era de la democracia, porque hubo muchos secuestros de ese tipo en la década de 1980.

¿Por qué el clan de los Puccio mataba a los secuestrados?

Una de las razones operativas de por qué los mataban era porque actuaban a cara descubierta y porque los secuestrados los conocían, especialmente a su hijo Alejandro, que jugaba rugby. Alejandro fue importante para captar, como una especie de carnada, a los empresarios. Por eso los terminaban matando. Además de que Arquímides Puccio gozaba del ritual del asesinato. A sus cómplices les había hecho hacer un pacto de sangre, al estilo mafioso siciliano, porque su abuelo era siciliano.