Lucia Marula sonríe siempre. Tiene 50 años y en sus brazos está su nieto Manuel, de cinco. Una vez a la semana asiste a control de salud, pero no por ella. Manuel es portador de VIH y su madre murió hace tres años. "No sé de qué", dice Lucia, encogiéndose de hombros, mientras sonríe. Ella, que ha superado la esperanza de vida al nacer de sus compatriotas (44 años), está sufriendo lo que afecta a un altísimo porcentaje de mozambiqueños: enfrentar una enfermedad que se lleva el futuro del país.

El hijo de Lucia, de 27 años, también vive ese drama. Y, como buena parte de los hombres africanos, se niega a someterse a test alguno. Pero Lucia lucha por Manuel: "Quiero que mi nieto se quede conmigo. No puedo convencer a mi hijo de nada... El sabe lo que hace".

Ella vive en Chamanculo, uno de los sectores más carenciados de Maputo, la capital de Mozambique. Y acude al hospital que trata de cubrir las necesidades de casi 350 mil personas con ocho médicos, según explicó el director Jeremías Zawlia.

El caso de Manuel podría ser un número más, pero eso es precisamente lo que trata de evitar el sistema de salud local y organizaciones como Médicos Sin Fronteras (MSF), con las que interactúa Unitaid, organismo del que Chile forma parte (ver recuadro). "El contacto es personal en la medida de lo posible. A veces necesitamos de traductores, porque mucha gente habla changane (idioma local) y muy poco portugués", comenta la doctora Patricia Pérez, española de MSF.

Números que duelen

Cada día miles de mujeres y niños, de este país de 22 millones de habitantes, se someten a análisis para saber si portan VIH u otros males. Pedro Antonio Paulo, tecnólogo jefe del laboratorio en Chamanculo, dice que el día previo hubo 16 solicitudes de test de Elisa y seis dieron positivo. "Son cifras comunes; el 16% del país está afectado", explica.

Entre esos "positivos" está Fernando Tibane, de 45 años que parece de 60. Hace un par de minutos le dijeron que era portador. Ya es sintomático, sufre diarreas y cada día se siente más débil. "Era nochero y también hacía otros trabajos para mantener a mi familia. Pero me sentí muy mal y no pude trabajar más", explica, mientras llora sin disimulo. Sus lágrimas no sólo obedecen a la confirmación de su mal, sino también a que es monógamo. "Tengo sólo una mujer y...", dice antes de agachar la cabeza. Sin palabras, admite que el origen de su infección es su esposa, en un caso que contradice la tendencia en Africa, donde los varones suelen tener más de una pareja. Así, un hombre infecta a dos o tres mujeres, que a su vez transmiten la enfermedad a dos, tres o cuatro niños.

Adelino Jorge, de 60 años, asistió al hospital por tuberculosis y ya está en fase de remisión. Pero tiene opinión sobre el VIH en su país. "Mi hija es médico en Xai Xai (a 250 kilómetros al norte de Maputo) y me dice que la gente cree que el sida se cura solo, que puede sanarse naturalmente. Por eso digo que la ignorancia está matando a mi país". Custodio Mondlane, administrador público que colabora con Unitaid, también apunta a ese factor como decisivo: "Para los africanos, el sexo no es sólo placer; es para tener hijos, y mientras más hijos tienes, eres más hombre. Por eso no usan preservativo y el sida ha avanzado tanto".