EL ESPECTACULO que algunos políticos se empeñan en dar, y que cada día sorprende menos a los chilenos, ha permitido desviar la atención y evitar enfrentar los temas importantes, para los cuales no tienen respuesta, o es una lección estudiada del gobierno militar.
El término de la democracia, iniciada en el gobierno de Allende, y el anhelo por recuperarla, hizo que muchos apoyáramos abiertamente al No en el plebiscito de 1988. Hoy, los mismos que participaron del gobierno de Allende y que lideraron la oposición al régimen militar, muestran más ambición que Pinochet por mantenerse en el poder, buscando un cupo senatorial a espaldas de lo que la gente quiere. ¿Qué ofrecen para la región esos candidatos que piden al partido imponer su nombre independientemente de la opinión de la comunidad? ¿Saben cuáles son los problemas de esa región, cómo los enfrentarán, con qué recursos o siquiera con qué prioridad? Los pactos por omisión para dar a algunos partidos una representación en el Congreso mayor a la que obtendrían por apoyo popular, ¿no son otra forma de dictadura donde nos obligan a elegir muchas veces entre lo menos malo? Por lo menos en el plebiscito pudimos optar entre las únicas dos opciones posibles.
Quien quiera conducir al país debería estar preparado para ello. Es mucha la responsabilidad para improvisar un programa a última hora y menos decidir con quién se llevará a cabo por cálculos eleccionarios, más que por convicción y capacidades para implementarlo.
Guste o no, sabemos qué podemos esperar de la Alianza, pero poco o nada de la Concertación. No basta con los eslóganes, la democracia verdadera exige información para poder optar por una propuesta política. ¿Qué entienden por educación gratuita? ¿Para todos o sólo para los universitarios que son los que probablemente tendrán mejores ingresos a futuro? ¿Creen legítima la educación superior privada pagada? ¿Creen en la educación pública para todos los que quieran estudiar o sólo para unos pocos elegidos? Respecto del rol del Estado, ¿creen en uno subsidiario o uno intervencionista propio de los regímenes que desconfían de las capacidades personales? Cuando hablan de mayores impuestos, ¿tienen definido en qué magnitud, para qué y cómo se usarán? ¿Midieron sus efectos positivos y negativos? ¿Irán más a los estudiantes para evitar las manifestaciones o a los enfermos que cuando marchan lo hacen pacíficamente? Para enfrentar la violencia, ¿qué límites les pondrán a los cuerpos policiales para controlar a quienes atenten en las manifestaciones contra la propiedad pública y privada? ¿El vandalismo debe ser protegido por la defensa de los derechos humanos?
Respuestas a esto y mucho más quiere la gente común. Pero también se requiere saber qué proponen para resolver los problemas que vendrán en el tema energético, su plan de contingencia ante una caída en el precio del cobre, los recursos hídricos, su posición sobre privatizar o estatizar, cómo enfrentarán el tema previsional o qué proponen para cumplir con su discurso de fortalecer a las regiones.