Eh tú, chileno, acércate". La voz del coronel Muammar Gaddafi se alzó por sobre las demás. El centenar de personas que estaban en la carpa en medio del desierto norafricano guardó silencio. Lentamente, Luis Marcelo Calfuquir Henríquez avanzó hacia el entonces joven de 36 años que dirigía el destino de Libia. Fue la primera de largas conversaciones que mantendría Calfuquir con el líder libio, durante los siete años que vivió en Trípoli. Con el tiempo el chileno llegó a oficiar de intérprete y emisario de Gaddafi con los movimientos revolucionarios de Latinoamérica.

Desde 1978 a fines del 85, el ingeniero mecánico oriundo de Pitrufquén se desempeñó en Libia como "embajador informal" de las organizaciones de la izquierda chilena agrupadas en Chile Democrático y representante especial del MIR. Su misión era mover la ayuda en dinero y armas que Gaddafi entregó a los movimientos de liberación nacional y revolucionarios americanos. Calfuquir llegó a manejar personalmente cuentas reservadas del líder libio en bancos de Estados Unidos, mediante los cuales distribuyó dinero a la resistencia chilena y a la guerrilla en Nicaragua, El Salvador, Guatemala y Colombia, entre otras. Pero su prioridad siempre fue el MIR.

Con el apoyo de Gaddafi, dos grupos de 50 militantes chilenos del MIR permanecieron seis meses en cursos de instrucción militar en un regimiento en Bengassi. Ellos eran parte del compromiso del hombre fuerte de Libia de formar un ejército de 2.000 chilenos, que iniciarían desde Chile una rebelión de toda América Latina.

Más de 26 años después, cuando se presume que Gaddafi está atrincherado en medio del desierto, en la aldea de Bani Walid, junto a sus últimas tropas leales y con un régimen en ruinas, Calfuquir habla por primera vez del estrecho vínculo que hubo entre la izquierda chilena y el otrora poderoso Gaddafi. "Conozco de cerca el poderío militar de los libios y me preocupa que hoy Gaddafi quiera dar la pelea hasta el final", señala desde su casa en Francia.

Fue el ex mandatario socialista francés Francoise Mitterrand y los cubanos los que abrieron a los chilenos las puertas de Libia. Gracias a esas gestiones, a fines de 1977, los dirigentes del MIR Andrés Pascal Allende y Patricio Rivas viajaron a Trípoli a una reunión de movimientos revolucionarios. Al término del encuentro de dos días, Gaddafi los mandó llamar. "Él siempre quiso abrir relaciones con América Latina. Estaba muy interesado en la lucha armada que se estaba abriendo en América Latina. El se planteaba como la tercera vía al socialismo, como una alternativa al bloque soviético y a la social democracia. Por lo mismo, nos dijo que estaba dispuesto a abrir en Libia una delegación de la resistencia chilena contra Pinochet, pues esperaba que Chile se transformara en una ficha importante en el juego internacional que quería desempeñar", cuenta Calfuquir.

Tres meses después, Calfuquir se trasladó a Trípoli, siguiendo órdenes del secretario general del MIR Nelson Gutiérrez y por petición de la oficina de Chile Democrático en Roma, que dirigía Benjamín Teplizky y que reunía a los partidos de la UP. "Me recibió el ministro de Relaciones Exteriores de Libia. El gobierno de Gaddafi financió mi estadía. Me pasaron un departamento y un despacho en el edificio donde funcionaba la sede central de la "Oficina de Liberación Internacional". Allí había representantes de 36 movimientos, todos de Africa y de naciones árabes. Por mucho tiempo, fui el único latinoamericano", recuerda Calfuquir.

Esto llamó la atención de Gaddafi. "El que fuera chileno era algo muy exótico para él. En aquel momento Gaddafi era un hombre muy poco instruido. Por lo mismo, le gustaba llamarme para que le hablara sobre América Latina, sobre los procesos políticos y sociales en la región. Todos los años íbamos al desierto a presenciar los ejercicios militares de las Fuerzas Armadas libias. Gaddafi se instalaba en una gran carpa. Eramos unas 100 personas las que comíamos y dormíamos por varios días juntos. Una noche salimos los dos a conversar. Sentados en una duna, nos pusimos a hablar de cosas personales por casi tres horas. El me contó de dónde era, dónde se educó, habló de sus esposas y de sus hijos. Me preguntó de qué parte de Chile venía. Si llovía en Chile y cómo vivíamos en la nieve. Me pidió que le dibujara en la arena cómo era Chile. Tenía mucho interés en la geografía de Chile. También hablamos de lo que estaba pasando en Centroamérica, de la lucha en Nicaragua y El Salvador, de Cuba", asegura Calfuquir.

A Gaddafi le costaba conversar cara a cara. Podía hablar por horas en una tribuna. Pero cuando estaba a solas con una persona se retraía, respondía con monosílabos. "Era un hombre recatado, en los almuerzos, se colocaba una gran fuente en el suelo, el más anciano cortaba con su cuchillo los trozos de carne, y todos comíamos con la mano. Varias veces, Gaddafi me invitó a comer a su lado. Me llamaba la atención que al cabo de un rato, le gustaba hablar de cosas simples", asegura. "A él le gustaba mucho salir a cazar y montar a caballo, me preguntaba si en Chile había buena caza, qué se pescaba y si criábamos caballos", añade.

Por entonces Gaddafi era un enamorado del desierto, un beduino de tomo y lomo, dice Calfuquir. Le gustaba salir a pasear por las dunas y era común que organizara las reuniones en pleno desierto. En una de esas ocasiones, añade, llegaron junto al lago Mandara: "Me dijo que tenía que tener cuidado, porque en las noches los escorpiones y los animales peligrosos se acercaban al agua. Me mostró los nidos de escorpiones y me enseñaba qué había que hacer para sobrevivir en el desierto. En la noche me desperté asustado al escuchar ruidos en la arena, pensé que eran alacranes. El se dio cuenta y me dijo: 'tranquilo chileno, esos son unos sapitos que salen de los arbustos para ir al agua".

Esa era la cara amable de Gaddafi, recuerda el chileno. La otra, era la del hombre tozudo, "costaba mucho que cambiara de opinión, en política era muy poco flexible", recuerda Calfuquir. También era un hombre autoritario. Era el líder y lo hacia sentir. Era, además desconfiado: constantemente cambiaba a sus guardias.

Gaddafi le abrió las puertas a la izquierda chilena para la ayuda de los países árabes y africanos. En Libia se efectuaron a fines de los 70 y comienzos de los 80 tres conferencias internacionales, dos de ellas dedicadas exclusivamente a la solidaridad con Chile, a la que asistieron representantes de todos los partidos que formaron parte del gobierno de Salvador Allende, incluida la viuda del ex presidente. Oscar Guillermo Garretón, Benjamín Teplizky, Homero Julio, Luis Guastavino, serían algunos de los dirigentes que visitaron Libia en varias ocasiones. "Gaddafi se puso con varios millones de dólares para la ayuda de Chile Democrático. También pagó pasajes, hospedajes y financió varios encuentros internacionales en apoyo de la oposición a Pinochet. Para el MIR, la ayuda material de Gaddafi fue fundamental para sostener la lucha", dice Calfuquir.

La ayuda libia al MIR se selló en Trípoli a mediados del 78, durante una reunión de más de 20 horas entre Gaddafi y Nelson Gutiérrez. "Conversamos sobre todas las posibilidades estratégicas de insurrección armada en América Latina. De esa reunión salió un texto de 150 páginas con compromisos de lado y lado", recuerda. A cambio del dinero, armas, instrucción y cobertura internacional, los miristas servirían a Gaddafi de nexo con los movimientos armados latinoamericanos. Además, debían enviar profesionales para ayudar al desarrollo de Libia. El propio Calfuquir, por petición de Gaddafi, ofició de profesor en la academia diplomática libia, enseñando sobre América Latina.

"Gaddafi pagaba con cheques, los que yo tenía que cobrar. Recuerdo que en una ocasión llevé 500 mil dólares a Chile Democrático para financiar un solo evento. No teníamos un presupuesto específico. Debíamos negociar cada acción", relata Calfuquir. El chileno también debía recibir en el aeropuerto a los representantes de los grupos armados latinoamericanos que llegaban a Trípoli para presentarlos con Gaddafi. Recuerda haber acompañado entre otros al salvadoreño Cayetano Carpio, el comandante Marcial, uno de los fundadores del Frente de Liberación Nacional Farabundo Martí; y al sandinista Humberto Ortega, hermano del actual Presidente nicaragüense. "Gaddafi me pidió que interviniera en esos encuentros como su intérprete. El recalcaba que había que abrir nuevos focos de conflicto a Estados Unidos y que estaba dispuesto a apoyarlos", añade.

"El compromiso de Gaddafi con Chile fue armar un ejército de 2.000 combatientes. Ofreció financiar toda la operación, desde llevar a los chilenos a Libia, formarlos, apertrecharlos y financiar el ingreso de esta fuerza de liberación nacional a Chile", dice Calfuquir. "Cuando le dije a Gaddafi que eso iba requerir entre cuatro y cinco millones de dólares, él me respondió: 'qué importa'. El primer grupo de 50 miristas llegó a fines de 1978. Al año siguiente, llegó un segundo grupo de chilenos y argentinos del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP). Pasaban seis meses internados en un regimiento en Tobruk, entrenando bajo el mando del entonces coronel Abdel Fatah Yunes, el mismo que se convertiría a mediados de este año en uno de los líderes rebeldes contra Gaddafi y moriría combatiendo en Bengassi", señala. "Muy pronto nos dimos cuenta de que la preparación no sería exitosa. Técnicamente era dificultosa, las relaciones humanas no eran fáciles, necesitábamos traductores para cada grupo y los militares libios no eran tan rápidos en la enseñanza como nosotros requeríamos. De hecho, tuvimos que pedirle al capitán "Santiago", (el argentino Hugo Irurzún, quien más tarde sería el líder del comando del ERP que asesinó a Anastasio Somoza en 1981), que se hiciera cargo de la instrucción del segundo grupo de miristas", afirma Calfuquir.

La mitad de los miristas formados en Libia entró a Chile a comienzos de los 80 en la llamada "Operación Retorno", otros, entre ellos el propio Calfuquir, iría a "foguearse" a la guerra del Líbano. Calfuquir dice no estuvo de acuerdo con la Operación Retorno, en la que murió uno de sus hermanos, "siempre consideré que era un sinsentido la forma en que se estaba planteando".

Los miristas participarían directamente en las operaciones de Gaddafi para introducir armas en América Latina. Entre 1979 y 1983 varios barcos con armamento fueron enviados a las guerrillas centroamericanas, las que fueron repartidas con la ayuda de los chilenos del MIR y el M-19 colombiano, asegura Calfuquir. Dirigentes del MIR en Chile confirman esta versión, pero aseguran que sólo se trató de un barco.

En abril de 1983, añade Calfuquir, Gaddafi envió cuatro aviones con armas a América Latina. "Esa operación fue un desastre. Gaddafi se empeñó en que los miristas fuéramos en los aviones con las armas. Pero, cuando nos subimos, nos dimos cuenta de que algunos de los pilotos eran mercenarios estadounidenses. Nos bajamos al tiro. Las aeronaves despegaron de Trípoli cerca de la una de la madrugada. Cuando sobrevolaban Dakar (Senegal), los pilotos avisaron que tenían problemas mecánicos. No entiendo por qué razón, Gaddafi ordenó seguir adelante y que aterrizaran en Brasil. Cuatro aeronaves así lo hicieron y fueron retenidas por las autoridades brasileñas. Nunca creía la versión de la falla mecánica, siempre he pensado que hubo una operación de inteligencia para poner al descubierto la ayuda que estaba enviando Gaddafi a América Latina. De hecho, esa fue la última vez que se enviaron cargamentos de esa magnitud", señala Calfuquir.

Según informó el diario español El País en abril de 1983, un avión C-130 libio aterrizó en Manaus, y otros tres Ilushyn 76 lo hicieron en Recife. Todas la aeronaves transportaban material de guerra y explosivos. En esa época, la versión que entregó públicamente Gaddafi, fue que parte de esas armas estaban destinadas a Chile.

Calfuquir llegó a manejar directamente fondos del líder libio. "En 1984 Gaddafi me envió a Managua a entregar dos millones de dólares para el régimen sandinista. Al llegar, los nicaragüenses me explicaron que necesitaban más recursos. Yo llevaba cheques en blanco de una cuenta del gobierno libio en el Banking Trust de Miami así que les entregué a los nicaragüenses cuatro millones de dólares. Cuando volví a Trípoli, Gaddafi me llamó de inmediato para que le diera explicaciones. Fue una conversación muy tensa. Por más de una hora tuve que explicarle por qué era necesario darles ese dinero y los resultados que tendría en corto plazo para asegurar el triunfo frente a la contra". Al final, dice Calfuquir, Gaddafi entendió, me dijo: "Está bien. pero no lo hagas nunca más".

Esa fue la última vez que el chileno se acercó al líder libio.