"Me devuelvo donde está Patrizia y ahí siento gritos: 'No me mates, por favor'. Luego veo a don Jaime, que le dispara tres veces".
La asesora del hogar J. Q. relató así a la fiscalía el momento en que Jaime Ibáñez Romero (53) habría asesinado a la familia de su esposa, Tatiana Piombino, a fin de dejarla "como única heredera" de 1.700 hectáreas, avaluadas en unos $ 330 millones. La trabajadora permanece con resguardo policial: "Me protegen porque soy la única testigo. Si me matan, se acabó todo", dice.
Con su testimonio, la fiscalía pidió el domingo la detención del sospechoso de los crímenes del agricultor Salvatore Piombino (86); su ex esposa Senta Wachholtz (83), y las hijas del matrimonio, Patrizia (55) y Carla (53). Al comenzar la audiencia contra Ibáñez, éste dijo: "Yo llamé a un teniente para que fueran a buscarme".
Según cuenta la testigo protegida, cuatro meses antes de los crímenes, el sospechoso habría amenazado a la familia "por el tema de la herencia".
El fiscal jefe de Rancagua, Luis Toledo, dijo que para ejecutar los homicidios, en diciembre de 2010, el imputado contactó a un hombre, a quien le ofreció "el pago de $ 10 millones por matar a sus suegros". Sin embargo, éste se habría negado.
Tras esto, según el fiscal, en abril Ibáñez habría intentado conseguir balas calibre .32 para cometer los crímenes. Según otro testigo reservado de la fiscalía, el hombre le dijo que "quería matar a sus suegros y cuñadas, ya que habían dejado fuera de la herencia a Tatiana, su mujer".
Otro de los antecedentes obtenidos por la policía es una conversación telefónica captada el 2 de septiembre, dos días después de los homicidios. En ella, Ibáñez reconoce a una mujer que él es el homicida. "Fui yo, yo nomás. Yo no soy así. No dejes solas a mis niñas, por favor. Prométemelo".
Añadió que tras los asesinatos, ahora su familia puede "vender esos fundos y esas cuestiones, y ahí tienen plata y pueden seguir adelante. Ya no hay vuelta atrás".
Tras la captura del sospechoso, Carabineros reveló que éste se mantuvo oculto en un cerro aledaño a la casa patronal de su suegro, Salvatore Piombino.
De comprobarse la responsabilidad de Ibáñez en los cuatro asesinatos, arriesga presidio perpetuo.