Lo que ocurre en nuestra mente cuando resolvemos un problema de manera repentina o inesperada va mucho más allá de ese momento que lo lleva a pararse de la silla y gritar ¡lo logré! Incluso más allá de la sensación placentera que esta situación le provoca cuando corre a contarle a su familia. Usted puede hacer la prueba en casa, simplemente tome un puzzle, un crucigrama o un sudoku. Resuélvalo y vea qué siente cuando encuentra la última palabra o consigue encajar el último número del acertijo.
En ese momento, usted no solo ha activado su circuito de recompensa y liberado dopamina (la hormona del placer) en su cerebro, sino que también ha trabajado uniendo débiles piezas de información gracias a la conexión de ambos hemisferios del cerebro de manera combinada, un ejercicio que pocas otras actividades le permiten hacer. Como resultado, su mente se hace más sólida, la posibilidad de experimentar problemas cognitivos a medida que envejece disminuye e, incluso, su sentido del humor se fortalece.
Este último factor ha probado en recientes investigaciones ser un aspecto clave de la habilidad para resolver esta clase de problemas. Los científicos llevan más de un siglo estudiando el proceso que subyace tras este pasatiempo, debido a que involucra un sistema de pensamiento subconsciente, muy distinto del que se requiere para resolver problemas de manera analítica. Los resultados no solo están ayudando a comprender mejor la conciencia humana, sino los mecanismos evolutivos que nos llevaron a ser la única especie con inteligencia superior, capacidad que nos condujo a dominar el planeta.
Circuito de placer
Daniel Bor, investigador de la Universidad británica de Sussex y autor del libro El Cerebro Voraz: cómo la nueva ciencia de la conciencia explica nuestra insaciable búsqueda de significados, explica en el texto que la evolución fue seleccionando organismos con mayor capacidad para procesar información y, en este contexto, el circuito de recompensa del cerebro comenzó a activarse cada vez que las personas resolvían repentinamente un acertijo de la vida cotidiana. Esto habría permitido a nuestros ancestros avanzar más rápido en el conocimiento, accediendo a respuestas de manera subconsciente, sin la necesidad de procesar analíticamente y prolongadamente la información.
Especialistas de la Universidad Northwestern que analizaron imágenes del cerebro mientras la gente resolvía puzzles comprobaron que las personas extienden su capacidad de atención, quedando propensas a procesar muchos estímulos a la vez. Todo lo contrario de lo que ocurría cuando intentaban concentrarse en la voz de una persona en una habitación ruidosa, cuando toda la atención se dirigía a filtrar las distracciones.
El mismo estudio comprobó que esto se consigue mejor bajo estados placenteros o de relajación. Un grupo de estudiantes debía resolver puzzles tras haber visto un video con la actuación de un humorista, mientras otro grupo vio videos de terror o documentales más bien aburridos. Los alumnos que se divirtieron antes resolvieron más puzzles, en la mayoría de los casos con soluciones inmediatas o repentinas del tipo "eureka", lo descubrí. Otro estudio de la Universidad de Toronto, que también analizó el efecto positivo del humor en la resolución de puzzles, señala que el área visual de las personas queda más propensa a captar información del entorno. En ambos estudios, el sistema de recompensa del cerebro registró un peak de actividad al momento de hallar la solución.
El resultado de estas investigaciones confirma estudios previos que señalan una relación entre el buen humor y la creatividad para la resolución de problemas. Y todo esto ayuda a explicar por qué el realizar puzzles es una actividad que consideramos placentera, especialmente cuando somos capaces de resolverlos: desde el momento previo a que los realizamos, hasta el momento que encontramos la solución, atravesamos por estados positivos de ánimo.
Salud mental
Pero además del placer asociado, la resolución de esta clase de problemas también ayuda a fortalecer el cerebro. Así lo comprobó un estudio del Instituto Nacional de Envejecimiento de Estados Unidos, que siguió durante ocho años a más de 1.200 personas con edades entre 70 y 79 años: quienes practicaban puzzles tenían una mayor expectativa de vida, mejores conexiones sociales con su entorno y sufrían menos enfermedades neurodegenerativas del cerebro como el Alzheimer.
Un estudio de la Universidad Rutgers que también analizó imágenes del cerebro sugiere que esto se debe a que al realizar puzzles de manera frecuente, ejercitamos nuestro cerebro en su totalidad. El hemisferio izquierdo, por ejemplo, se encarga del pensamiento lógico y es el que nos permite seguir una secuencia, como hacemos cuando ejecutamos una tarea matemática. El hemisferio derecho, en cambio, se encarga de las emociones: es el que guía nuestra creatividad y habilidades como la intuición.
Esta investigación mostró que al realizar puzzles se registra una actividad continua que involucra ambos hemisferios, lo que redunda en una actividad neuronal intensa. ¿El resultado? La eficiencia y capacidad del cerebro se incrementa, explicando los efectos benéficos que han demostrado los estudios sobre la resolución frecuente de puzzles.