Andrés Catalán es ingeniero civil industrial de una multinacional. Su trabajo es envidiable: viaja gran parte del tiempo por reuniones de marketing y gana más que bien. En los últimos meses estuvo en Hong Kong, Sudáfrica, Portugal, Estados Unidos y Ecuador. Pese a que se trata de culturas disímiles, su metro 93 de estatura le abrió la puerta a calurosas bienvenidas. "La llegada con gente nueva se me hace más fácil que a personas de menor estatura. Te miran de otra manera, te ponen más atención al hablar y te atienden mejor", cuenta. Andrés siente que ser alto es un valor agregado. Sin embargo, ese valor es mayor al que él estima: según una encuesta realizada por Gallup-Healthways Well-Being con datos recopilados de más de 400 mil personas mayores de 18 años en EEUU, las personas que son más altas que el promedio -1,77 m para los hombres y 1,62m para las mujeres- tienen una mejor calidad de vida, reconocen más emociones positivas en su vida y reciben mejor retribución económica en su trabajo.

"La estatura es un atributo deseable. Es un valor físico y cuando la gente considera valiosa a una persona atractiva, tácitamente es más inteligente, más honesta y tiene más condiciones para desempeñarse en alta exigencia", dice Marco Campos, psicólogo clínico de la U. Central.

Los estudios lo corroboran. Una investigación del National Bureau of Economic Research, de EEUU, concluye que existe una correspondencia entre altura y salario en los mercados norteamericano y británico tanto para hombres como mujeres: un aumento de 10 cm de altura se asocia con una mayor remuneración de un 10%. No es todo: las estimaciones de esa investigación dicen que un hombre norteamericano de 1,88 m tiene tres puntos porcentuales más de probabilidades de ser un ejecutivo y dos de ser profesional que un hombre que mide 1,77.

Esto no echa tierra encima de los más bajos, quienes saben cómo destacar. "Tienden a compensar la falta de estatura con estrategias como la agresividad, hablar fuerte o con el buen humor para destacarse", dice Birgit Nevermann, sicóloga y gerenta de Laborum Selección.

Desde la cuna

¿Por qué los altos? El libro Size Matters: How Height Affects the Health, Happiness, and Success of Boys, de Stephen S. Hall, entrega algunas pautas. Cita, por ejemplo, a economistas de Princeton que explican que los más altos son más inteligentes. "Tan temprano como a los tres años, los niños más altos se desempeñan mejor en tests cognitivos", afirman Anne Case y Christina Paxson, autoras, en su estudio. "Cuando son adultos, los más altos son más proclives a ser seleccionados en ocupaciones mejor pagadas que requieren habilidades verbales y numéricas más avanzadas y mayor inteligencia". El estudio afirma que el que ganen más se explica por estar mejor capacitados y no por discriminación. Un dato: el libro afirma que sólo tres de 43 presidentes norteamericanos -James Madison, Benjamin Harrison y Martin van Buren- han medido menos de 1,70m. Y es sabido que en una elección presidencial, el candidato más alto gana.

Las investigadoras también lo relacionan con la importancia de una buena nutrición en la niñez, que determina tanto la altura como la habilidad cognitiva. "Una mala alimentación o la carencia de factores de crecimiento, como proteínas o zinc, determinan una menor talla cuando adultos. Esas personas luego van a realizar labores de menor satisfacción laboral", explica Pamela Rojas, nutrióloga de la Facultad de Medicina de la U. de Chile.

Hay más. Si la altura no trae de la mano mayor inteligencia, sí puede potenciar características como seguridad y autoestima. Las universidades de Groningen y Valencia estudiaron a 549 hombres y mujeres de los Países Bajos y España para ver qué tan celosos eran y qué los hacía sentir más inseguros. La mujer de altura promedio era la menos celosa, pero tendía a sentirse insegura con mujeres más altas que ella. En tanto, los hombres altos serían menos celosos y más relajados, porque la estatura se asocia con atractivo, dominio y éxito reproductivo.