Se ha dado cuenta cómo son retratados últimamente los muchachos en las películas? A menos que usted viva debajo de una roca, debe haber visto algunas de éstas: Ligeramente embarazada, Soltero en casa, Pase libre.

Todos los papeles masculinos protagonistas son presentados como perdedores desechables, usualmente incapaces de hacerse responsables de sí mismos, a menudo inventores de estrategias enredadas, pero rara vez exitosas, para acostarse con alguien, y por lo general, personas que van en la dirección contraria a cualquier tipo de compromiso. No sólo eluden el futuro, en ocasiones intentan revivir las glorias pasadas para evitar vivir en el presente. Pareciera que estos tipos no tienen mucho valor que contribuir a la sociedad más allá de su habilidad para entretener a otros personajes masculinos y, por supuesto, a la audiencia.

Podría ser que los medios sólo estén reflejando tendencias de la vida: en las cifras, los chicos primero fallan académicamente, luego van de chica en chica en términos sociales, y terminan fallando sexualmente con las mujeres. ¿Pero y si lo contrario fuera verdad?

A pesar de lo entretenidas que pueden ser estas películas, ¿cuáles son los efectos que pueden tener estos estereotipos sobre lo masculino en los muchachos que crecen viéndolas? Cuando realizamos una encuesta a 20 mil personas para nuestro libro The Demise of Guys: Why Boys Are Struggling and What We Can Do About It (La desaparición de los hombres: por qué los chicos la llevan difícil y qué podemos hacer por ellos), queríamos descubrir los factores que contribuyen a los problemas motivacionales y sociales de los hombres jóvenes de la actualidad. La respuesta más común que obtuvimos dentro de un amplio espectro -casi dos tercios de los encuestados estaba de acuerdo- eran los mensajes contradictorios de los medios, de las instituciones, de los padres y de los pares, acerca de cuál es el comportamiento masculino aceptable y deseable.

Esto significa que los chicos no están seguros de qué significa ser un hombre, que las personas que deberían mostrarles el camino no son guías accesibles y que esto está afectando su habilidad de tener éxito. En especial, los padres han abandonado la pelota: Estados Unidos lidera en el mundo industrializado la falta de padres. El 40% de todos los niños estadounidenses nace de madres solteras; la cifra es de 50% para las madres menores de 30 años y de 70% en el caso de las afro-americanas. Mientras las mamás son estupendas en brindar amor incondicional sin importar el desempeño de sus niños, los papás motivan a los hijos a intentarlo con más ahínco, a no rendirse, a trabajar para tener éxito. Pero incluso aquellos que tienen padre, el chico promedio en edad escolar sólo tiene una media hora de conversación cara a cara a la semana con su papá. Compare eso con el promedio de 44 horas semanales frente al televisor o a una pantalla de computador.

Sin buenos modelos masculinos en la vida real, los chicos se confunden respecto de cuál es el comportamiento masculino aceptable. No ven caricaturas en las imágenes que presentan los juegos de video, las películas, la televisión y la pornografía. Estudios recientes realizados por Maya Götz y Dafna Lemish revelaron que los muchachos son más vulnerables que las muchachas para absorber los mensajes de los medios. Las chicas por lo general escogen aquello que les gusta de cierta historia y la incorporan en sus fantasías, pero los chicos se imaginan a ellos mismos en la posición de sus héroes y desean experimentar una historia similar a la de la versión original.

Los niños no están pasando el tiempo suficiente con sus padres o mentores para que puedan mostrarles las cosas cómo deberían ser con el fin de comportarse como hombres sanos… y esto ya no es un problema aislado. Esta es la primera vez en la historia estadounidense que los muchachos están obteniendo menos educación que sus padres. Muchos hombres jóvenes ven negro su futuro y cerca del 70% de ellos no se siente tan capaz como sus pares de otros países del primer mundo.

En el documental de 2006 de la PBS, Raising Cain: Boys in Focus (Criando a Cain: Los chicos en foco), descubrimos que un impactante 85% de todas las medicaciones de estimulantes son recetadas a chicos estadounidenses. Esta interacción cerebro-comportamiento también es impactada por la variable social de la paternidad. Un estudio de 2010 en un millón de niños suecos, de entre seis y 19 años, encontró que los jóvenes criados por padres o madres solteros tenían más probabilidad de recibir medicación por trastorno de déficit atencional e hiperactividad, y el Centro Nacional de Estadísticas Sanitarias informa que el hijo que vive sólo con su madre tiene 375% más de posibilidades de requerir tratamiento profesional por problemas emocionales o conductuales.

Existen nuevas pruebas de causalidad recíproca entre los problemas de atención e impulsividad y los juegos de video. Investigadores de la U. del Estado de Iowa y de Singapur examinaron a más de tres mil niños y adolescentes durante un período de tres años y descubrieron que, aunque se controlara el género, la edad, la raza, el estatus socioeconómico y problemas de atención temprana, los niños que pasaban más tiempo en los juegos de video tienen una tasa más alta de problemas de atención. También descubrieron que los niños que son más impulsivos o que comienzan con más problemas de atención pasarán más tiempo en los juegos de video, lo que después conducirá a una mayor probabilidad de problemas de atención o de impulsividad. Los juegos de video también han sido asociados con un menor desempeño escolar, con la desensibilización o la violencia, y pueden influir en cómo uno aprende y socializa, debido a una falta de equilibrio entre el tiempo gastado en jugar y en otras actividades, como socializar con amigas y chicas.

Las escuelas también se están volviendo crecientemente en lugares en los que los hombres no están presentes cómo mentores o modelos a imitar. Según la Asociación Nacional de Educación, la cifra de profesores masculinos se está aproximando a la más baja en 40 años. Con lecturas obligatorias que tienen heroínas, como Cumbres borrascosas, y la eliminación de los recreos y del aprendizaje manual, para los chicos se está volviendo difícil encontrar a alguien que les sea interesante o que estimule su imaginación.

Los juegos de video se han vuelto una alternativa encantadora para las fantasías de los chicos. Dada la opción entre las tareas escolares tradicionales y los juegos de videos interminables y excitantes, existe poco espacio para elegir. El típico joven adolescente promedio se pasa unas 13 horas a la semana en los juegos de video. Esto suma unas 676 horas al año, o el equivalente al mes de febrero completo. Jane McGonigal, Ph.D., Director de Investigación y Desarrollo de Juegos en el Instituto del Futuro de Palo Alto, estima que un joven promedio habrá jugado unas 10 mil horas a la edad de 21 años. Para poner esto en contexto, a un típico estudiante de college le toma la mitad de ese tiempo (4.800 horas) para obtener el grado de bachiller.

Exacerbando el problema para los chicos y los hombres jóvenes está la nueva accesibilidad, las 24 horas, los siete días de la semana, de pornografía gratis. El uso excesivo y aislado de la pornografía se ha vuelto una forma de adicción cada vez mayor, en la cual uno necesita variedad para evitar la habituación, y la industria del porno, como la de los juegos de video, está lista y dispuesta para brindar una oferta casi infinita de contenidos.

Es momento de que los hombres tomen su responsabilidad por nuestros niños. Es tiempo de que las madres no se contenten sólo con que su hijo esté "seguro" en su habitación, haciendo cualquier cosa, en vez de involucrarlo más completamente en conversaciones, instándolo a seguir cuáles son sus actividades en la semana, a invitar amigos, y ser un animal más social. La actual generación de chicos y hombres necesita modelos masculinos más reales, valientes, compasivos y heroicos y que estén menos modelados como los perdedores de las películas de moda.

*Nikita Duncan es sicóloga de la Universidad de Colorado y colabora frecuentemente con el doctor Zimbardo.

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