"El trasero de Nicki Minaj vale más que Tidal", se leía hace unos días en Twitter, aludiendo al virtual fracaso del servicio pagado de música por streaming (no disponible en Chile), lanzado el 30 de marzo por las mayores estrellas -Madonna, Rihanna y Beyoncé, entre varias-, bajo el liderazgo del astro hip hop Jay-Z. Hasta ahora Tidal no entusiasma y las cifras lo demuestran. El número de suscritos ronda los 770 mil, dato a pie de página ante los 60 millones de usuarios de Spotify. Cabe descontar los 597 mil ya enrolados en WiMP, el servicio reconvertido por Jay-Z para este propósito. Redondeando, sólo 173 mil inscritos en un mes.
¿Por qué no seduce Tidal? El atractivo más cacareado -mejor calidad de audio que alternativas similares pero gratuitas-, es sólo apto para melómanos. Al público promedio no le quita el sueño la posibilidad de un formato de gran definición, acostumbrado a reproducir música en una amplia gama de teléfonos celulares, donde esa clase de matices se pierden. Y al conocedor no le vuela la cabeza acceder a un catálogo tan mainstream en esas condiciones.
La promoción empatiza poco y nada. En el lanzamiento Alicia Keys proclamó pomposamente la voluntad de cambiar "el curso de la historia de la música", por cierto cobrando por aquello que otros servicios ofrecen gratis desde hace años lo cual -guste o no-, es parte de la cultura digital. Desde entonces, ante señales como el modesto número de suscriptores y la baja en las descargas de la aplicación, Jay-Z ha ido escalando en declaraciones hasta llegar al viejo argumento de la confabulación en contra, sin pruebas mediante. Tidal y sus artistas no sacaron lección alguna de la odiosidad que Metallica cosechó con Napster en 2000. A nadie le gusta ver ricos lloriqueando, aunque canten lindo.
Tampoco conecta el discurso de la plataforma de los artistas para los artistas, al menos a los consumidores no les incumbe. Sin embargo, acá surge un punto de expectativa sobre el futuro del sistema. En Tidal aseguran cuadriplicar lo que Spotify paga a los músicos. Y ya lo ha aclarado David Byrne: de lo poco que Spotify ofrece, el porcentaje mayor se lo llevan, como siempre, las disqueras. Según el ex líder de Talking heads, para que una banda de cuatro integrantes obtenga ganancias de 15 mil dólares anuales (un poco más de 9 millones de pesos), necesita que sus canciones sean reproducidas casi 237 millones de veces, inalcanzable para el artista promedio. Dato: el mayor himno pop de 2014, Happy de Pharrell Williams, acumuló 260 millones de pasadas. Spotify cancela entre 0,006 y 0,0084 dólares por reproducción, mientras Jay-Z y sus amigos ofertan, sin intermediarios, de 0,024 a 0,028 dólares. Por ese motivo Taylor Swift abandonó aquella plataforma, lo mismo Thom Yorke y AC/DC.
Apple debiera lanzar en junio un sistema de música por streaming a solo 7, 99 dólares, lo cual supone un dolor de cabeza para Spotify, que a su vez estaría tanteando sumar videos en su oferta. Ninguna de las opciones anteriores es música para los oídos de Tidal.