DEMASIADO pocos fueron astrónomos, bomberos, pilotos de Fórmula Uno, futbolistas, científicos de la Nasa, escritores o actores de Hollywood. Cuando llegó la edad en que hubo que pasar de la imaginación a los hechos, la mayoría de los sueños no sobrevivieron. Se impuso la realidad. Y la realidad fue ingeniero comercial, abogado, sicólogo, arquitecto, contador, enfermera, periodista.
Ni aquí. Ni en otro lugar. Cumplir con lo que viene después de que a alguien le preguntan "¿qué quieres hacer cuando seas grande?" es una especie de batalla perdida de la humanidad. Aunque, para la tranquilidad de todos, una bastante menos dolorosa de lo que se cree a los 18.
Algo de esto, seguramente, ya intuyen los jóvenes que mañana estarán en pleno reconocimiento de salas para dar la PSU a partir del lunes. Y si no lo intuyen, las cifras siempre ayudan a poner el tema en su justa dimensión: sólo 21% trabaja hoy en algo relacionado con lo que soñaba hacer en la adolescencia. Del 79% restante, el 68% mantiene la esperanza de algún día hacer algo relacionado a lo que respondió cuando le preguntaron "¿qué quieres hacer cuando seas grande?". El estudio es de Laborum.com y en él participaron más de 850 personas.
¿Y qué pasa en otros países? La red social para profesionales, LinkedIn, se lo preguntó antes que usted (y, a su vez, se lo preguntó a más de 8.000 profesionales en todo el mundo) y ya se contestó: sólo el 8,9% de los trabajadores termina trabajando en lo que soñó.
Puesto así, entre los resultados en Chile y los de LinkedIn, pareciera que los sueños juveniles impajaritablemente terminan en el despeñadero y que lo que queda es la resignación. Pero no es así. O no tan así. Para muchos, el ideal es haber podido seguir la profesión que imaginó a los 16, para otros muchos fue un acierto no haber perseverado en las ideas juveniles. Para ambos grupos, y mirando hacia atrás, no llegó el dolor o la decepción que suponía cambiar el trazado. La vida se encargó de poner todo en perspectiva.
Las aspiraciones adolescentes están condicionadas por el entorno y la falta de madurez cerebral, más que por el análisis de las habilidades o los intereses. Recién a partir de los 20 años "hay una mejor comunicación entre las partes del cerebro que procesan las emociones, y las partes que son importantes para planificar el futuro, el equilibrio de riesgo y recompensa", dijo al Wall Street Journal, el sicólogo Laurence Steinberg, de Temple University.
En esos términos, es a partir de los 20 que hay mayor claridad sobre lo que realmente se quiere hacer y cómo proyectarlo a largo plazo. Y es aún mejor si la decisión llega unos años después. "Las investigaciones recientes en el desarrollo del cerebro sugieren que las personas están mejor equipadas" para tomar decisiones importantes de la vida a los 25 años, señala el periódico estadounidense.
Sin saberlo, sólo a partir de su experiencia, los consultados por Laborum.com coinciden con esa información: apenas el 7% dice que la adolescencia es una buena edad para decidir el futuro. La mayoría, más del 50%, declara que la edad ideal para elegir en qué se trabajará en la adultez es a partir de los 23 años.
El imperio de la realidad
Una persona durante su vida cambia de carrera -en promedio- de 3 a 5 veces, de acuerdo al Departamento del Trabajo de Estados Unidos. Y tiene, en promedio también, cuatro trabajos distintos (no necesariamente relacionados con su profesión), según la oficina de Estadísticas Laboral de ese país.
Un dato que confirma lo que siempre han dicho orientadores vocacionales y especialistas, más que una carrera en específico, lo que debiera importar es identificar el área en la que uno se quiere desarrollar. Porque seguir los sueños juveniles con rigurosidad de adulto puede no terminar tan bien.
Eso se refleja en otro ítem del estudio de Laborum.com. Cuando a los que sí trabajan en lo que soñaron en la adolescencia, se les pregunta si de tener la opción buscarían algo diferente, el 44% responde que lo haría porque "mis intereses son distintos ahora" y porque "no es lo que yo esperaba".
En el fondo, las metas son renovables. Y la frustración aminora cada vez que se van acomodando. Como dice Maricarmen Casanova (57), "no fue tan terrible no hacer lo que quería cuando era niña". Ella, junto a otros nueve entrevistados, dan cuenta a través de sus entrevistas de cómo van cambiando las cosas y las aspiraciones en la medida en que las personas van creciendo y madurando (ver recuadros). O como dijo la inglesa Emma J (54) cuando en un estudio longitudinal realizado en Gran Bretaña le preguntaron si había cumplido con el sueño que expresó para esa misma investigación a los 11 años y respondió: "Yo quería ser azafata. Ese sueño murió cuando no pasé del metro 50 centímetros de estatura. Así es la vida, supongo".
1. "La vida es otra cosa, no romanticismo"
Estaba entre dos alternativas: Enfermería o Pedagogía en Castellano. Yo pensaba que para Pedagogía no tenía vocación porque sólo me gustaba leer. Leía todo lo que cayera en mis manos. Pero en el colegio era muy chica como para saber, sobre todo en mi época. Hace 50 años éramos más infantiles, más inmaduros, más niños. Llevo 33 años haciendo clases; siempre en colegios. Me gusta el papel de educadora. Me mantiene vigente en muchas cosas, en vocabulario, en pensamientos, en formas de mirar la vida. No habría podido ser enfermera, porque habría somatizado todo lo de mis pacientes. Ese era un gusto más romántico, en ese tiempo tenía la idea de salvar gente, cuidarla, confortarla. Pero la vida es otra cosa, no romanticismo. Y no fue tan terrible no hacer lo que quería cuando era niña. En la práctica, cuando una se enfrenta a la realidad, se da cuenta si tiene pasta o no para hacer las cosas. Antes son sólo sueños, y la vida sigue. Al final una tiene claro que tiene que trabajar igual.
2. "En ese tiempo podías ser obstinado"
Iba al estadio desde niño y me quedaba mirando a los reporteros gráficos. Para mí era un sueño estar al lado de los futbolistas o poder sacarles una foto. Pero fui creciendo y me encontré con que tenía que estudiar algo más de verdad. Eramos cinco hermanos y era imposible para mis papás comprarme una cámara. Pero no por eso dejaba de ser un sueño que se despertaba todos los fines de semana. Nunca dije 'qué tanto si no lo cumplo'. Yo era obstinado. Muy obstinado. Tal vez porque en ese tiempo podías serlo y había oportunidades para dedicarte a lo que querías. Entré a estudiar Técnico en Control de Calidad y trabajé en Laboratorio Chile pensando en comprarme una cámara. Cuando me echaron, mis papás me dijeron 'busca un trabajo en lo que estudiaste'. Pero yo decía 'no, en algún momento me va a resultar'. Trabajé cinco años gratis en la revista Deporte Total, hasta que me empezó a ir bien. Yo morí con la mía y lo volvería a hacer. Si mi hijo pasara por lo mismo, le diría que en estos tiempos no es lo mismo… pero si es obstinado, no me quedaría más que ayudarlo. No puedo desconocer mi propia historia.
3. "Estoy arrepentida"
A los 15 quería ser profesora de Educación Física, pero al final opté por dejar contentos a mis papás y estudié Ingeniería en Informática. Tengo 43 años y todavía practico voleibol. Entreno dos veces a la semana y juego viernes, sábado y domingo en una liga... Siempre me quedó la espinita de ser profe de Educación Física. Ya no puedo hacerlo. Tendría que dejar de trabajar y ya estoy en la rueda: necesito pagar cuentas, tengo dos hijos y no estoy para cumplir mi sueño porque ya tengo responsabilidades de adulto. Estoy arrepentida. Es decir, me gusta mi vida, pero siempre está la espinita. Creo que la vida no me dio la oportunidad de hacer lo que quería. Hoy tengo un buen sueldo y buena situación, pero aunque hubiera ganado menos debería haber privilegiado lo que quería. Con los años he aprendido que es clave hacer lo que uno quiere. Soy feliz con mi familia, con mis hijos, con mi esposo, pero siento que eso es lo que me faltó para ser completamente feliz. Levantarme en la mañana sabiendo que me voy a dedicar a eso que siempre me gustó.
4. "Me daba sólo para hobbie"
Yo quería ser guitarrista de un grupo de rock. Pero soy ingeniero industrial... Con el tiempo me di cuenta de que en la vida hay que tener una actividad para autosustentarse y que los hobbies te permiten sólo darle un sentido más lúdico. Yo tenía un grupo desde los 14 años y tocaba hasta seis horas diarias, pero mis profesores me recomendaron que no me dedicara a la música porque -para ser franco- no era taaaan bueno. No era un genio musical y me daba sólo para hobbie. Elegí estudiar Ingeniería Industrial porque siempre tuve habilidades con los números. Actualmente soy subdirector de la Escuela de Informática y Telecomunicaciones del Duoc. La verdad, no me arrepiento porque es lindo tener sueños, pero a la larga le vas tomando importancia a otro tipo de cosas que cuando uno es joven no dimensiona. Uno nunca proyecta que va a tener que mantener a sus hijos, y tengo tres. Por eso es bueno escuchar a la gente, pero sin perder los sueños. La gracia está en poder compatibilizarlos. Tener la música como un hobbie ha sido fundamental. Cuando estoy estresado y toco, se me olvidan las preocupaciones.
5. "La esperanza nunca se pierde"
Siempre me ha gustado destacar. Por eso a los 15 años me di cuenta de que lo mío era la actuación. De chica mis papás me llevaban mucho al teatro y al ver que todos ponían los ojos sobre una persona me hacía soñar con eso para mí. Empecé a ir a castings a los 17. Hubo un momento en que dudé y busqué alguna carrera que me diera más solvencia, pero antes de salir del colegio mi profesor de teatro me dio el papel de María Magdalena en la obra de fin de año Jesucristo Superestrella, y terminé de convencerme a mí y a mi familia que yo era buena en eso. Todos creíamos que iba a destacar. Pero no fue así.
El primer golpe lo recibí en la universidad. Me di cuenta de que no era la única que destacaba; que la competencia era muy dura y simplemente había gente mejor. Ahora trabajo muy poco como actriz y pienso hacer un posgrado en gestión cultural, porque a eso estoy dedicada. Mil veces he pensado por qué no estudié ingeniería, quizás me iría mejor. Pero cuando actúo en alguna obra de teatro sigo sintiendo en la guata lo mismo que a los 15 y vuelvo a soñar. La esperanza nunca se pierde.
6. "No me imagino en nada más"
Cuando era adolescente quería ser profesora. Siempre me gustaron los niños y me motivaba mucho ver a mis profesoras en el colegio. Eran mi ídolas. Las encontraba dinámicas, entretenidas y tenían la camiseta súper puesta en lo que hacían. Se notaba que les gustaba, que había vocación y que lo pasaban bien. Yo siento que no me equivoqué al elegir esta carrera. Incluso saqué un postítulo en Sicopedagogía. Mi tema es la plata. Es una miseria de plata para el trabajo que se hace. Pero aun así, teniendo en cuenta que hay un reconocimiento bajísimo a lo que hacemos, elegiría este trabajo de nuevo. No habría estudiado otra cosa. Es que no me imagino en nada más. Creo que hay súper poca gente que trabaja en lo que quiso. Me doy cuenta porque uno conversa harto estos temas con la gente, sobre todo con otros profes. Y sí, siento que en ese aspecto soy una privilegiada. Le encuentro el lado más bueno que el malo a esto.
7. "Llevo años en esto y ya fue nomás"
Yo quería ser astrónomo. Me gustaban las estrellas y me iba bien en Física y en Matemáticas. Siempre se ha hablado que Chile tiene buenos cielos y que es un país apto para el estudio de la Astronomía. El campo es amplio y en ese momento había pocos expertos. Hasta segundo medio estaba totalmente convencido. Pero cuando llegué a tercero me tocó un profesor jefe que nos metía en la cabeza que si querías ser exitoso tenías que decidirte por una carrera tradicional: Ingeniería Civil, Comercial o Derecho. Si elegías algo diferente a eso, supuestamente no ibas a ser nadie. Y a esa edad, esas palabras tenían mucho peso. Como me gustaba de verdad la Astronomía, fue difícil encontrar un camino alternativo. Primero pasé a Construcción Civil y me fue mal. Después, entré a Comercial. Me costó tomarle el gusto, pero me acomodé porque era una carrera neutra. Ahora, tampoco me mata. Pero ya estoy en esto y le he tomado el gusto. No vivo preguntándome qué sería de mí si hubiera sido astrónomo. Llevo años en esto y ya fue nomás. ¿Si haría algo relacionado con Astronomía ahora? Ya no.
8. "Me salvé con mi elección"
"Señorita Márquez, no sé si respondió al azar o está muy confundida". Eso me dijo mi profesor en segundo medio cuando vio los resultados de un test vocacional que nos había hecho a todos. Fui la única de mi curso a la que no le salió una respuesta clara. Es que en ese tiempo me gustaba el teatro, la biología y ganaba concursos literarios, entonces mi abanico de posibilidades era muy amplio, me sentía buena para muchas cosas. Pero si me preguntas qué me gustaba de verdad, te respondo la biología. Por eso elegí Agronomía. Lo otro estaba funcionando sólo de distractor, porque estaba segura de que esto era lo mío. Hoy no me imagino haciendo teatro. Ese ambiente bohemio tiene poco que ver conmigo y no soy muy desinhibida. Por ejemplo, no podría hacer un desnudo. Me habría equivocado medio a medio… me salvé. En cambio, el ejercicio de esta carrera me gusta y siento que cuando siembras una semilla y terminas por cosechar un alimento, estás aportando con algo concreto. Por eso, a pesar de las dudas iniciales, hoy disfruto lo que hago.
9. "No me arrepiento de no ser músico"
Yo quería ser músico. Pero ya en cuarto medio me decidí por Ciencias Sociales, Sociología o Filosofía, y creo que lo hice bien con mi decisión, no me equivoqué. Yo creo que nos apuraban mucho para definirse. Soy de la generación de los 80, cuando era súper determinante que en cuarto medio tuvieras una carrera definida y no perdieras el tiempo.
En esa época uno tenía que tener un cartón universitario. Y las alternativas y oportunidades en esos momentos eran mucho menores. Ahora, para las generaciones actuales, hay un tema de ensayo y error que antes era impensado. Por lo mismo, siento que elegí bien, le achunté medio a medio a ser sociólogo en la UC y después complementarlo con internet y los nuevos medios (diseño digital). Lo que sí, si me preguntas ahora por el sueño de adolescente, te diría que me arrepiento de tener botada la guitarra, pero no me arrepiento de no haber sido músico.
10. "Nunca me pregunté a qué me iba a dedicar"
Yo no me pregunté a qué me iba a dedicar. En el campo, uno termina el liceo y se pone a trabajar. Soy de Lampa. Eramos siete hermanos. Mi primer trabajo lo tuve a los 18 años, en la panadería de Lampa. En esa época uno tomaba el trabajo que pudiera. Después aprendí el oficio de la amasandería, que no es lo mismo. En ese tiempo no había institutos ni educación técnica en los liceos, era al lote nomás. Así que mi destino era ser chacarero.
La vida era así y uno no lo pensaba tanto. Nadie te entusiasmaba a estudiar tampoco. Años después me fui a Melipilla y tuve un almacén donde vendía de todo. Frutos del País se llamaba. Ahí en Melipilla conocí a un caballero que me metió en Corvi (Corporación de la Vivienda). Estuve 30 años trabajando en ese lugar. Empecé como obrero y terminé como supervisor. Así era la vida antes, se hacía carrera como se pudiera. Estoy contento con lo que me tocó. Jubilé gracias a ese trabajo.