Fellini no inventó nada. Sólo le puso nombre e hizo fortuna. En La dolce vita (1960) llamó Paparazzo a uno de los personajes principales, el fotógrafo que se dedica a perseguir a famosos. Y desde ahí, a todo aquel que husmea con su cámara a las estrellas se le conoce así. Pero los paparazzi ya existían. El pionero fue el neoyorquino Ron Galella, quien en los 60 hizo estragos fotografiando a las celebridades. No faltaron los problemas. Aunque fue querido por más de uno, como Grace Kelly y Robert Redford, a Galella se le recuerda más por sus polémicas: se peleó con Jackie Kennedy, fue golpeado por matones enviados por Richard Burton y el propio Marlon Brando le rompió los dientes.

El fotógrafo está de nuevo en la noticia por Paparazzo extraordinaire, la muestra que hasta el 17 de julio le dedica PhotoEspaña. Son 135 obras, que se reparten entre el Círculo de Bellas Artes y la tienda de Loewe, firma patrocinadora de la muestra, en Gran Vía 8.

El propio Galella, de 80 años, asistió a la apertura de la muestra, el pasado miércoles, donde deslizó algunos comentarios. Dijo que se distingue de los paparazzi de hoy en que él estudio arte y que no trabajó solo por dinero. Admitió que se colaba en las fiestas y falsificaba invitaciones. Y enumeró las condiciones para ser un buen cazador de imágenes: "ser rápido, manejar un gran angular y captar la expresión que tenga valor. No importa que los famosos protesten, hay que serun detective, saber en qué hoteles se alojan; tener coche y ser un buen conductor y llegar antes que ellos. La clave, ser persistente, no rendirse jamás". ¿Algo pendiente? "Retratar a Jennifer Lopez y su famoso trasero", dijo pícaro.

En la muestra destacan fotos como la de Julie Christie descalza, vista en un supermercado (1968). "En ese aspecto de su vida probablemente pocos la conocían. Hoy este tipo de material es común, no sé si esa foto se vendería ahora", dice Daniel Glückmann, director de Getty en España, agencia que gestiona los derechos de Galella. También está Carlo Ponti susurrándole algo al oído a Sofía Loren, "el fotógrafo casi parece que está en la mesa comiendo con ellos. Es una complicidad que hoy sería insólito" agrega.

Glückmann dice que en el fondo el oficio no ha cambiado mucho. "Pero él es muy bueno", precisa, "conseguía un gran impacto y sus fotos contaban una historia". Si tuviera que elegir alguna, dice que su mejor material "está en las fotografías de acción".