"Un poco de sinceridad es una cosa peligrosa y mucha sinceridad es absolutamente fatal", escribe Oscar Wilde en El crítico como artista. Efectivamente, que alguien diga que el trabajo este no es gran cosa, que la forma de bailar de fulanito es medio chistosa o que tal persona tiene un gesto baboso, puede ser suficiente. Recibir una crítica, antes que nada, conmociona. El corazón se acelera, los músculos se tensan, sube la presión sanguínea y se activa el ancestral estado de alerta, se prepara para la batalla: la defensa. Porque un comentario negativo, aunque sea constructivo, nunca es agradable. Pero, los científicos lo han estudiado: controlando esa primera barrera de enojo, y si la crítica fue bien dada, esta será la mejor forma de corregir los errores.

Dejando de lado los típicos consejos como suavizar el lenguaje o siempre criticar el comportamiento y no a la persona, los neurólogos y sicólogos se han dedicado a la investigación. Y en ese empeño, han descubierto que, contrario a la actual corriente que postula la conveniencia de soslayar los aspectos negativos para concentrarse en los positivos -y así reforzar la confianza de las personas-, las críticas son un aspecto esencial para el desarrollo. Tanto, que en la mayoría de los casos es más intensa y efectiva que unas palmadas en la espalda o premio a modo de reconocimiento.

¿Por qué? Porque las críticas nos dan miedo. Y eso nos pone en alerta. Porque quien recibe el feedback negativo a nivel cerebral es el sistema nervioso simpático, el que nos prepara para la acción, un circuito mucho más sensible que el que procesa los comentarios positivos, el de los ganglios basales, zona ubicada justo fuera de la corteza cerebral y ligada a tareas como el aprendizaje progresivo de diversas funciones cognitivas y emocionales. Mientras ambos circuitos nos enseñan -el feedback positivo consolida los aciertos que logramos al aprender-, el negativo es el que activa la respuesta más intensa.

Sin embargo, y aunque las correcciones y críticas son más efectivas y naturales que las alabanzas para los adultos, debido a la complejidad del proceso mental, para los niños es mucho más fácil aprender cuando los comentarios son positivos: "¡Qué bien que te vayas por la parte más ancha!" en vez de "¡Cuidado! ¡No te vayas a caer!".

El sesgo negativo

Distintos estudios muestran que las personas ven más las pérdidas de dinero que las ganancias, más lo que parece molesto que lo agradable y hasta escuchan más un ruido disonante que uno armónico. Es lo que en términos científicos llaman el sesgo negativo del cerebro y es clave en nuestra percepción de las críticas y posterior aprendizaje

En esos términos, las investigaciones del neurocientífico John Cacioppo, profesor de la Universidad de Chicago, demostraron que la zona cerebral encargada de procesar lo negativo presentan más actividad ante comentarios negativos, que la positiva ante feedback positivo. Así ocurrió, por ejemplo, en un estudio en el que a 33 alumnos de la Universidad Estatal de Ohio les pasaron 36 imágenes de las cuales dos eran positivas (un Ferrari, pizza) y dos negativas (como un gato mutilado) y las demás eran neutras (un plato, una secadora). En todos los participantes se obtuvo mayor actividad cerebral en respuesta a las imágenes negativas en comparación con las imágenes positivas y neutras.

Pero no todas las críticas consiguen el mismo efecto de aprendizaje. La memoria selectiva se encarga de que no todo sea tan oscuro ni tan brillante.

El doctor Jeffrey Green, de la Universidad de Virginia, en EE.UU., ha estudiado cómo las personas procesan los comentarios. En una serie de experimentos que ha publicado durante los últimos dos años, ha obtenido respuestas sobre cómo una crítica percibida originalmente como agresiva pasa a ser constructiva.

De acuerdo con sus investigaciones, si un comentario negativo amenaza la idea que tenemos de nosotros mismos, la respuesta a nivel cerebral es descartarlo. "La gente tiende a ser estratégicamente flexible. No pasa por alto toda la información sobre ellos mismos, sino sólo la más amenazante: los comentarios que se refieren a los aspectos más centrales o apreciados de sí mismos", explica Green a La Tercera. Es por eso que aunque cada frase negativa produce dolor, sólo algunas llegan a generar modificaciones conductuales. En esos términos, lo que resulta de una crítica mal dada es que molesta, pero no corrige.

Profundizando en los efectos del feedback negativo, Green también investigó la efectividad de las críticas a partir de quien las diga: personas muy cercanas, como un amigo o la pareja, o por personas ajenas. El experimento arrojó que las personas recuerdan más las críticas hechas por personas muy cercanas, mientras las realizadas por desconocidos fueron rápidamente olvidadas.

Para el especialista, la clave está en que quien recibe la crítica no se siente amenazado por un comentario de un cercano, porque cree que la relación no cambiará a partir de un error o un defecto. "Cuando amigos muy cercanos, parientes o incluso jefes (cuando piensas que seguirá siendo tu jefe por mucho tiempo) te da feedback negativo, probablemente estarás más abierto al aprendizaje", dice el doctor en sicología.

Otro aspecto que Green comprobó en sus investigaciones, es que contrario a la creencia de que quien está dispuesto a mejorar recibe las malas críticas con desaliento, los individuos en proceso de superación son muy receptivos al feedback negativo.

Los niños

Es precisamente este complejo proceso intelectual para corregir lo que hace que para los niños sea todavía muy difícil aprender de los errores y menos de las críticas.

En el laboratorio de Cerebro y desarrollo de la Universidad Leiden en Holanda, Eveline Crone y su equipo han escaneado 60 cerebros de niños y adultos para saber cómo reaccionan a la retroalimentación negativa y positiva, y cuál es su capacidad de aprender ante esas respuestas. Investigaciones de comportamiento anteriores habían sugerido que reaccionaban de forma excesiva a las críticas, pero no se había comprobado si, a pesar del mal rato y la angustia, lograban aprender.

Entonces hicieron un experimento inédito. Por primera vez se escanearon los cerebros de personas de distintas edades para comparar su reacción a los comentarios buenos o malos: un grupo de niños de entre ocho y nueve, otro de entre 12 y 13 años, y otro de adultos de entre 18 y 25 años. Mientras los científicos miraban la actividad cerebral de los participantes por resonancia magnética, estos hacían una tarea en que debían descubrir reglas. Si lo hacían bien, aparecía un visto bueno en la pantalla, de lo contrario aparecía una cruz. Las imágenes mostraron las partes del cerebro que se activaron: la diferencia entre niños y adultos se observó sobre todo en las áreas responsables del control cognitivo, el aprendizaje, en la corteza cerebral.

En los niños de ocho y nueve años, estas áreas del cerebro reaccionaron fuertemente a los comentarios positivos y apenas respondieron a la retroalimentación negativa. Pero en los niños de 12 y 13, y también en los adultos, ocurrió exactamente lo contrario: sus cerebros se activaron más fuertemente por las respuestas negativas. Según Crone explicó a La Tercera que esto significa que "los niños aprenden mucho menos de los comentarios negativos que los adultos y mucho más de los positivos". Porque aprender de los errores es un proceso intelectual mucho más complejo que repetir los aciertos. Implica preguntarse qué es lo que está mal puntualmente, qué llevó a cometer el error y pensar una forma de solucionarlo. Aunque los niños se angustian tanto como los adultos con una crítica, no saben aprender de ellas.