Tantos bares como escalones dicen que tiene Valparaíso. Basta caminar por sus estrechas calles, desde el corazón histórico de la Plaza Echaurren, para descubrir la diversidad de boliches, que no siempre están en las guías turísticas. Montados en antiguas casonas y edificios históricos, u otrora "bares de caña", huelen a esa bohemia tan porteña nacida de marineros y damiselas, de artistas populares, estudiantes y turistas, que hacen tan propia una tarde-noche de copas por esta ciudad patrimonial.
Todo empieza en el Bar Liberty, "el más antiguo del Puerto, 1897", como reza en sus letreros. Una colección de más de 500 sombreros, jockey y gorros obsequiados por comensales cuelgan sobre su barra, frente a la Plaza Echaurren, donde reúne a pescadores, estibadores, feriantes, estudiantes, uno que otro turista y a los infaltables parroquianos que llegan por su "caña de tinto". Poetas y artistas con guitarra tienen aquí su parada, dicen en el lugar, donde recuerdan con cariño al popular Jorge "Negro" Farías. Amenazado hasta hace un mes por el embargo del edificio municipal que lo alberga -lo que se anuló-, el bar abre desde la mañana.
Siguiendo por Av. Errázuriz, "El Proa Cañaveral", más amplio que antaño, pero con su histórica colección de banderas navieras en el techo, es hogar de universitarios nacionales y extranjeros, profesionales jóvenes y no tanto, que al son de clásicos setenteros, ochenteros y noventeros se pasan la noche bailando un repertorio que se repite hace más de una década con un cóctel ecléctico de Cadillacs, The Cure, Rafaella Carrá, Illapu y Pink Floyd. En el subterráneo la música suena con bandas locales.
Ya en el centro cívico, entorno a la Plaza Aníbal Pinto, por calle Esmeralda, está "La Tertulia", que con más de una década, abre las noches de miércoles a domingo con sus mesas inmersas en medio de gigantescas xilografías de Thierry Defert, el grabador francés conocido como "Loro Coirón", y coloridas composiciones del artista Michael Wright. Aquí suena el indie-rock y hay teatro, música en vivo, ferias de diseño y exposiciones. "Una línea de cocteles de autor llamada Laboratorio ofrece copetes, golosinas y picantes", dice Andrés Acevedo, su administrador. Y la Chorribrava fusiona el clásico porteño con las patatas bravas de España.
Por Subida Almte. Montt, "El Ritual", con 12 mesas y un living, es un pequeño bar con porteños y franceses que llegan por recomendación. Ana María Lob lo administra desde hace tres años, pero una tradición de siempre son sus ponches de vino con frutas en jarras de litro. El más pedido: naranja-plátano con tinto o blanco. La comida es vegetariana y la música: folclor latinoamericano. "Se arma un ambiente muy especial, mucho estudiante y francés que llega por recomendación de otros que vinieron", cuentan en el bar. Abre de 17.00 a 2.00.
Por la subida del frente, en Cumming, las calugas de pescado, las chorrillanas y las cervezas de litro, entre otros bebestibles, al son de boleros, tangos y música de otras épocas, son parte de la oferta típica del bar restaurante "Ex Dominó", que por 30 años fue sólo Dominó, hasta que un litigio de marca obligó a su dueña, Rosa Muñoz, a renombrarlo. En marzo fue distinguido como Patrimonio Intangible.
Frente a la intendencia, la fuente de soda "Moneda de Oro" es concurrida al almuerzo y al atardecer. Allí hay largas tertulias. Políticos locales, profesionales y antiguos parroquianos rondan sus mesas. A pocas cuadras, por Salvador Donoso, el bar "El Pajarito" -otro histórico de la ciudad- dejó su pasado de cañas a 100 pesos para convertirse en un ecléctico ambiente, con pajaritos de papel que cuelgan de su techo y grandes pinturas coloreando sus paredes. A cargo de Pablo Fuentes, abre a diario con muestras escénicas, plásticas y fotografías. Variedad de tablas, pizzas y bebidas son parte de su oferta.
Frente a él, "Verde Absenta Bar" se luce con esta fuerte y singular bebida en variedades verde, violeta, antigua fórmula, sexy rouge, sexy blue y touyone delirium blue y black, entre música de trompetas en vivo.
Y próximo al Parque Italia, una parada tan porteña como los clásicos es el "Rincón de las Guitarras". Comidas típicas, vinos arreglados (con durazno, frutilla y chirimoya), cola de mono y la cueca al son de folcloristas como "El Baucha", "Silvia La Trigueña" y "Los Paleteados" hacen bailar a todos, día a día, desde las 11.00 y hasta el anochecer.