Para el pueblo mapuche es un lugar de almas perdidas, de aguas tibias, cercano a la cordillera de Nahuelbuta y rodeado de valles, marcado por un verde único, según dicen los habitantes de Contulmo y Cañete, comunas de la Región del Biobío que se benefician con las bondades del lago Lanalhue.
Ubicado a más de 650 kilómetros de Santiago, basta un pequeño recorrido por ambas localidades para constatar la mezcla de culturas en la que convergen chilenos, mapuches y descendientes de alemanes. En medio del valle de Elicura, desde hace dos décadas Miguel Leviqueo, lonco de las comunidades Meliman Llanquitray y Meliman Mahuida, decidió dedicarse al turismo y levantar en sus terrenos una ruca y dos pichirucas, construcciones de paja y madera de eucalipto de menor tamaño, en las que el visitante puede alojar en su interior y vivir la experiencia de dormir en camas de paja, cubrirse con frazadas de lana de cordero, alumbrar el lugar con chonchones o lámparas artesanales, y protegerse del frío con braseros que facilita el mismo lonco. Lo demás, dicen los comuneros, lo regala la naturaleza: un cielo estrellado, el olor de la naturaleza y una vista a la cordillera de Nahuelbuta.
"Experiencia alucinante"
"La experiencia que viven es alucinante, las pichirucas no tienen electricidad, ellos sólo van a tener la luz natural para apreciar el paisaje del valle de Elicura, que genera una purificación, el aire rico, fresco, de mucho newuen (fuerza)", dice el lonco Miguel Leviqueo.
En la denominada Ruca Lelbún dicen que cada año reciben a turistas nacionales como extranjeros, siendo los que más destacan brasileños, franceses y norteamericanos.
Es ahí donde Raúl, uno de los hijos del lonco, se ha convertido en pieza importante para recibir a los turistas, ya que estudió turismo y, junto al mapudungún y el español, maneja el inglés.
"A los turistas les gusta y llama la atención poder quedarse en una de estas pequeñas rucas con dos camas. El valor por día es de 25 mil pesos, pero también les damos la alternativa de acampar", dijo Raúl Leviqueo.
Al interior de la ruca mayor, de cinco metros de alto y 12 de ancho, el visitante se encuentra con telares, trabajo artesanal en platería, puede degustar tortillas hechas en un fogón al centro del lugar, ser testigos del juego del palín, el toque del cultrún, la trutruca y el trompe, que se realizan en torno a tres chemamull, esculturas mapuches que representan la cabeza y el cuerpo de una persona, que en sus orígenes se usaban para acompañar velorios indígenas.
"Tengo el sueño de restaurar más mi cultura mapuche", dijo Leviqueo.