A dos años y cuatro meses de haber sido removida del Poder Judicial, bajo el cargo de ser consumidora de drogas, la ex jueza Sonnia Navarro rompe el silencio. Lo hace, porque dice que quiere "acabar con el estigma" de haber sido la única magistrada expulsada por una adicción y para que se deje de vincularla cada vez que una persona habla de sustancias ilícitas. "Vivo una doble condena: una social y una profesional. Estoy harta del estigma del consumo de drogas y que cada vez que alguien habla de eso, me sacan al ruedo", lamenta.

No ha tenido ningún trabajo estable desde que fue expulsada, ni ha podido optar a otro cargo público, pues su remoción la inhabilita. Las deudas la agobian y dice estar cansada de golpear puertas, ya que todas se le han cerrado. Evalúa irse del país y rehacer su vida lejos, quizás en Uruguay, donde dice sentirse libre de los prejuicios que le trajo haber tenido una enfermedad que asegura ya es una etapa superada y que por eso merece otra oportunidad. "El período oscuro ya pasó", sentencia.

¿Cuál es su situación actual?

Ha sido muy duro para mí. Me faltan seis años para poder jubilar. Cuando me removieron, no estaba preparada económicamente. Esto ha sido una debacle económica de la cual es imposible salir, pues nadie me da la oportunidad de trabajo.

¿Se le han cerrado muchas puertas?

Todas. Cada cierto tiempo la prensa se encarga de colocarme al lado de cualquier información sobre gente que consume droga. Si un parlamentario como Fulvio Rossi reconoce que tiene un consumo esporádico de marihuana, aparezco yo al lado. Vivo una doble condena con el estigma del consumo. Ya basta. Soy una persona rehabilitada y tengo cómo comprobarlo.

Pese a que son situaciones distintas, ¿cree que a usted se le trata de forma distinta a la de Rossi?

Claro que sí. El Legislativo es el único Poder del Estado que no está regulado por controles de estupefacientes. El puede decir tranquilamente que consume una sustancia y no le va a pasar nada. Ha sido incluso felicitado en las redes sociales. La sociedad no nos mide a los jueces con la misma vara. Lo mío fue escandaloso, pero nunca se entendió como una enfermedad y que yo ya estaba sana.

La referencia es a drogas distintas...

Sí, pero la sociedad puede ser muy cruel con un juez a diferencia de otros personajes, por ejemplo de la televisión, a quienes se les felicita, se les alaba, se les insta a superar su adicción.

¿Eso busca usted?

No, porque yo ya estoy rehabilitada. Ya lo estaba incluso cuando me removieron. Mi proceso fue único. En esa época recién se había modificado el reglamento de control de consumo. Nunca se me permitió demostrar mis exámenes de la clínica de rehabilitación, de que yo hace más de un año que no consumía.

Entonces, ¿por qué cree que se le expulsó de igual forma?

A veces pienso que fui víctima de un sistema que no comprendió lo que era la rehabilitación. Quizás mi examen dio positivo porque no me había cortado el pelo en 20 años. O quizás fue el costo que me tocó pagar por haber tramitado causas que tenían relación con el poder. Por no haber cedido a presiones, ni a insinuaciones de coimas.

¿Tuvo enemigos en el Poder Judicial?

No creo. Hay gente que por razones personales nunca me quiso, pero uno no puede caerle bien a todo el mundo. Mis amigos jueces son los que más me han apoyado siempre. No como esos abogados que me pedían consejos cuando era jueza y ahora cruzan la vereda cuando me ven.

¿Qué le gustaría que pasara?

Quiero tener una segunda oportunidad. Estoy peor que los delincuentes comunes que tienen salidas alternativas y no quedan con papeles manchados. Yo no quiero que me regalen nada, quiero tener la oportunidad de poder trabajar. Nunca mis conocimientos, ni mi trabajo estuvo en tela de juicio. Quiero ser reinsertada, volver a trabajar. Si eso no ocurre,tendré que dejar el país.