Es probable que cuando Roland Garros asistía al Stade Français de París, como un entusiasta tenista amateur, jamás haya imaginado que años después su nombre sería inmortalizado en el torneo de arcilla más importante del mundo. Sobre todo, si su relación con la raqueta no iba más allá que la que pudiera tener cualquier simpatizante de fin de semana.
Garros nació el 6 de octubre de 1888 en Saint Denis y desde muy pequeño destacó por ser un innovador. A los 12 años sufrió una severa neumonía, que lo deja postrado por un tiempo. Luego de eso, los deportes se convertirían en su principal terapia. El ciclismo, el fútbol, el rugby y, más tarde, el tenis se transformarían en sus pasiones. También destacó su afición por el piano. Sin embargo, ninguno de estas sería tan importante como la aviación, el principal motivo por el que pasaría a la historia.
Su primer acercamiento con el vuelo se produjo durante las vacaciones de 1909. Ahí visita la Gran Semana de la Aviación de Champagne, donde se dio cuenta que su futuro sería sobre alas. Rápidamente, aprovechando sus conocimientos de mecánica, encargó, por 7.500 francos, un Demoiselle, el primer aeroplano ligero creado por el brasileño Alberto Santos Dumont.
Sin licencia de piloto y a la falta de una escuela de vuelo, se reunió con otros especialistas de la época para aprender un poco más. Luego, el 19 de julio de 1910 obtuvo la patente 147, otorgada por el Club Aéreo de Francia. Tras esto fue contratado por un empresario norteamericano para hacer exhibiciones en Estados Unidos, Cuba y México.
De vuelta en Francia, comienza a hacerse de popularidad y la prensa, con cierto sarcasmo e incredulidad, lo bautiza como el Segundo Jesús. Asimismo, su prestigio lo lleva a Sudamérica, donde se introduce en la aviación militar, que años después marcaría su vida. También volaría por la selva amazónica y por Buenos Aires, mientras que en Europa ganó una gran cantidad de competiciones. No obstante, su momento estelar se produce en 1912, cuando estableció el vuelo más alto (5.610 metros) y se convirtió en el primer hombre en cruzar dos continentes en avión después de conectar Túnez con Trapani, en Italia. Al año siguiente lograría ser el primero en recorrer el Mediterráneo.
Con la explosión de la Primera Guerra Mundial, Garros se alistó para defender a Francia en el conflicto. En ese instante, los aviones tenían una capacidad bélica nula, debido a su frágil estructura. Por ello, el joven piloto logra desarrollar un sistema que revolucionaría a la incipiente industria. Este consistía en armar una ametralladora a partir del eje de la hélice, lo que aumentó considerablemente el poder destructivo de las brigadas aéreas.
Como el resultado en el campo de batalla era adverso, debió internarse en tierras enemigas, donde fue capturado antes de que pudiera incendiar su nave para que los alemanes no pudieran conocer sus adelantos. Para su desgracia, sí lo consiguieron y el aviador holandés Anthony Fokker tomó nota y potenció estas innovaciones para su ejército, que a partir de ahí comenzó a dominar en el aire.
Garros estuvo en cautiverio durante tres años, y tras diversos intentos fallidos, logró escapar vestido de oficial alemán. El hecho lo erigió como héroe nacional y fue condecorado como Oficial de Honor. Pese a ello, se sentía culpable por haber sido tomado prisionero y volvió a la batalla. Consiguió importantes victorias, sin embargo, en el ocaso de la guerra, el 5 de octubre de 1918, a un día de su 30º cumpleaños, murió tras ser derribado por un Fokker D. VII, en Saint-Morel.
Tras su muerte se llevaron a cabo diversos homenajes, pero ninguno trascendería como el que le realizó su amigo y ex compañero de curso Emile Lescur, quien en 1928 bajo su condición de presidente del Stade Français, propuso el nombre del notable aviador para bautizar al nuevo estadio de tenis parisino. Roland Garros se hacía inmortal.