CUANDO terminó la Guerra Fría, algunos analistas proclamaron que la "geoeconomía" había reemplazado a la geopolítica. El poder económico se convertiría en la clave del éxito en la política mundial -un cambio que, para muchos, conduciría a un mundo dominado por Japón y Alemania.
Hoy, algunos interpretan el incremento de la participación de China en la producción mundial como un cambio fundamental en el equilibrio de poder global, pero sin considerar el poder militar. Sostienen que una potencia económica dominante pronto se convierte en una potencia militar dominante, olvidando que Estados Unidos fue la principal economía del mundo durante 70 años antes de convertirse en una superpotencia militar.
El poder militar, que algunos llaman la forma esencial de poder en la política mundial, requiere una economía próspera. Pero si son los recursos económicos o los militares los que producen más poder en el mundo de hoy depende del contexto. Hoy, China y EEUU son altamente interdependientes económicamente, pero muchos analistas malinterpretan las implicancias para la política del poder. Es verdad, China podría poner a EEUU de rodillas si amenazara con vender sus tenencias de dólares. Pero eso no sólo reduciría el valor de sus reservas al debilitarse el dólar, sino que pondría en peligro la demanda estadounidense de importaciones chinas, generando pérdida de empleos e inestabilidad en China. En otras palabras, poner a EEUU de rodillas podría significar para China someterse a una situación aun peor.
Juzgar si la interdependencia económica produce poder requiere analizar el equilibro de las asimetrías. En este caso, se asemeja a un "equilibrio de terror financiero", análogo con la interdependencia militar de la Guerra Fría en la que tanto EEUU como la URSS podían destruir al otro en un intercambio nuclear.
Los recursos económicos son cada vez más importantes en este siglo, pero sería un error descartar el rol del poder militar. Como dijo el Presidente estadounidense, Barack Obama, al aceptar el Premio Nobel de la Paz en 2009: "Debemos empezar por reconocer la dura verdad de que no erradicaremos el conflicto violento mientras duren nuestras vidas. Habrá veces en las que los países -en una acción individual o concertada- encontrarán que el uso de la fuerza no sólo es necesario, sino que está moralmente justificado".
Los mercados y el poder económico descansan en marcos políticos que, a su vez, dependen no sólo de normas, instituciones y relaciones, sino también de la administración del poder coercitivo. Un Estado moderno bien ordenado ejerce un monopolio en el uso legítimo de la fuerza y permite operar a los mercados internos. A nivel internacional, donde el orden es más tenue, las preocupaciones residuales sobre el uso coercitivo de la fuerza, aunque sea una probabilidad baja, pueden tener efectos importantes -inclusive un efecto estabilizador.
De hecho, metafóricamente, el poder militar da un grado de seguridad que es al orden lo que el oxígeno es a la respiración: se percibe poco hasta que se hace escaso, y entonces su ausencia domina todo lo demás.