ENTRA A LA oficina, se sienta y empieza la conversación para romper el hielo: los tacos en la calle y lo raro del clima. "Vamos bien", pensará usted, mientras ve que el del otro lado del escritorio le semisonríe con cara de póker. Ahora, para asegurarse que la entrevista de trabajo no sea un completo fracaso y como ya siente que tiene algo de terreno ganado, seguramente se comenzará a fijar en si el del frente tiene los brazos cruzados, si achica o agranda los ojos, si está inclinado hacia adelante, si mueve las piernas para no sé qué lado. Es decir, comenzará a aplicar todo lo que ha leído alguna vez sobre quinésica (estudio sobre los movimientos corporales). El problema es que así y todo, lo más probable es que usted no tenga idea de qué va la cosa.
¿El mejor consejo? Fíjese en el torso del otro. O mejor, no le saque los ojos al torso del que está al frente. Porque, como chilenos, es la parte del cuerpo que puede dar más pistas de nuestra empatía (o falta de ella). Y la recomendación no es antojadiza; un equipo de investigadores de las Universidades Católica y Adolfo Ibáñez analizó por más de tres años las dinámicas que se producen en este tipo de conversaciones entre desconocidos y comprobó la importancia del torso.
En el proyecto Los procesos de Coordinación Corporal y su rol en la Comunicación Humana, que forma parte del programa Fondecyt de Conicyt, los especialistas se percataron de que cuando hay una conversación en donde existe empatía, las personas, sin darse cuenta, mueven sus cuerpos en sincronía con el cuerpo del otro.
Esa es una de las primeras pistas. Se conoce como Coordinación Correspondida o Complementaria y consiste en movimientos que se asemejan a un juego de ping pong: si usted se inclina hacia la derecha, el otro lo hará hacia la izquierda. Si uno se acerca, el otro se aleja. "Nosotros descubrimos que esa empatía se traduce en coordinaciones corporales con el otro, que no están presentes cuando no hay empatía", dice Carlos Cornejo, sicólogo e investigador del proyecto.
Para llegar a estas conclusiones, sometieron a las personas a pruebas en laboratorio. Se les pidió a dos personas -que no se habían visto previamente- que se pusieran una frente a otra. Mientras una estaba encargada de leer preguntas, la otra debía responder. Mientras estaban en este ejercicio, sus movimientos eran digitalizados a través de unas bandas elásticas que ponían marcadores en ciertas partes del cuerpo. Así, durante el desarrollo del estudio los investigadores se dieron cuenta de que cuando había empatía, los movimientos complementarios se detectaban de mejor forma en el torso.
De hecho, según el estudio, ese es el mayor indicador de empatía. "Encontramos que cuando el torso de una persona se movía como complemento del otro, como mesa de ping pong, siempre había empatía", dice Cornejo. Ni la cabeza ni las manos eran tan certeros. De acuerdo con Cornejo, estas partes del cuerpo son más bien complementarias del discurso, más que del estado emocional de la persona (después de todo, ¿cuántas veces ha asentido en una reunión latera?).
Ahora, si quiere ahondar en el tema, fíjese en los tiempos en que hacen estos movimientos complementarios. Es decir, cuando hay mayor empatía durante una conversación, las personas realizan los movimientos complementarios al mismo tiempo, sin desfase. Según explica Cornejo, hay situaciones en las que es difícil que esto se produzca fácilmente, por ejemplo en las entrevistas de trabajo. "Cuando hay una conversación entre desconocidos, que está marcada por situaciones con roles sociales definidos, como futuro jefe y empleado, el despliegue corporal de las personas es mucho menor", dice Cornejo.
NO TE CREO
Además de los roles sociales definidos como un elemento que reduce la empatía, en el estudio también apareció la desconfianza como un catalizador de la falta de empatía. En el mismo experimento en el laboratorio, a un grupo de voluntarios se le advirtió que sus respectivas parejas de estudio podrían estar mintiendo en alguna de las preguntas. Bajo esas condiciones de desconfianza, la coordinación complementaria que había sido registrada anteriormente ahora no existía. Solo estaba presente la coordinación espejo, es decir, movimientos de los dos cuerpos que simulan -tal como su nombre lo dice- como si ambos fueran una persona y su reflejo. Si uno se acerca, el otro también. Este tipo de movimientos, a pesar de que también están presentes en las conversaciones empáticas, son los únicos que existen en esas conversaciones donde uno está dudando del otro. "Naturalmente estamos hechos para empatizar con el otro. Sin embargo, la sociedad nos ha enseñado a no hacerlo fácilmente con consejos como "no hables con extraños", dice Cornejo. Y agrega que la desventaja de esto es que gran parte de las situaciones de aprendizaje significativo ocurre en situaciones de confianza. Y ser demasiado desconfiados podría entorpecer el aprendizaje, por ejemplo, entre profesor y alumno o entre jefe y posible empleado.