Señor director:

La gran mayoría de los expertos asegura que los motivos que provocaron la reciente catástrofe en el norte no son infrecuentes, por tanto, el aprendizaje que éste debe dejarnos es cómo evitar que futuras catástrofes naturales vuelvan a afectar la vida de tantas personas.

Planificar y desarrollar ciudades que sean vivibles y seguras es una de las grandes deudas de nuestro país, dado que la construcción en zonas de inundación, aludes y lahares es demasiado frecuente. Realidad de la que lamentablemente nos preocupamos sólo en situaciones extremas.

A pesar que está establecido en la Nueva Política Nacional de Desarrollo Urbano, la verdad es que las políticas chilenas en esta materia olvidan la planificación. Los problemas vistos en el norte nacen de una falta de organización territorial, o sea, de cómo se articula el territorio para las zonas de producción agrícola, minera, de extracción de áridos y/o de explotación forestal, y cómo éstas impactan en la geomorfología, especialmente, en los cursos de agua.

Si bien los gobiernos locales desarrollan planes reguladores de sus áreas urbanas, y las áreas rurales cuentan con una normativa central de planificación, en la práctica ésta no se cumple y menos se fiscaliza. Esto es el problema de no concebir el territorio como un sistema articulado que considere lo urbano, lo productivo, lo ecológico y lo geofísico.

Es clave revisar la descentralización de las políticas públicas, para que los gobiernos locales sean gestores de su propio territorio. Y a nivel central, como local, desarrollar estructuras de diagnóstico y gestión de situaciones extremas, para poder elaborar planes de acción en caso de catástrofes de este tipo.

Carlos Aguirre Nuñez

Director de la Escuela de Construcción de la U. de Las Américas