Cristián Díaz (piloto comercial, 38 años) aún recuerda con detalle una entrevista de trabajo, en mayo del año pasado, para ingresar a una línea aérea. Mientras el sicólogo le hacía las preguntas de rigor, el jefe de flota que lo sondeaba para el empleo figuraba en la misma mesa, sentado hacia atrás y sin despegar la vista ni los dedos de su BlackBerry. "Me indignó su actitud", cuenta. La indolencia del jefe de flota terminó por desconcentrarlo. Díaz quedó muy molesto con la escena.

Si hoy suman lugares donde ya no se puede hablar por celular porque el ringtone o una conversación en voz alta molesta a los presentes, la última escalada de la mala educación con el uso de la tecnología está relacionada con la expansión de los smartphones, que permiten revisar correos, chatear o revisar redes sociales, y son protagonistas de escenas como las que vivió Díaz. No hay que buscar demasiado. Oficinas, salas de reuniones o de clases son escenario de la misma práctica: contestar correos o twittear mientras alguien habla, creyendo que está siendo escuchado atentamente. "Es muy mal visto y, en el fondo, significa que esa persona no está participando de la reunión. Alguna vez me ha pasado que alguien ha tomado el celular y la reacción inmediata es mirarlo como indicándole que no está bien", explica Carla Fuenzalida, de CF Partners.

Los usuarios lo tienen cada vez más claro. Una encuesta encargada por Intel en EE.UU. reveló que el 90% ha observado un mal uso de la tecnología móvil, un 75% dice que los modales móviles son cada vez peores y el 92% desearía que las personas tuvieran una mejor educación cuando usan estos dispositivos en zonas públicas. Pero acá va el dilema: el 19% admite tener ese mismo comportamiento porque todos lo hacen.

La pregunta es si estar permanentemente conectado es sinónimo de ser mal educado. Al menos, pedir permiso a un interlocutor para chequear el contenido de un correo. "En este asunto, en general, aún no hay normas de Carreño", dice Karina Pérez, directora de operaciones en Chile de la empresa de headhunters estadounidense Robert Half. Sin embargo, se pueden hacer ajustes sobre la marcha.

Pérez cuenta que en las oficinas de EE.UU. era habitual que quienes entrevistaban a un postulante ingresaran a la sala con un teléfono inteligente en la mano. A los pocos minutos, ya estaban con la vista en el móvil y restando atención al postulante. ¿Resultado? Se prohibió hacer entrevistas con teléfonos. "Esta es una moneda de dos caras: por un lado, es una gran oportunidad para que los ejecutivos estén siempre conectados, las empresas abaraten costos de transferencia de información y sean más productivas. Pero también está el lado negativo", dice Cristóbal García, sociólogo de la UC y experto en nuevas tecnologías.

Ahora bien, García abre otro flanco: ¿Se puede estar en una reunión y revisar el móvil atendiendo ambas cosas? "Al tener más potencialidades, como redes sociales, estos teléfonos plantean el dilema de ser multitasking, condición para la que están capacitados sólo los miembros de las generaciones X e Y, no así las mayores, que cognitivamente no tienen la capacidad de hacer tantas cosas a la vez y muestran problemas de déficit atencional".

Pistolas sobre la mesa

Con el problema a la vista en lo cotidiano, más empresas han tomado medidas. Corría fines del año pasado cuando el sicólogo Rodrigo Correa, gerente de Pay Roll Capacitación, asistió a una reunión en la constructora Maestra Inmobiliaria. Llegó, se sentó y, cuando se preparaba a revisar su móvil Android, escuchó: "Señores, apaguen las pistolas". René Suazo, gerente general de la compañía, solicitaba apagar los teléfonos. Esa es una de las políticas que Maestra Inmobiliaria empezó a aplicar en todas sus reuniones. "Desde finales del año se volvió caótico este tema, por eso, de aquí a un mes, vamos a tener un procedimiento interno para apagarlos en reuniones y almuerzos de directorio", dice Suazo.

La referencia a las pistolas no parece descabellada. Muchas veces, los usuarios dejan sus dispositivos sobre la mesa como pistoleros presumiendo sus armas. "Hay mucha gente que llega a las reuniones y muestra sus smartphones como presumiendo quién tiene más tecnología", dice Correa, denunciando el estatus que entregan estos dispositivos a sus usuarios.

El dilema no es sencillo: los smartphones son muy necesarios en la vida empresarial. Andrés Palma, jefe del grupo de asuntos corporativos de Tironi y Asociados, suele dirigir coaching a empresarios de grandes empresas, los que deben estar conectados en todo momento. "Hay reuniones donde es imposible tener el teléfono apagado. Muchas veces, los correos que llegan son fundamentales para el desarrollo de la misma reunión", dice. Aclara, eso sí, que hay una regla de oro: se pueden ver correos urgentes, pero nunca entrar en redes sociales.