Florencia Rodríguez (22) no es un músico profesional, pero es integrante de la banda The Droolers. Hasta ahora su grupo no tiene un lugar fijo donde ensayar. De hecho, el último tiempo se lo ha pasado buscando la sala perfecta para poder hacerlo. Durante unos meses ensayaron en una pieza de un edificio "abandonado" en General Holley, pero lo demolieron. "Era un lugar en donde todo era pura música y, como estaba en pleno barrio Suecia, nadie te molestaba", dice.

Fue entonces que el panorama para esta banda se complicó. Todos sus integrantes viven en departamento y, por ende, las posibilidades de ensayar en ellos son nulas. Es por que decidieron buscar estudios de un corte más profesional.

Este mercado bien lo conoce Valentín Albornoz, del estudio Believe. "Mi hermana toca batería y yo guitarra. Ensayábamos en mi casa, pero molestábamos a los demás. Por eso buscamos espacios para tocar tranquilos, sin molestar a nadie. Fue ahí que surgió la idea de hacer de esto un negocio". Se instalaron en Vicuña Mackenna con Avenida Matta, con dos salas y un estudio de grabación. Pero no fue sino hasta este año, que la demanda aumentó considerablemente. "Los últimos meses ha habido un crecimiento de un 100% en la cantidad de grupos que vienen a ensayar. Se ha duplicado la clientela y los arriendos por hora", cuenta.

Este boom de arriendo de estudios de música que se ha desatado en la capital abarca todo tipo de públicos. Desde estudiantes a ejecutivos y de evangélicos a metaleros. Cristóbal González, de Zen Salas, comenta que si bien desde hace algún tiempo estas salas de ensayo por hora ya existían, aún había un nicho en el cual profundizar. "Nos dimos cuenta de que todo tipo de gente está buscando este servicio, aunque ahora lo más importante es entregar una experiencia premium. Porque la gente está buscando mayor calidad en los equipos y la atención".

Pareciera, entonces, que ya no basta con un lugar de ensayos que tenga buena acústica. Son necesarios instrumentos buenos e instalaciones eléctricas profesionales; todo lo que sea necesario para sentirse, aunque sea sólo por una hora, como un verdadero "rockstar".

Y para los que buscan saltar de la categoría amateur a una profesional, hay estudios que ofrecen la posibilidad de grabar un demo (que se paga aparte). La idea es que las bandas puedan comprobar la calidad de su sonido y comenzar a abrirse paso en el complicado y competitivo mercado musical. Las salas de Rockaxis son unas de las más cotizadas en este ámbito. Reconocidos grupos de la escena nacional, como Lucybell, realizan algunos de sus ensayos en este tipo de estudios. Alvaro Rojas, que trabaja en la revista que lleva el mismo nombre que esta casa-estudio, señala que además del equipamiento, ahí trabajan especialistas en música.

Es por todo esto que ahora, más que simples salas ensayo, son centros musicales. Algunas incluso ofrecen servicios más específicos, como afinación, asesoría de compra y reparación de instrumentos. Pero más allá de eso, y otros tecnicismos ambientales, hay quienes aparecen por esos locales por la experiencia de tocar.

Como Andrés Zabala (24), que se reúne con sus amigos de la banda Sonido Post dos veces por semana. De hecho, el conjunto ya tiene un plan mensual para ensayar. "Nos juntamos en estos espacios para evitar generar molestias por el ruido a nuestros vecinos, pero, por sobre todo, para no tener que acarrear los amplificadores e instrumentos", agrega.

Así es como este servicio, por hora de ensayo, da cabida a todos los gustos y necesidades. Sólo basta con tener un grupo de amigos y un buen oído para vivir una experiencia musical, adecuada al bolsillo de uno. Y ese bolsillo es de unos $ 4.000 a $ 8.000, dependiendo de la sala que escojan.