El más lógico de los investigadores, Sherlock Holmes, en alguna de sus aventuras le dijo a su compañero: "Soy un cerebro, Watson. El resto de mí es un mero apéndice". Rodolfo Llinás está de acuerdo con esa afirmación, respecto de Holmes, pero quizá también de todo ser humano.

De nacionalidad colombiana, nacido en 1934, Llinás es un reconocido médico neurofisiólogo. Por más de tres décadas fue director del departamento de Fisiología y Neurociencia de la Universidad de Nueva York y es profesor de la escuela de medicina de esa universidad. Se ha dedicado a la neurofisiología -es decir, el estudio empírico del funcionamiento del sistema nervioso- de varios animales, desde sapos hasta calamares (y su sinapsis gigante).

¿Hay sólo una diferencia de grado con los humanos?

Hay diferencias organizacionales, pero son secundarias en importancia. Todos los sistemas nerviosos tienen neuronas.

Habrá tenido en sus manos más de un cerebro humano. ¿Cuál es la sensación?

Como una esponja mojada.

¿Cómo se estudia el cerebro?

Estructuralmente, con técnicas anatómicas. Funcionalmente, con técnicas de electrofisiología y neurología. Psicológicamente, con técnicas de percepción y motricidad.

Junto con su productiva carrera como neurofisiólogo, Llinás reunió una serie de ideas actuales sobre las funciones cerebrales en un contexto evolutivo para entregar, como él dice, una "visión personal" de la neurociencia en su libro I of the Vortex (MIT, 2001), traducido como El cerebro y el mito del yo (Norma, 2003, con prólogo de su amigo Gabriel García Márquez). El libro fue un éxito de divulgación científica, pero una divulgación exigente. Reúne gran cantidad de información de distintos ámbitos para darle una unidad, en temas que suelen pasar sin punto intermedio de la banalidad simplificadora al tecnicismo excluyente.

Hay una antigua discusión sobre las dificultades de la relación entre el cerebro como parte del mundo físico: tangible, visible, público, lo que tenemos dentro del cráneo (de creerles a las radiografías, si no se ha tenido la suerte de ver uno abierto) y la etérea situación de los estados mentales, los pensamientos, sentimientos y la conciencia: intangibles, invisibles, privados. Es el llamado problema mente-cuerpo. Llinás en su libro es claro: los eventos eléctricos del cerebro constituyen la mente humana. Aunque los seres humanos -según él cita a uno de los padres de la neurociencia, Charles Sherrington- prefieren considerarse el ángel más bajo que el animal más alto.

¿Algún comentario a Sherrington?

Conozco bien los animales, pero nunca he visto un ángel.

¿El problema mente-cuerpo para usted no existe?

No, no existe. Para mí, la mente es una función cerebral.

A Puerto de Ideas Llinás vino para hablar de la relación entre la neurociencia y la expresión artística. El objetivo de su conferencia "El arte, la otra cara del cerebro" era plantear la creación del arte como una función cerebral, lo que puede sonar algo reductivo. Pero él no es indiferente al arte. Su libro está ilustrado con varias pinturas y fotografías, todas elegidas por él. Sólo dos artistas se repiten: Remedios Varo y Kiki Smith. ¿Alguna debilidad por ellas?: "Me gustan ambas, pero no lo considero una debilidad". Y no sólo se refiere a las artes visuales. Cita varias veces el virtuosismo del violinista Heifetz, aunque señala que su arte está fundado simplemente en "patrones de acción fijos", es decir, una secuencia de comportamiento instintivo.

Su postura ¿no le quita algo "sublime" al arte? Por ejemplo, considerar el arte de Heifetz como "patrones de acción fijos".

Para mí, no. Considero que, como el mar o un lindo atardecer, un patrón de acción fijo puede ser sublime.

Afirma que el lenguaje mismo (y el arte de un poeta, entonces) también lo es.

Sí, son patrones de acción fijos desde el punto de vista motor, pero pueden tener un profundo contenido emocional.

¿Cuáles son los avances científicos recientes más importantes en la relación entre arte y cerebro?

Lo más importante es darse cuenta de que el arte es una propiedad cerebral. Preguntaba Shakespeare en El mercader de Venecia dónde nace la fantasía: en el corazón o en la cabeza (Where is fancy bread in the heart or in the head ), y la respuesta es "en la cabeza".

¿Cómo definiría el arte: es la expresión creativa del sistema nervioso?

Tanto la ciencia como el arte son producto de la expresión creativa del cerebro. La diferencia fundamental es el contenido emocional. La velocidad de rotación de la tierra generalmente no produce emociones profundas. La música que no genere algún estado emocional es generalmente catalogada como ruido.

¿Se puede explicar qué pasa en el cerebro para que alguien se emocione con el arte?

Sí, y aún más, se puede medir biofísicamente.

La belleza no está en el ojo del que mira, sino en el cerebro. Pero según el neurobiólogo Semir Zeki, está bastante cerca, en la corteza órbito-frontal media, justo detrás de los ojos.

¿Es así?

Está detrás de los ojos anatómicamente, pero bien lejos neuro-conectivamente. Es decir, hay que recorrer mucho tejido nervioso antes de llegar a la corteza órbito-frontal desde el ojo.

Zeki y el historiador John Onians hablan de la "neuro-historia del arte". ¿Cree que tiene futuro esa disciplina?

No conozco ningún neuro-historiador del arte, pero he oído de cosas peores.

¿Es la subjetividad la última pregunta de la ciencia?

No, cuando entendamos las bases físicas de la subjetividad quedarán aún muchas preguntas, una, por ejemplo, sería "qué otro elemento existe en esa categoría".

¿Cree que todo se puede explicar?

Sé de la existencia de lo desconocido, pero no de lo misterioso.