Señor director:
Si bien son ciertas las caídas en las tasas de natalidad y fertilidad arrojadas por el cuestionado Censo, no sólo se muestra una fuerte baja en el crecimiento poblacional, sino que también se arroja una cantidad de datos relacionados con la disminución de uniones de las parejas y déficit en el ámbito laboral y habitacional, por mencionar sólo algunos. Todos ellos podrían estar reflejándose de forma natural en la tasa demográfica.
El gobierno, junto con reforzar su anuncio sobre una serie de medidas dirigidas a favorecer la natalidad y la familia, comparó la situación con un “terremoto demográfico”.
Cabe recordar que los fenómenos sísmicos son un reflejo de un sinnúmero de movimientos y energías acumuladas que se mantienen bajo tierra, ante los cuales sólo se pueden tomar acciones preventivas. Pero el cambio demográfico que vivimos amerita más que acciones preventivas; amerita una revolución demográfica.
Contrario a lo que se puede hacer frente a los sismos, se tienen las herramientas necesarias para producir cambios, pero para ello debe existir una determinación verdadera de cambiar los contextos sociales que permitan un adecuado desarrollo demográfico del país.
Francisco Ramírez Varela