Fernanda, de 18 años, con su chasquilla juvenil y sus grandes ojos claros bien abiertos. Fernanda, ahora con el pelo muy corto, en la cama semidesnuda; Fernanda embarazada; Fernanda en la playa de la mano de una niña; Fernanda otra vez desnuda, de pie, al borde de una piscina. Por estos días, la Sala Matta del Museo de Bellas Artes está revestida con fotografías de una sola mujer: Fernanda Larraín, la fotógrafa de 34 años, musa y esposa de Luis Poirot. El artista la ha retratado por 16 años, desde que en 1998 la tomara como alumna en uno de sus talleres, para luego convertirse en su ayudante de laboratorio e iniciar así una relación amorosa que dura hasta hoy.

"Nunca se sabe cómo nace el amor, si comenzó con las fotos o el sentimiento me llevó al retrato obsesivo", escribe Poirot en el texto que acompaña la muestra. Lo cierto es que las más de 200 imágenes en blanco y negro desbordan una mezcla de devoción y nostalgia, pero son, al mismo tiempo, un ejercicio fotográfico de rigor y creatividad artística: con un solo modelo, Poirot logra diversos ángulos, poses y atmósferas, en un recorrido laberíntico que se abre a público este miércoles.

El año pasado, el fotógrafo celebró 50 años de carrera con una muestra en el Museo de la Memoria, donde reunió parte de su trabajo más documental: sus primeras fotos en Nueva York, sus registros del grupo de teatro Ictus, a las protestas de los años 60 y finalmente al Golpe de Estado de 1973. Todo, cruzado por retratos de Allende, Víctor Jara y Fidel Castro. Para Poirot, sin embargo, la de ahora es su muestra más personal. Por eso también, junto a los retratos de Fernanda hay una serie de vitrinas donde exhibe todo tipo de fotos familiares, revistas de moda donde trabajó en sus primeros años, rollos de películas y otros materiales fotográficos que usa, y los discos con la música que escucha.

"Además de mi musa, Fernanda es una colaboradora activa. Ella también es fotógrafa y me enriquece con sus ideas, es un trabajo de a dos, no es sólo un trozo de carne que se pone frente a la cámara. Claro que es mucho más joven que yo, pero para nosotros no ha sido tema la edad; si así fuera, no estaríamos aquí", dice Poirot.

La pareja se casó el 2011, luego de tener a sus dos hijas: Aurora, de siete años, e Isabel, de cuatro. El fotógrafo, de 73 años, reconoce que es difícil, que más que padre es un abuelo y está consciente de que más temprano que tarde las dejará. "Ellas me dan una energía enorme, de querer cuidarme para durarles más, siento que este es el período más importante de sus vidas y que debo estar allí", señala. También le pesa su propia infancia separado de su padre, un inmigrante francés que en 1941 decidió partir a Londres para unirse como voluntario al Ejército francés de Charles de Gaulle en la II Guerra Mundial. Volvió a Chile cuando su hijo tenía cinco años. "Nunca supe lo que era tener un papá, porque después, cuando cumplí 14, mis padres se separaron y él se volvió a ir a Francia. De mayor me relacioné con él, pero nunca fue tan cercano. El sí me dejó un legado ético importante, que fue unirse al bando de los perdedores cuando nadie daba nada por ellos. Insistir en los ideales y no seguir a los ganadores por mero exitismo", dice Poirot.

¿Y ahora, usted se siente un ganador o un perdedor?

La verdad es que no me planteo esa pregunta. Pero sí dejé la fotografía de prensa y de moda para hacer un trabajo autoral y desarrollar eso acá en Chile es difícil, ha significado sacrificios para mi familia. Esta misma exposición ha sido un trabajo arduo, donde no he tenido ningún apoyo ni del Estado ni de la empresa privada, que prefiere financiar conciertos que una muestra de fotos.

En el 2000, Luis Poirot estuvo a punto de dejar de trabajar. Tras haber sufrido un infarto, le fue diagnosticado un cáncer al lagrimal que casi le cuesta su ojo izquierdo. Se salvó y luego, más que nunca, Poirot siguió defendiendo su trabajo artesanal de cámara análoga y revelado en cuarto oscuro, que lo tiene varias horas al día encerrado. Para esta muestra también fue así: todas las fotos las amplió él mismo y muchas de ellas no están enmarcadas para que se note la textura del papel. "Fernanda fue de nuevo fundamental, ella me ayudó a seguir trabajando sin descanso. El Registro Civil dice que tengo 73 años, pero dentro de mí tengo todas las edades. Ya estoy planeando tres exposiciones a futuro, porque no me gusta quedarme clavado. Yo fotografío contra el olvido".