Los números dicen mucho. Entre los años 1990 y 2004, el descenso de la natalidad en el país alcanzó un 21%. Si en 1980 las mujeres en Chile tenían un promedio de tres hijos, en 2007 se llegó a 1,8. ¿Qué significó esto? Que la tasa de recambio generacional, esto es, lo mínimo que requiere una sociedad para que los hijos reemplacen a su padre y su madre, está por debajo de lo requerido para ese fin. Sin embargo, ese escenario está viviendo un cambio.

Los nacimientos inscritos en el Registro Civil llevan cinco años consecutivos de aumento y quebraron la tendencia a la baja. El año 2005 marca un punto de inflexión: si los nacimientos ese año llegaron a 240.573, el 2009 se elevaron hasta los 265.840, con un último salto significativo de ocho mil nacimientos más entre 2008 y 2009. Además, la cifra de 2009 es la más alta de los últimos nueve años.

"Si todo permanece constante, este aumento debiera mantenerse. ¿Cómo? Por ejemplo, las políticas proinfancia que mejoran la participación laboral de la mujer puede colaborar en que siga aumentando la tasa de natalidad", explica Claudia Sanhueza, economista y académica de la U. Alberto Hurtado. ¿Se puede alcanzar la tasa de recambio, entonces? Para eso hay que esperar aún. Pero el repunte no es casual.

Estabilidad

"Hemos visto que el repunte de los nacimientos es cada vez más consistente", apunta Carlos Barrera, ginecólogo obstetra de Clínica Las Condes. El profesional dice que cuando está con sus pacientes cara a cara se da cuenta de que cualquier estímulo, como la seguridad de que todo va a salir bien o el bienestar económico, es un gatillante para que las mujeres se embaracen. Es como si bastara un empujón leve. "Para las personas sigue siendo muy importante tener hijos", complementa Florencia Herrera, socióloga UDP. Los hijos entregan estabilidad cuando corren días en que el trabajo genera incertidumbre y no se sabe cuánto va a durar una pareja. "Para las mujeres es especialmente importante alcanzar esa sensación de trascendencia y estabilidad", agrega.

La interpretación de los números arroja algunas hipótesis. Claudia Sanhueza, economista de la U. Alberto Hurtado, dice que si el baby boom se postergó porque las mujeres querían completar estudios y hacer carrera antes de ser madres, puede que hoy esa generación sea precisamente la protagonista de esta alza. Si es así, el escenario podría incluso dar luz a una nueva tendencia: que la incorporación de la mujer al trabajo no signifique reducción de la natalidad.

Si este aumento de los nacimientos continúa, evitaríamos caer en un escenario que ya viven algunos países europeos, donde el envejecimiento de la población ha significado una disminución de la población económicamente activa, por lo que los beneficios sociales se cubren con alzas de impuestos.

Cambio deseable

Los números no dan para sacar cuentas alegres aún. El doctor Enrique Donoso, académico del Departamento de Obstetricia y Ginecología de la Facultad de Medicina de la UC, analizó este aumento por tramos etarios en los años 2004, 2005 y 2006. ¿Conclusión? La natalidad aumentó en las adolescentes y en mujeres de edad avanzada. "Esto significa que el aumento se ha dado en los grupos de alto riesgo y lo deseable sería que se diera en la población de menos riesgo, la que tiene entre 20 y 34 años", explica. Ese dato se arrastra desde hace años: entre 1990 y 2004, la tendencia a la natalidad de las mujeres entre 20 y 29 años cayó en un 36,5%.

Carlos Barrera ha visto este escenario en su consulta y coincide con Donoso en la advertencia. "Esto eventualmente podría elevar algunos índices, como mortalidad neonatal, fetal o materna", dice. "El aumento de la natalidad es algo que sería muy bueno, pero no es éste el cambio demográfico deseable", concluye Donoso.