Un día de septiembre de 2007, a las ocho de la mañana, a Rubén Mora casi le vuelan la cabeza de un tiro.

Al menos eso pensó. El constructor civil, de entonces 57 años, había avanzado 20 minutos por Av. General Velásquez hacia el norte, cuando al llegar a la calle Santo Domingo vio un auto zigzaguear por uno de sus espejos retrovisores. Observó el azul metálico de su pintura intentando avanzar a pesar de que, a esa hora, todos lo hacían lentamente. De pronto, el auto apareció detrás de su camioneta. El reparó en el rostro del conductor: un tipo flaco, de no más de 40 años, un rictus rígido y tenso y dueño de una gran bocina. "Lo único que quería era pasar, casi por sobre mí, a toda costa", cuenta. Hasta que ocurrió lo más insólito que ha vivido Mora en una carretera en más de 30 años como conductor. El hombre puso su vehículo a la par y bajó la ventana. Entonces Mora pudo ver, además, un terno impecable y una corbata café. En primer plano apareció una pistola. Los ojos furiosos de su vecino y un revólver entrando por la ventana de su copiloto. Tenía un arma casi sobre su cabeza. "Déjame pasar", le gritó el hombre amenazante. "Fue un día de furia, como el que deben tener muchos conductores metidos en un taco", reflexiona Mora.

Fernando Urra, sicólogo clínico de la U. Central, intenta una explicación para lo que vivió Mora: "La vida en Santiago y en un taco puede hacer que se gatillen las personalidades explosivas. Se trata de personas normales que expuestas a algunas condiciones particulares como ruidos intensos, bocinazos, o si le meten un auto por el lado, pueden reaccionar así". Urra agrega que las personas con momentos particulares difíciles o desequilibrios sin tratamiento también pueden hacer crisis de pánico en un taco o dentro de un túnel en una autopista.

Según los expertos, los tacos en Santiago nacen a comienzos de los 90, en respuesta al crecimiento del parque automotriz. Datos del Instituto Nacional de Estadísticas indican que éste aumentó un 25% en los últimos cinco años en la Región Metropolitana. Hoy, en la capital, circulan 1.325.000 vehículos, el 42% de lo que hay en Chile. "La congestión va a seguir desarrollándose y los factores están fuera del sector transporte; Chile tiene mejores acuerdos económicos y mejores ingresos y ahora todos quieren un auto", dice Oscar Figueroa, economista y doctor en urbanismo del Instituto de Estudios Urbanos de la UC. "Además, ahora se compran muchos 4x4 que ocupan las vías y son subutilizados", agrega.

En Santiago los tacos anotan hora punta en la mañana: entre 7.00 y 9.00 y en la tarde: entre 17.30 y 20.00 horas. La Unidad Operativa de Control de Tránsito (UOCT) es uno de los centros de gestión de más completos y de mayor cobertura en América Latina y está a cargo de regular los tiempos de 2.594 intersecciones semaforizadas. Cuando hay algún evento que interrumpe el tránsito normal, ellos deben cambiar los tiempos de los semáforos en algunos sectores. También registran los puntos de mayor atochamiento, aunque no pueden hacer un balance de los más críticos debido a que esa información fluctúa cada día. "La congestión es muy variable y un evento cualquiera cambia la circulación. A pesar de eso, hay sectores siempre conflictivos, como está pasando con el eje oriente desde Plaza Italia hacia arriba y los movimientos de fin de semana en La Dehesa", dice Figueroa.

¿Qué diferencia hay entre el carácter de los santiaguinos antes y después de enfrentar estas grandes congestiones? Jorge Rosende, también sicólogo de la U. Central, explica: "Imagina una persona que vive en el campo y una que vive en la ciudad. No cambia la personalidad, sino los síntomas de estar sometida a una rutina extensa. Si a una persona le sacan el taco va a estar más descansada, porque tiene más tiempo para ella, para compartir con su familia, pero es una irritabilidad momentánea".

Pero no sólo los santiaguinos se han vuelto más irritables. Con el crecimiento de la congestión vehicular también cambió la forma de enfrentar las horas punta en la capital desde las costumbres cotidianas. De las personas que se encuentran en un atochamiento, la mayoría de ellas escucha radio. Y aunque más de alguno podría pensar que prefieren música para distraerse, lo que los conductores privilegian es saber dónde y cuándo se produce congestión para evitarla. Eso dice Eugenio Sierralta, editor general de El Diario de Cooperativa, el programa más escuchado entre las 7 y las 9 am, según la encuesta Search. Al darse cuenta de esto, se vieron en la necesidad de crear la Cápsula del Tránsito, un espacio que, cada media hora, les cuenta a los auditores el estado de las calles y qué vías alternativas tomar, entre otros datos. "Desde hace al menos tres meses que la instauramos. Lo que pasa es que la mañana es el punto crítico, porque la gente necesita llegar pronto a sus trabajos. No es como en la tarde, que más de alguno se resigna a demorarse en volver a su casa".

Es un horario que también vieron las agencias de publicidad. Carolina Aburto, directora de Planificación Estratégica de la agencia de medios Universal Mccann, dice que en la mañana el mensaje es preferentemente informativo. "La mayoría de las radios dan programas de noticias y economía, por lo tanto los bancos, automotoras y empresas de telecomunicaciones son los principales avisadores. Hoy es muy difícil encontrar un espacio de auspicio disponible para la categoría bancaria entre 7 y 9 de la mañana", cuenta. Un escenario muy distinto se da en la tarde, cuando "el estado mental de las personas es menos alerta, por lo tanto están más dispuestos a recibir información más liviana", agrega Aburto.

Susana Jiménez (42) es secretaria de una embajada en Providencia y vive en Peñalolén. Conduce hace 20 años, pero hace 10 se dio cuenta de que los tacos podían mermar su calidad de vida y se las ingenió para que nada le amargara el día. Su marido y sus tres hijas que van al colegio se levantan a las 7 para que nadie se atrase. "Así llego contenta al trabajo. Me maquillo en el auto y escucho noticias. Cuando se ponen muy terribles entonces escucho música, pero todo lo hago con tiempo. Me he tomado los tacos de una forma positiva, aprovecho de contestar mensajes desde mi Blackberry y pensar en eso que no puedes por la contingencia del trabajo o la casa porque me demoro casi 1 hora en hacer un trayecto de casi 15 kilómetros, cuando normalmente te demorarías 20".

No sólo Susana aprendió a tomar de forma más positiva esta complicada hora del día, ya que desde comienzos de los 90 los tiempos de traslado aumentaron entre un 10% y 15%. Hasta los carabineros debieron entender que, además de partes y control, hay que aplicar sicología. "Los santiaguinos están más estresados en la tarde. Hay menos paciencia de los conductores. Es comprensible: la jornada laboral ha sido larga y las personas quieren volver a un merecido descanso a sus hogares. Por eso evitamos la notificación de infracciones y nos dedicamos a hacer gestión de tránsito y despejar las rutas", dice Marcelo Avalos, mayor de la 32ª Comisaría del Tránsito, quien cuenta que ya no se sorprenden si un conductor se irrita en un control: "A veces sucede que se van enfurecidos y dejan el auto botado, se van caminando. Después, recapacitan y llegan a la unidad a pedir disculpas. Tenemos tolerancia al respecto, porque eso sucede no solamente con conductores particulares, sino también con choferes del transporte público". Avalos cree en una máxima sobre la hora punta: "Nunca hay que entrar en un diálogo que pueda perjudicar al automovilista".

Rodrigo Salcedo, sociólogo y profesor del Instituto de Estudios Urbanos de la UC, cree que los tacos han traído otro fenómeno a Santiago, uno que ya vivió Estados Unidos y los países desarrollados después de la explosión del parque automotriz. "Hace 10 años la gente está volviendo al centro. Hoy, por ejemplo, una casa cerca del metro se valoriza relativamente sólo por eso. Un edificio en Providencia se construye y se vende muy rápido. La gente, producto de los tiempos y el estrés que significa un taco, está volviendo a la vida urbana (para usar el transporte público) y esto va a pasar aún más. No quiere decir que se dejen de comprar autos, pero ya no va sumado al estatus como en los 90; ahora será una opción de vida".