En 1954 Marilyn Monroe hacía los equilibrios propios de una estrella que está en la cresta de la ola. Recién casada con Joe DiMaggio y pese a que solo tenía 28 años, le pareció un buen momento para escribir sus memorias y así aclarar en primera persona las confusas historias que circulaban sobre su infancia y adolescencia, su fugaz primer matrimonio o sus orígenes en Hollywood. Además, escribir su vida le permitiría demostrar que aunque se había hecho famosa con papeles de encantadora rubia tonta, no lo era tanto.

No solo tenía ideas propias, sino que no le asustaba expresarlas. "Hollywood es un lugar donde te pagan 1.000 dólares por un beso y 50 centavos por tu alma. Lo sé porque rechacé la primera oferta bastante a menudo y cobré siempre los 50 centavos", escribe en uno de los capítulos de My story, editada ahora en España por Global Rhythm, en una edición que incluye las imágenes exclusivas de uno de sus fotógrafos de cabecera, Milton H. Greene, quien por los azares que rodearon a este accidentado libro (oculto hasta 1974, 12 años después de la muerte de la actriz) acabó siendo dueño de sus derechos.

Marilyn buscó a un escritor con garantías para que redactara My story y pensó en Ben Hecht, el hombre detrás de La ley del hampa, Scarface o Primera plana. Hecht y Marilyn se citaron durante el mes de marzo de 1954 en el hotel Beverly Hills de Los Angeles. Los agentes de la actriz y los del escritor habían llegado a un acuerdo para que el guionista hiciera de negro. Hecht no figuraría en los créditos.

La actriz puso sobre la mesa los detalles de su vida. Muchas de las reuniones acababan con ella llorando. Hecht, fascinado con el descarnado material que la actriz le estaba proporcionando, la llamaba "la belle temblores y lágrimas".

Un mes después de las entrevistas, el guionista ya tenía el borrador. A la actriz le gustó, tenía su voz, era ella. Michel Schneider, autor del libro Ultimas sesiones con Marilyn, escribía hace poco que de todos los libros que existen sobre la estrella, My story está entre los imprescindibles. "Aquí Marilyn se revela como una escritora dotada, vulnerable y sensible", dice.

Lo cierto es que el libro fluye a toda velocidad, en gran medida, gracias a sus vivos diálogos. Parece ligero, pero está cargado de intención. Hecht puso orden a los pensamientos de una mujer que ya mostraba su resentimiento hacia Hollywood y su tendencia depresiva: "Sí, había algo especial en mí y sabía de qué se trataba. Yo era el tipo de chica a la que encuentran muerta en su dormitorio con un frasco de somníferos en la mano".

Norma vs. Marilyn

El libro recoge anécdotas e impresiones de sus años como actriz anónima: "Cuando recuerdo aquel Hollywood desesperado, embustero y pedigüeño que conocí hace unos años, me entra nostalgia. Era un lugar más humano que el paraíso primero soñado y luego encontrado. La gente que lo poblaba, los impostores y fracasados, resultaban más llamativos que los hombres ilustres y los artistas famosos a quienes conocería muy pronto".

También están sus primeros choques con la realidad de aquel sueño ("En Hollywood la virtud de una chica importa menos que su peinado") y, una vez más, con los vaivenes de su propio ánimo ("Pero no todo era completamente negro. Aún no. En realidad nunca lo es. Cuando eres joven y gozas de buena salud, el lunes puedes planear suicidarte y estar riendo de nuevo el miércoles").

Marilyn relata con una naturalidad que asusta cómo su primera experiencia sexual fue (aunque no use la palabra) una violación. O cómo su primer amor (que no fue su primer marido, sino un amante que tuvo años después y cuya identidad oculta, porque es un hombre casado) la maltrataba: "Cuando él entraba en mi habitación y me tomaba en sus brazos olvidaba todos mis problemas. Incluso olvidaba a Norma Jeane. Incluso olvidaba que no era fotogénica.'Lloras con demasiada facilidad', me decía. 'Es porque tu mente no está suficientemente desarrollada. Comparada con tus pechos, es embrionaria'. No me importaba ser una estúpida si él me amaba. Yo andaba por el arroyo y él por la acera".

Finalmente, dejó al tipo, aguantó la soledad como pudo y siguió su camino. Después, entró en su vida Johnny Hyde, el cazatalentos que convirtió a Norma Jeane en Marilyn y que fue, hasta su temprana muerte, su mejor amigo y aliado.

Cuando Milton H. Greene compró los derechos de My story lo hizo para proteger a su amiga, que no quería que se publicara el libro después de que una revista adelantara su contenido, algo que ella vivió como una traición de Hecht. Greene lo mantuvo guardado hasta 1974; entonces lo publicó, pero ocultó la mano del guionista en el texto.

Probablemente, había algo más y el incidente de la revista solo fue la excusa para sacar el libro de circulación. No era un retrato amable de Hollywood: era incómodo de una manera profunda y, aunque le quedaban ocho años de vida, ya se intuía el precipicio final.

La mujer más deseada de Hollywood llegaba tarde a las citas, porque se distraía vaciando y llenando compulsivamente la bañera: "A veces conozco la verdad de lo que estoy haciendo. No es Marilyn Monroe la que está en la bañera, sino Norma Jeane. Estoy dándole gusto a Norma Jeane. Solía tener que bañarse en el agua que habían utilizado seis u ocho personas. Ahora puedo bañarme en agua tan limpia y transparente como el cristal. Y parece que Norma nunca tenga suficiente agua limpia".