El empresario artístico Serge Diaghilev, luminaria cultural en París con su compañía Ballets Russes, estaba fastidiado con una crítica recurrente: las excelentes coreografías, decorados e intérpretes de sus producciones no tenían un acompañamiento musical a la altura. Convencido de que una búsqueda intensiva en su tierra natal rusa le traería algún fruto apetecible, Diaghilev escuchó en 1909 un par de piezas cortas de Igor Stravinsky, a la sazón un desconocido de 27 años. Ante la demora e ineficacia de los dos músicos a los que les había encargado la adaptación de la leyenda eslava El pájaro de fuego, Diaghilev le pidió el trabajo al joven artista. Stravinsky la completó rápidamente y el 25 de junio de 1910 pudo ver el estreno parisino de su ballet de 45 minutos.
A 100 años de su primera interpretación, El pájaro de fuego permanece en un sitial privilegiado como la composición que dio a conocer al mundo a Igor Stravinsky, popularizando su nombre en el circuito intelectual europeo. Es tal vez la pieza más accesible del músico para el gran público, que en el año 1913 provocaría una revolución en el ambiente musical con su ballet La consagración de la primavera, obra que por sus quiebres rítmicos y desafíos armónicos no tiene parangón en el siglo XX.
El pájaro de fuego es parte del programa que hoy toca la Orquesta Sinfónica de Chile a las 19.30 horas, dirigida por el argentino Javier Logioia junto a Pulcinella, también de Stravinsky, Tangazo de Astor Piazzolla y el Concierto para flauta piccolo del israelí Avner Dorman. "Tocaremos las suites de El pájaro de fuego y Pulcinella, que son versiones más cortas, creadas por el propio Stravinsky. Pero mi sueño es tocar algún día todos los ballets completos de Stravinsky en Chile. Sólo así se puede apreciar su exquisita instrumentalización", dice Logioia, especialista en ballet y ópera.
El más grande
Compositor cosmopolita y poseedor de una gran cultura, Stravinsky es, junto al austríaco Arnold Schoenberg y el húngaro Béla Bartók, uno de los grandes revolucionarios musicales del siglo XX. Su estilo jamás se encasilló en ningún dogma y probó casi todas las corrientes, desde el jazz (Ebony concerto) hasta el dodecafonismo (el ballet Agon), pasando por una vuelta al clasicismo de Bach, Mozart y Pergolesi (el ballet Pulcinella). Para muchos entendidos, sin embargo, Stravinsky ni siquiera entra a compartir un sitial de honor junto a otros músicos del siglo, sino que es el más grande.
"Para mí es el más importante del siglo. Nadie como él fue capaz de darle una vuelta al curso de la música de una forma tan deslumbrante, ni siquiera Schoenberg. Fíjese que la partitura original de La consagración de la primavera ni siquiera tiene compases. Para él era una limitación de la libertad, barritas para niños", explica el director Javier Logioia.
Aunque El pájaro de fuego es una obra bastante más tradicional que La consagración de la primavera, ya se detectan acá varios quiebres rítmicos que alcanzarían plenitud un par de años después. "Stravinsky fue un tipo muy sagaz. Mientras componía El pájaro, ya trabajaba en La consagración. Lo que pasa es que dosificó sus recursos musicales para entrar de a poco en el ambiente parisino, que era por lo demás el más avanzado en aquel momento", explica Logioia, que coloca a Stravinsky en el mismo lugar que a Bach.