Reinaldo Arenas iba llegando a Nueva York. Había salido de Cuba falsificando su nombre y su odio a Fidel Castro pasaba por horas oscurísimas. Corría 1981. La había sufrido: abiertamente gay y públicamente opositor, Arenas no sólo había sido perseguido como escritor, también había sido encarcelado. Dedicaría su obra a la libertad y en cada espacio que tuvo atacó la Revolución Cubana. En EE.UU. dio rienda suelta a su rabia y apuntó contra Gabriel García Márquez: "¿Cuándo cobra directa o indirectamente el autor de Cien años de soledad por el cadáver de cada cubano, perdido en el mar al intentar desesperadamente ganarse su libertad?".
Aunque admirador de la obra del Nobel colombiano, el autor de Antes de que anochezca jamás le perdonó a García Márquez su irrestricto apoyo a Castro. No se lo perdonó a nadie. La editorial española Point de Lunettes rescata el libro Necesidad de libertad, publicado originalmente en 2001 en Miami, en el que a través de ensayos, recados y cartas, Arenas da rienda suelta a todo el odio que desató en él la persecución de la represión cubana.
Julio Cortázar, Ernesto Cardenal, García Márquez y muchos otros intelectuales latinoamericanos pro revolución reciben dardos de Arenas, autor marcado por la tragedia. Asediado en Cuba, en la isla sólo pudo publicar un libro (Celestino antes del alba, 1967). En EE.UU. vivió en el desarraigo y terminó una pentalogía de novelas en torno al artista marginal y en el exilio. Se quitó la vida en 1990. Estaba en fase terminal del sida. Once años después, alcanzó renombre internacional cuando Javier Bardem lo interpretó en Antes de que anochezca, cinta de Julian Schnabel.
Terrores y esperanzas
"Gabriel García Márquez, ¿esbirro o es burro?", así se titula el destemplado artículo que Arenas dedica al creador de Macondo. Lo acusa de vender un discurso hipócrita: "Me pregunto si no es extremadamente cínico que García Márquez, quien hace incesantes apologías a la Revolución Cubana y a su desarrollo cultural y humano viva, sin embargo, en París y México, tenga un hijo estudiando en la Universidad de Harvard y otro aprenda a tocar el violín en Francia. ¿No invalida esta actitud real la retórica pro castrista del acaudalado señor que la emite?".
Arenas va más allá. Lo fustiga por sus críticas contra los cubanos que intentan escapar de la isla. "Al parecer, a García Márquez le placen los campos de concentración, las vastas prisiones y el pensamiento amordazado", dice el novelista.
En Necesidad de libertad, Arenas también cuenta que a su amigo, el escritor José Lezama Lima se le "dejó morir" en un hospital por sus desacuerdos con el régimen. Agrega que otros escritores, como Jorge Valls y Armando Valladares, fallecieron en la cárcel. Y vuelve a disparar contra los autores extranjeros pro Cuba: dice que Cortázar "se convirtió al comunismo con residencia y estatus en París", y a Ernesto Cardenal lo trata de "mediocre e hipócrita".
Alguna vez considerado un "peligro social" en Cuba, en EE.UU. Arenas se dedicó a denunciar los abusos a la libertad en su país. En 1987 se le diagnosticó sida y tres años después se suicidó. Antes, le envió una carta al diario Las Américas de Miami. "Dejo como legado todos mis terrores, pero también las esperanzas de que Cuba será libre", anota.







