Isabel Margarita Lagos (66) llegó en 1952 a estudiar al Colegio las Ursulinas. Tenía 10 hermanos, vivía en una casona de la calle Francisco de Aguirre y solía pasar los veranos en familia y con amigos en El Tabo. No era una alumna favorita de las 15 consagradas alemanas que llegaron a Chile tras la Segunda Guerra Mundial ni tampoco sus compañeras reconocían en ella una marcada vocación religiosa. En cuarto medio, luego de regresar de vacaciones, sorprendió a las alumnas de su curso al comunicarles una repentina decisión: tomar el hábito de la congregación y convertirse en monja. Corría 1962 y, tras graduarse, nunca más volvió a verlas.

En junio de 2010, 48 años después, llegó una carta desde el Vaticano hasta el convento en Maipú, donde vivía desde su consagración. Sor Paula, como se le conoce tras adoptar el hábito, se enteró que la Congregación para los Institutos de la Vida Consagrada y las Sociedades de Vida Apostólica habían decidido intervenir el Monasterio de las Ursuliunas en Chile, de la cual ella era su superiora desde hace 26 años. No se estaban cumpliendo los reglamentos, decía parte de la misiva. La situación escaló en septiembre: el vicario Geraldo Bellew comenzó la indagación y agendó encuentros con cada una de las cinco monjas que pertenecen al monasterio. Las reuniones fueron de a una, dos y hasta tres consagradas. A fines del mismo año, Bellew le anunció una drástica decisión a la superiora: lo mejor para la investigación era que dejara su cargo en las Ursulinas y viajara a Alemania, donde se encuentra la sede de la congregación.

En fuentes de las Ursulinas, que posee un colegio en Vitacura y otro en Maipú, señalan que el visitador designado por el Vaticano le señaló a Lagos que existían quejas en contra de ella por abusos de autoridad y que, de ser efectivas, las afectadas debían sentirse libres para declarar. De acuerdo a la misma versión, Bellew constató anomalías en su proceso de elección como superiora. Los estatutos de la congregación indican que puede permanecer nueve años como máximo en el cargo: Lagos lo hizo por 26, sin interrupción y no habría documentado la intención de llamar a elecciones durante su mandato. No sólo eso.

En su período, la congregación no logró consagrar a nuevas monjas, que hoy suman sólo cuatro: Josefina Hurtado, María de las Nieves Echeverría, María Isabel Edwards y Angela Gardner, quien fue designada como sucesora interina de Lagos en el colegio mientras dura la investigación. El visitador ya se habría entrevistado con algunas novicias que pasaron por la congregación, pero que decidieron no continuar, para recabar más antecedentes sobre la falta de vocación de monjas. La última aspirante estuvo hace cerca de cuatro años en el convento de Maipú.

Así, tan sorpresivamente como fue su decisión de tomar el hábito, Sor Paula se reunió el 28 de febrero pasado con los profesores del colegio las Ursulinas y les anunció que dejaba el cargo. Explicó que la congregación estaba siendo intervenida desde el Vaticano y que la situación tenía relación con el funcionamiento de la comunidad. Nada más. El viernes de la semana pasada partió a Alemania y el arzobispo Ricardo Ezzati envió una carta ese mismo día a la comunidad escolar en la que sostiene que Lagos realizó un "ejercicio ilegítimo de su cargo" y tuvo "eventuales conductas reñidas con las normas de la orden". Ezzati no especificó ningún detalle del caso, lo que terminó por generar más inquietud al interior de la congregación, que depende directamente de Roma y no del Arzobispado.

La misiva remeció al colegio y fue dada a conocer el martes por la sucesora interina ante los profesores, alumnos de cuarto medio y familiares de algunas monjas, como el padre de Josefina Hurtado. Algunos apoderados fueron duros y pidieron explicaciones. En las Ursulinas señalan que Gardner señaló que los problemas de Lagos estaban focalizados en el convento y no en el centro educacional y que el caso no incluía abusos sexuales. En los días posteriores, el centro educacional realizó una exhaustiva indagación respecto de si existían denuncias ante los tribunales chilenos. No encontraron nada. En las Ursulinas sospechan que dos las últimas cinco novicias que han pasado por la congregación fueron las que interpusieron una queja ante el Vaticano en contra de la ex superiora. Ninguna de ellas llegó a ser monja y la más joven tendría entre 45 y 48 años.

Altas fuentes eclesiásticas confirman que existen dos denuncias de ex novicias en contra de Lagos y que una de ellas menciona conductas sexuales impropias.

"Pasaba por el pasillo y todas temblábamos". Así recuerda una ex alumna del colegio las Ursulinas de Vitacura a la ex superiora, quien se formó en el Colegio en los 50. Eran años de un estilo educacional rígido: se corcheteaban las páginas de los libros de biología que contenían temáticas de reproducción sexual, se prohibían las fiestas y las clases de baile. La excelencia académica era uno de sus puntos fuertes, pero no para entrar a carreras que pudieran descuidar sus labores familiares.

El colegio forma parte de una congregación de origen germano. Al comenzar la Segunda Guerra Mundial se dispersaron por distintos países para fundar colegios. En Chile, actualmente tienen dos sedes y se le reconoce como una escuela de elite: entre sus ex alumnas están Mariana Aylwin, Magdalena Matte, María Teresa Chadwick y Manuela Gumucio.

Los Lagos Droguett era una familia austera. Las cinco mujeres del clan, incluida la religiosa, estudiaron en las Ursulinas. Su madre murió cuando tenía 14 años. "Todas las compañeras de curso la acompañamos en el funeral", recuerda una de ellas. De alguna manera, sor Paula Lagos debió hacerse cargo de sus nueve hermanos menores hasta que su padre volvió a casarse, dos años después.

Fue el 1 de febrero de 1967 cuando Lagos tomó el hábito de la Congregación de las Ursulinas. La casa de residencia quedaba en Maipú. Tres años antes había entrado a estudiar Educación Familiar en la Universidad Católica, carrera de la que se graduó en 1970. En 1972 se recibió, además, como profesora para la Educación del Hogar y la práctica la realizó en el Hogar de Cristo. En paralelo, tomó cursos de Filosofía en Alemania: ya en esos años era reconocida en la comunidad como una mujer con un perfil más "intelectual" que el resto de sus compañeras.

Pasaron pocos años para que regresara a hacer clases a las Ursulinas, donde fue profesora de Religión hasta 1986: ese año fue elegida como superiora del convento. La rígida enseñanza que le impartieron como alumna la aplicó al regresar al colegio. Al igual que en el convento, todo pasaba por sus manos y era muy estricta con la enseñanza. Solía criticar el uso de bikinis en los paseos de curso, el largo del jumper y los escotes de los vestidos en las fiestas.

La rigidez que le achacan tuvo un punto de inflexión en 1989, cuando un grupo de profesoras se distanció de las Ursulinas para formar el Colegio Santa Catalina de Siena. Querían una dirección laica e incorporar más ramos de inglés. "Sor Paula era de la idea de enseñar alemán y latín. Cuando alguien le comentaba que quería estudiar una carrera más social o más exigente, como Ingeniería o Medicina, te decía que las Ursulinas no te habían educado para eso, ya que dejarías de lado tu rol de mujer", relata una ex alumna.

Varias alumnas y académicos recuerdan que los conflictos con los profesores no eran inusuales. Despedía a quien no estuviera de acuerdo en materias que ella quería impartir en Filosofía y tenía algunas conductas que no eran bien vistas por todo el cuerpo académico. "En ocasiones entraba a las salas o a la biblioteca y llamaba a una alumna para hablar con ella", recuerda una estudiante.

Su estilo duro y a ratos hasta autoritario, según describen diversas fuentes consultadas, también lo aplicaba en el convento. "A la hora de mandar a las monjas o novicias, era rígida, verticalista, y más que proponer, ella imponía las normas en forma muy dogmática y poco empática", cuenta un cercano a la orden que prefiere mantener su anonimato.

A sor Paula Lagos se le achaca la responsabilidad de que algunas novicias no hayan llegado a convertirse en monjas. La rutina al interior del convento durante su administración fue rígida, pese a tomarse algunas licencias: visitar a sus parientes, llamar por teléfono y participar de los eventos familiares, como cumpleaños y bautizos.