"Yo nunca llegué a Alemania", afirma Ronald Kay (1941), refiriéndose a su pasado. De padre alemán y madre chilena, la trayectoria del poeta y artista visual ha sido un ir y venir entre ambos países. "Mi conciencia es chilena", asegura. Kay se instaló hace tres años en el barrio Bellavista, tras la muerte de su pareja, la bailarina y coreógrafa alemana Pina Bausch. Se conocieron en Chile en 1980 y vivieron juntos en Wuppertal hasta el 2009.

"La Pina trabajaba con bailarines de todo el mundo. Era como vivir en un claustro cosmopolita", cuenta, y se lamenta por los seres queridos que ya no están. "Se me fue la Pina, amigos como Raúl Ruiz, Enrique Lihn. ¡Yo ya tengo 70 años!", dice, y recuerda a Nicanor Parra, quien cumplirá 98 años en septiembre.

En 1968 Kay se casó con la hija mayor del antipoeta, Catalina. Esos años con la familia Parra ahora regresan como recuerdos en clave, en los versos de su nuevo libro de poemas, Un matiz más blanco de lo pálido (Ediciones Nómade). "Doy cuenta muy púdicamente de elementos que pertenecen a ese tiempo", dice. En el volumen hay pistas sobre su vida en esa época. Nombra a Catalina, "por el Camino del Inca la veo", y a Violeta, "la áspera dulzura de Apolo".

Un matiz más blanco se inicia con una serie de citas que se conectan con el título. Las hay de Pablo de Rokha, Gabriela Mistral, Roberto Bolaño, como de Hesíodo, Virgilio y Diógenes. "Es un intento de hacer valer experiencias personales iluminadas con las lecturas de la tradición occidental", afirma, y pasa a recordar los años 60 y su vínculo con la familia Parra: "Tuve el privilegio de vivir con ellos". Pero antes de Catalina y Nicanor, Kay conoció a Violeta. "Ella rescató los últimos vestigios de la cultura popular", dice, y cuenta que tras el golpe del 73 su hija Isabel le pidió guardar obras de la artista.

Sobre el presente del clan, comenta que "hoy, a los Parra se los trata como una familia real, pero yo me formé con ellos y con Nicanor cuando aún no eran famosos". El artista vivió junto al autor de Poemas y antipoemas en su casa de La Reina. "Con mucho honor, Nicanor todavía me considera parte de la familia", señala.

Los hechos históricos de entonces marcaron su relación. Tras la muerte de Pablo Neruda, el 23 de septiembre de 1973, ambos asistieron a La Chascona, donde el poeta era velado. La casa había sido allanada tras el 11. "Nicanor me había dicho: 'Si se muere Neruda se acaba el país'", señala Kay.

Después vinieron las primeras noticias de desaparecidos y asesinados. "En un principio no había información, con los años se vino a hablar de derechos humanos", observa Kay. Opositor al gobierno de Allende, Parra apoyó el golpe, pero luego denunció las violaciones a los DD.HH. "El estaba muy molesto con la Unidad Popular", recuerda Kay, quien subraya que el antipoeta asumió la crítica hacia el régimen cuando publicó El Cristo de Elqui, en 1977.

Sin embargo, hay un episodio que conmocionó a ambos entonces. A Kay le hicieron llegar fotografías de los muertos en el canal San Carlos y el río Mapocho, para que las sacara del país y fueran conocidas en Europa. "Fue un hecho terrible que nos marcó a los dos", cuenta.

A pesar de ese ambiente, en esos años se gestó un trabajo clave para la poesía local, la revista Manuscritos, del Departamento de Estudios Humanísticos de la U. de Chile. Kay era el editor. Eso bastó para rescatar el Quebrantahuesos, un diario mural surrealista que en los 50 hacían Parra, Lihn y Alejandro Jodorowsky. "Eran diarios que se estaban pudriendo. Un hito fundacional del arte del país", concluye.