Avanza por su teléfono buscando una foto. Es un eco de la memoria, dice el escritor francés Philippe Claudel. La sacó hace un par de semanas, mientras buscaba hongos con su hija en un bosque cerca de su casa, en el noreste de Francia. Después de uno o dos minutos buceando en su BlackBerry, encuentra la imagen: parcialmente enterrada en una tierra oscura se ve una bomba. Está oxidada, es vieja, según él data de la Primera Guerra Mundial y sigue siendo muy peligrosa. Para el autor de Almas grises, el hallazgo es otro más en la historia de su infancia: Claudel creció jugando entre restos de batallas de las grandes guerras que en el siglo XX azotaron a Europa y a su país. Ecos que luego se transformarían en la escenografía de los conflictos morales de sus novelas.
Figura central de la narrativa francesa actual, Claudel (51) ha explorado en novelas como Almas grises, El informe de Brodeck y La nieta del señor Linh los ingratos efectos de las guerras en personajes de difusos contornos éticos. Ayer, el escritor llegó a Chile para participar en el Festival Puerto de Ideas de Valparaíso (ver nota secundaria). Es, probablemente, uno de los invitados de mayor tonelaje del evento, sobre todo tras la cancelación de Michel Houellebecq. Para Claudel, sin embargo, su compatriota es "famoso por malas razones, sólo por su comportamiento". Y agrega: "Creo que sólo su primera novela, Ampliación del campo de batalla, es buena. Desafortunadamente, cada uno de sus siguientes libros es un retroceso".
Claudel, que esta tarde también estará en la Feria del Libro de Santiago, es además un reconocido cineasta. Sus dos películas, Hace mucho que te quiero y Silencio de amor, se exhibirán el viernes y el sábado, a las 16 horas, en el Centro de Extensión Duoc de Valparaíso, más conocido como Edificio Cousiño. Son la antesala para su nueva cinta, que se estrena en Francia en diciembre: Avant l'hiver, protagonizada por Kristin Scott Thomas y Daniel Auteuil, según Claudel, "es la historia de un matrimonio de 60 años que de pronto se ve obligado a preguntarse si la vida que llevan es la que querían".
Antes de los libros, antes del cine, Claudel fue profesor y, más que en colegios tradicionales, enseñó en hospitales, instituciones correccionales y cárceles. La experiencia de lidiar con delincuentes fue decisiva: "Fue una experiencia humana muy importante. Descubrí la verdadera naturaleza humana. Descubrí que la gente en las cárceles no son monstruos. Es gente como tú o como yo, que muchas veces su única diferencia fue haberse ubicado fuera de las fronteras entre lo bueno y lo malo. Pero esa línea divisoria es muy delgada. Descubrí una gran zona gris".
De esa zona gris parecen haber salido varias de sus novelas.
Es verdad. En cierto modo, creo que sin esa experiencia habría sido imposible para mí escribir novelas como Almas grises o El informe de Brodeck. Esos libros son el resultado de esos años.
¿Cómo recuerda Almas grises, su primer gran éxito?
Fue extraño. Antes de ese libro, estaba muy feliz de tener un grupo de lectores de, no sé, 14 mil lectores. Era maravilloso. De pronto, pasaron a ser 300 mil con Almas grises. Es extraño porque para mí no es un libro excepcional, no mucho mejor que los que había escrito antes. Creo que el éxito también tiene que ver con el clima de la sociedad y el momento adecuado para publicar un libro preciso.
Esa novela, al igual que El informe de Brodeck y La nieta del señor Linh, está cruzada por el tema de la guerra y sus efectos.
Vivo en un pequeño pueblo del noreste de Francia, rodeado de bases militares y antiguos campos de batalla. Cuando era niño solía jugar en el bosque y era normal encontrar bombas, balas, etc. La guerra había estado ahí. Sigue ahí. La memoria está bajo tierra. Pero más que eso, si en mis libros aparece la guerra es por razones más profundas: estoy fascinado con la capacidad de los seres humanos de destruirse. Por esa dimensión autodestructiva con la que cargamos. A la vez, somos capaces de los más increíbles actos de amor.
¿Cree que esa violencia que antes golpeó a Francia en forma de guerras sigue presente? ¿Le interesa literariamente?
Vivimos en un mundo violento. Es una guerra económica la que más inquieta. Ocurre en los países ricos y en los pobres, se expande la desigualdad. Hace tres años publiqué la novela L'Enquête (aún no traducida al español), que intenta retratar este extraño mundo económico. Es sobre un fenómeno nuevo, no sólo de Francia, en que la gente se suicida en las oficinas de sus compañías. No en su casa, en un río o donde sea, sino en su escritorio. Creo que es una manera de mostrar que el problema de esos suicidas no es personal, sino de un sistema económico y socialmente abusivo.
¿Dónde se siente más cómodo: en el cine o la literatura?
Desde hace cinco años el cine se ha convertido en el arte más importante de vida. Más que los libros. Este es un momento extraño, pues mi mejor amigo y editor murió en abril pasado, Jean-Marc Roberts. El era muy importante en mi vida privada y literaria. Estoy como en un jet lag. Creo que he descubierto que escribía para él. Tengo que encontrar un nuevo comienzo para volver a escribir novelas.