Cuando un sacerdote decide dejar su ministerio, lo que hace es solicitar, a través de su superior jerárquico (obispo) la "dispensa del celibato", que es un proceso administrativo-canónico que lo resuelve el Papa, en Roma.
En primer término, mientras se desarrolla el proceso, el solicitante queda suspendido del ejercicio de su ministerio sacerdotal. No puede celebrar misa ni tener encargos pastorales. Luego, la argumentación se envía al Vaticano, donde es analizada por la Congregación para el Clero. Allí se elabora un informe. Y, finalmente, es el sumo Pontífice quien decide si entrega la gracia de la dispensa, a través de la cual el solicitante deja el ejercicio del estado clerical y se le levanta su obligación de ser célibe. Así, puede comenzar una vida conyugal. Sin embargo, no es la nulidad de su sacerdocio, ya que jamás pierde el sacramento.